El beato de la alegría - Alfa y Omega

El beato de la alegría

Todas las personas que conocieron a Lolo coinciden en que tenía una alegría contagiosa. Su hermana Lucy reconoce que lo que más le gusta es cuando le llaman el santo de la alegría, porque «él era así, la alegría en el dolor». Desde el sábado, Lolo ya es beato de la Iglesia católica, y cada 3 de noviembre, fecha de su muerte, podremos celebrar su fiesta litúrgica y mirar a este hombre que supo transmitir a Dios a través de su máquina de escribir y su sempiterna sonrisa

Cristina Sánchez Aguilar
Un momento de la beatificación, cuando se desplegó el tapiz con las imágenes de Lolo.

Más de 18.000 personas enfundadas en chaquetas y cobijadas bajo sus paraguas, un 12 de junio, asistían impertérritas, durante más de dos horas, a un evento muy importante, no sólo para la Iglesia en España, sino para la Iglesia universal. Asistían a la primera beatificación de un periodista seglar católico, encendido apóstol, profundamente eucarístico y enamorado de la Virgen: Manuel Lozano Garrido, Lolo, un ejemplo de servicio a la verdad del Evangelio y al hombre a través de su máquina de escribir; un canto a la profesión y una motivación para todos aquellos que creemos que nuestra vocación es contar, a través de la imprenta, las ondas o las imágenes, que Jesucristo es el único que salva la vida. Así lo dejó impecablemente expresado en el punto 10 de su Decálogo del periodista: «Recuerda que no has nacido para la prensa de colores, ni confitería ni platos fuertes: sirve mejor el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es». El sacerdote don Antonio Garrido de la Torre, delegado de Medios de Comunicación Social, de la diócesis de Jaén, destaca de Lolo que «se entregó a su vocación periodística porque tenía muy claro que, a través de los medios de comunicación, podía transmitir los valores del Evangelio».

Lolo es un soplo de aire fresco para la tempestad informativa en la que nos movemos, un rayo de luz en un día gris, como expresaban las nubes en el cielo el pasado sábado, 12 de junio. Impensable meteorología para la fecha, pero posible broma de Lolo, según don Rafael Higueras, postulador de su causa de canonización, quien recuerda que el nuevo Beato es un bromista y nos la estaba jugando desde el cielo.

Celebración cuidada al detalle

Presidida por el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, monseñor Angelo Amato, y concelebrada por el nuncio de Su Santidad, monseñor Renzo Fratini, los cardenales Antonio María Rouco y Carlos Amigo, arzobispos de Madrid y emérito de Sevilla respectivamente, una veintena de arzobispos y obispos y 200 sacerdotes.

Uno de los momentos más significativos fue el despliegue del tapiz gigante con dos imágenes de Lolo, tras la lectura de la carta apostólica en la que el Papa Benedicto XVI inscribe en el Libro de los Beatos al Siervo de Dios Manuel Lozano, Lolo, al que describe como «fiel cristiano laico que ejerció infatigablemente el apostolado y asumió con ánimo sereno y alegre su parálisis y su ceguera; que como escritor y periodista propagó las verdades evangélicas y sostuvo la fe de los demás con la oración, el amor a la Eucaristía y la filial devoción hacia la Virgen María». Otro gran momento, el más emotivo para don Rafael Higueras, fue cuando monseñor Amato besó las reliquias de Lolo, que llegaron, en procesión, a hombros de un grupo de amigos del periodista. «La persona que representa a la Iglesia universal reconoció en ese momento, con el beso, que con Lolo se había sembrado una semilla de eternidad. Fue un momento muy emocionante», recuerda el Postulador.

Durante toda la Misa hubo una intérprete con el lenguaje de los signos para sordos, ya que había muchísimos enfermos allí presentes —eran los preferidos de Lolo—, valientes y fuertes, que no abandonaron su sitio hasta el final a pesar de la intensa lluvia. La primera lectura del libro de Job la leyó, en braille, un invidente, que resaltó las palabras de esperanza: Yo sé que está vivo mi Redentor…, yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.

