El cardenal Fernández insiste en que se bendice a la pareja y no a la unión
Explica en una entrevista sobre Fiducia supplicans que la bendición a una pareja irregular no es una absolución de sus pecados, sino un gesto «de paternidad y cercanía»
Tras la publicación de la declaración Fiducia supplicans y las reacciones a favor y en contra que ha cosechado ya el documento, el cardenal Víctor Manuel Fernández aclara algunos puntos del mismo. En una entrevista para The Pillar, el prefecto de Doctrina de la Fe recuerda que la posibilidad de bendecir parejas irregulares no significa legitimar su estado de vida ni es equivalente a absolver sus pecados.
La bendición no es una justificación
«En realidad cuando se bendicen individuos —ese individuo pide una bendición no la absolución— puede ser un gran pecador, y no por eso le negamos una bendición», porque los sacerdotes, en muchas ocasiones, no conocen profundamente a las personas que bendicen o el tipo de relaciones que mantienen, señala Fernández.
«Por consiguiente, no se trata del sacramento de la confesión, sino de una simple bendición con la que se pide que esa amistad se purifique, madure y sea vivida en fidelidad al Evangelio. Y aunque hubiera algún tipo de relación sexual, conocida o no, la bendición hecha de esta manera no convalida ni justifica nada», asegura el prefecto. Se pregunta además «en qué momento hemos exaltado tanto este simple gesto pastoral que lo hemos equiparado a la recepción de la Eucaristía».
También subraya en esta entrevista en que la declaración es muy clara al prohibir un ritual específico para estas bendiciones. Así, explica que «estas bendiciones no ritualizadas no son una consagración de la persona, no son una justificación de todas sus acciones, no son una ratificación de la vida que lleva». Dice que «son simplemente sencillos cauces pastorales que ayudan a expresar la fe de las personas, aunque sean grandes pecadores».
«Por eso, al dar esta bendición a dos personas que se acercan espontáneamente a implorarla, se puede pedir legítimamente que Dios les conceda salud, paz, prosperidad, esas cosas que todos pedimos y que también un pecador puede implorar», clarifica.
La declaración además recoge que la bendición también es, como recuerda el prefecto, «una petición de ayuda al Espíritu Santo para que en esa relación, que muchas veces el sacerdote no conoce, se purifique de todo lo que no responda al Evangelio y a la voluntad de Dios y pueda madurar en la línea del plan de Dios».
Lectura sin prejuicios ideológicos
Insiste Fernández en que «es bendecida la pareja, no bendecida la unión» y que el documento «recuerda repetidamente el auténtico sentido del matrimonio cristiano y de las relaciones sexuales». «Para quien lea el texto, serenamente y sin prejuicios ideológicos, está claro que no hay cambios en la doctrina sobre el matrimonio y sobre la valoración objetiva de los actos sexuales fuera del único matrimonio que existe», destaca el prefecto.
Hecha esta puntualización, Fernández dice que esto tampoco «impide dar lugar a un gesto de paternidad y de cercanía, porque de otro modo podemos convertirnos en jueces que condenan desde un pedestal». Porque «todos tenemos nuestras faltas personales, no somos plenamente coherentes con todo el Evangelio, y nuestros juicios lapidarios a veces no tienen presente que la misma medida que usemos para los demás se usará con nosotros».
«Comprendo bien la preocupación»
En cuanto a las conferencias episcopales y obispos que se han pronunciado en contra, Fernández afirma que «la declaración no pretende reemplazar el discernimiento local de los obispos» ya que «cada obispo local, por su función propia, tiene desde siempre la función del discernimiento in loco, en ese lugar tan concreto que él conoce más que otros porque es su rebaño».
El prefecto se muestra comprensivo con estas reticencias iniciales porque reconoce «que la recepción de estos documentos necesita tiempo y una reflexión serena y prolongada» y eso es lo que solicita a las conferencias episcopales. Así, recuerda que un texto firmado por el Papa tiene que ser estudiado a fondo y sin prisa por los obispos para su adaptación a la cultura local. Asegura que esto es muy diferente a «una negación total de este paso que se está pidiendo a los sacerdotes».
«Yo comprendo bien la preocupación de los obispos en algunos países africanos o asiáticos, en lugares donde por el solo hecho de ser gay te meten preso. Es un agravio a la dignidad humana que sin duda angustia a los obispos y los desafía en su paternidad. Es probable que los obispos no quieran exponer a las personas homosexuales a la violencia. Ellos mismos hacen referencia a la legislación de sus países. Lo importante es que estas Conferencias episcopales no sostengan una doctrina diferente a la de la declaración firmada por el Papa», concluye el prefecto.