El calendario de Adviento
Quizá sea que ando algo suspicaz, pero este año me ha parecido especialmente complicado encontrar un calendario de Adviento para mis sobrinos. Tras preguntar en varios sitios, en un supermercado cerca de mi oficina encontré dos modelos: uno con los Reyes Magos y Jesús, y otro con Papá Noel con varios niños esperando sus regalos. Me disponía a llevarme el de Melchor, Gaspar y Baltasar cuando me percaté de que los números iban algo así como del 16 de diciembre al 6 de enero. ¿Y eso? Era un novedoso calendario de Reyes. Sí, sí, para prepararse para su llegada, no para la del Niño. Algo contrariado me llevé el del dichoso Papá Noel, este sí con las semanas de Adviento.
Cargado con dos calendarios, uno para mi ahijada Blanca y otro para su hermano Bosquete, puse rumbo a su casa por el atestado centro de Madrid. Ya habían encendido las luces de Navidad y apenas se podía dar dos pasos sin tropezar con alguien. Los viandantes parecían contagiados del consumismo cada vez más típico de esta época y, en medio del barullo, solo se distinguían los gritos de «¡Lotería!» o «¡Tengo décimos de Doña Manolita, guapo!».
Mis sobrinos me abrieron la puerta sonrientes y ya empijamados. Enseguida se percataron de que tenía algo para ellos y, sin darme tregua, se lanzaron a por los calendarios. «A ver, ¿quién llega dentro de poco?», les pregunté mirando de reojo el belén de su casa. «¡Jesús!», respondieron al unísono, quizá con la lección fresca por la obra de teatro que van a representar en su colegio –en la que Blanca va a hacer de músico y Bosco, del mismísimo san José–. «Bien, bien, pues hay que prepararse para su llegada», les expliqué mientras quitaba el envoltorio.
Acababa de comenzar el Adviento y ese día teníamos que abrir la primera ventanita, para ir paso a paso. El primer chocolate era una vela: «¡Una vela, una vela!», repetía Bosquete con su lengua de trapo, como si fuera aquel niño de la tele que recibía ¡un palo! No me extrañaría que la elección de la vela fuera casual, pero me pareció un bonito símbolo de esperanza: la luz y la vida van a triunfar sobre la muerte, y tenemos que prepararnos para recibir a Nuestro Salvador. Alumbra más que cualquier luz navideña, el regalo que nos hace es mayor que todos los premios de lotería y, al contrario que el Gordo, siempre toca… ¿Y si le abrimos una nueva ventanita en nuestra vida cada día?