Doña Lucía: «Mi hermano se reiría con todo esto, pero se alegraría de ver a todos sus amigos reunidos».

Los otros protagonistas

Lucy, la hermana pequeña de Lolo, enfermera, cuidadora, amiga y compañera fiel, asistía nerviosa a la celebración. Con su vestido violeta, lleno de flores, era un punto de luz en medio del gris del día. Apabullada por tantas visitas y atenciones, recibía a todos con un inmenso cariño. De su hermano, recuerda que, aun con los momentos de dolor tan tremendos que sufría, sobre todo al acostarse y al levantarse, nunca se quejaba: «Es lo más grande que Dios me ha concedido».

A su alrededor, se encontraban su hermana mayor y los hijos de sus cinco hermanos fallecidos: «Hay que dar muchas gracias a Dios de poder ver esto», afirmó. Tanta sencillez derrochaba Lolo, que, según Lucy, «se habría reído con todo esto. Pero le habría podido su gran sentido de la amistad y se habría alegrado de ver cuántos amigos se han reunido hoy aquí».

Para ser proclamado Beato se necesita un milagro. El que ha llevado a Lolo a los altares es la curación de un niño de dos años, que sufrió una infección que lo puso en peligro de muerte. Ese niño —hoy ya un padre de familia—, Rogelio de Haro, no se perdió la ceremonia: «Para mí es un día muy especial. Yo era muy pequeño, pero siempre me han hablado de Lolo en casa, de su sufrimiento, de su alegría y de lo mucho que ayudaba a los demás».

Gran día también para don Rafael Higueras, quien ha luchado como nadie para dar a conocer a este hombre santo con el que convivió y del que aprendió «a ser sacerdote», como él mismo asegura. «Lo más destacado de Lolo es que lo extraordinario lo hizo ordinario: muchas veces decía que ser paralítico era como tener el pelo rubio».

La Iglesia en Jaén, volcada

Representantes de la ONCE, de medios de comunicación social, de la Adoración Nocturna Española y de un sinfín de organizaciones eclesiales estaban presentes en la beatificación, así como numerosos grupos de enfermos, discapacitados y ciegos. No podían faltar tampoco los jóvenes, a quienes tanto enseñó Lolo. Para Mari Carmen, que había llegado desde Martos, Lolo «es un ejemplo ante el sufrimiento, ante la adversidad. También es una guía para los periodistas, que se dedican a lo más fácil. Seguir su ejemplo es seguir a Jesucristo, y por eso he venido hasta Linares». También don José Calle, de Villalgordo, se acordó de los periodistas: «Tienen que aprender de este hombre la objetividad y la imparcialidad a la hora de dar las noticias. Es el mejor referente».

Voluntarios del colegio de la Presentación, de Linares, con sus camisetas verdes, velaban para que todo fuese bien: a Marina, de 14 años, le gusta Lolo porque «ayudaba a las personas discapacitadas». Martín, de 15, ayudaba a guiar a la gente para que se sentase en sus sitios, porque quería hacer algo por Lolo, para «agradecerle todo lo qué él ha hecho por nosotros». También aprovechaban para promocionar Jaén como diócesis de acogida para la Jornada Mundial de la Juventud.

Y no sólo estaba presente Jaén. Gente de toda España fue hasta la localidad jienense para presenciar la beatificación del primer periodista español. Entre otras muchas religiosas, la hermana María Jesús, de las Religiosas de San José, de Gerona, que manifestaba: «Lolo es el hombre que acepta en su vida el plan de Dios y lo lleva a cabo con alegría, paz y serenidad. Porque se fía de Dios y lleva su plan en una silla de ruedas. Dios está en él y lo lleva sin miedo y sin complejos».

Los ojos de la fe

Señalaba monseñor Amato en su homilía que las limitaciones físicas de Lolo lo hicieron más sensible a las armonías del espíritu, no como a nosotros, que, «aturdidos por la marea de fútiles imágenes cotidianas y entorpecidos por el estruendo de sus sonidos, no somos capaces de percibir el canto de la creación y terminamos por convertirnos nosotros mismos en ciegos y sordos». Ciego, vio con los ojos de la fe; con los miembros entumecidos, se movió ágilmente con los ojos del corazón. Por eso solía decir que las estrellas se ven de noche.

En una sociedad hedonista como la nuestra, «que no ve el dolor y no sabe valorarlo, el beato Lolo nos invita a abrir los ojos y ver los miles de sufrimientos de nuestro prójimo».

Un grupo de amigos de Lolo llevó hasta el altar las reliquias del nuevo beato.

El Papa, con el corazón en Jaén

Benedicto XVI, en su rezo dominical del ángelus, tuvo un recuerdo para la celebración del día anterior en Jaén. Dijo de Lolo que «supo irradiar con su ejemplo y sus escritos el amor a Dios, incluso entre las dolencias que lo tuvieron sujeto a una silla de ruedas durante casi veintiocho años. Al final de su vida, perdió también la vista, pero siguió ganando los corazones para Cristo con su alegría serena e inquebrantable». Para los periodistas, recordó que «podrán encontrar en él un testimonio elocuente del bien que se puede hacer cuando la pluma se pone al servicio de la verdad y las causas nobles».

Santos para cada momento

El obispo de Jaén, monseñor Ramón del Hoyo, destacó que Dios da los santos que la Iglesia necesita en cada momento. En este tiempo en que la vida vale muy poco, que, si no eres útil, te matan o pides que te maten, el ejemplo de Lolo es un faro de luz en la oscuridad. Él fue, aparentemente, una carga: no podía valerse por sí mismo, cada día iba degenerando más su enfermedad, hasta quedar totalmente inválido, y además se quedó ciego. Pero dio fruto: tanto, que hoy forma parte de los Beatos de la Iglesia católica. Si le hubiesen matado, si Lucy no hubiese entregado su vida entera, incluso renunciando a tener una propia familia por cuidar de él, hoy no tendríamos sus escritos, no sabríamos cómo se puede luchar contra la enfermedad, cómo se puede ser feliz en el dolor. Lucy también reluce como ejemplo de ser para el otro: ella renunció a su yo, tan de moda en esta sociedad egocéntrica, para ser en su hermano. Gracias a su sacrificio, hoy conocemos a Lolo. Y, ahora, cada 3 de noviembre, día de su muerte, podremos celebrar su fiesta litúrgica. ¡Gracias, Lucy! ¡Gracias, Lolo!

Lolo, ejemplo para los periodistas de hoy

Lolo pedía que su máquina de escribir estuviese bajo la mesa del altar, para que el tronco de la Cruz se clavase en el teclado y echara allí mismo sus raíces. Este aspecto de Lolo, su servicio a través de los medios, es el que resaltó monseñor Celli, Presidente del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales: «Lolo ha sido un convencido apóstol en el campo del periodismo y en la difusión de libros; su máquina de escribir ha sido un vehículo para comunicar la verdad, una verdad que, sin embargo, procedía de una oración intensa y llena de amor. Por eso, cada verdad, pequeña o grande que fuera, estaba llena de belleza, incluso en la crónica de los hechos dolorosos o difíciles. Lolo quería encontrar la persona en el discurso cotidiano de los periódicos, descubrir que la luz del bien está siempre presente donde están los seres humanos. Y relacionaba siempre las noticias y la Buena Nueva del Evangelio. Veía siempre a Jesús como el paradigma de la comunicación».

Don Antonio Garrido Gámez, director del periódico Viva Jaén y periodista amigo de Lolo, siempre vio en su vocación periodística el ejemplo de Lolo: «Siendo muy joven, conocí de la existencia de Lolo y, como muy pronto me llamó la vocación al periodismo, leí, todavía adolescente, algunos de sus artículos en prensa y también algún libro, que me impactaron. Su mensaje no ha perdido actualidad, nada de antiguo o de pasado de moda, o conservador en su acepción más excluyente. Todo en él es una lección de vida y de esperanza, y, como se ha dicho de él, desde su sillón de ruedas ha fabricado una biografía como no hay otra parecida en un seglar».