El arzobispo de Toledo desmonta los argumentos que buscan justificar la eutanasia
«Ni la eutanasia ni el suicidio asistido hacen a la sociedad mejor, ni más libre, ni son expresión del verdadero progreso», afirma Braulio Rodríguez Plaza
El arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez Plaza, está apurando sus últimos días como titular de la sede primada –el 29 de febrero toma posesión su sustituto, Francisco Cerro– para hacer una reflexión sobre la cuestión de la eutanasia, que el define como «un debate poco debatido». Es por esto –para fomentar «un verdadero debate»– por lo que ha dedicado al tema sus tres últimos escritos semanales y a través de los que desmonta los argumentos que se utilizan para promover la legislación sobre la eutanasia.
Primer argumento: el dolor del enfermo grave en extremo
«Hay que darle importancia, pues es el dolor de una persona. Pero también sabemos el deber del médico y el personal sanitario a la hora de aliviar el sufrimiento del paciente. Cuando estamos en casos de gravedad irreversible es donde puede surgir la petición de eutanasia por el enfermo o su familia. Pero la experiencia clínica demuestra suficientemente que, para estas situaciones, la solución no es la eutanasia, sino la atención adecuada, humana y profesional, y a este fin se dirigen los cuidados paliativos. Cuidados paliativos: son los que hay que implantar y aumentar».
Segundo argumento: la compasión ante el sufrimiento y el ahorro de recursos
«La persona humana nunca es una carga para los demás. Lo más humano no es provocar la muerte, sino acoger al enfermo, sostenerlo en momento de dificultad, rodearlo de afecto y atención y poner todo los medios necesarios para aliviar el sufrimiento y suprimir el dolor, no al paciente».
Tercer argumento: la muerte digna
«¿Qué es una muerte digna? ¿Decir que yo soy dueño de mi vida y muero cuando quiera? Estamos, de nuevo, ante el concepto de libertad que manejan algunos y que se quiere imponer a todos. De ese concepto de libertad se conciben la vida y la muerte de un modo concreto. Se añade también lo que se entiende por calidad de vida; si no merece la pena vivir, mejor es morir, porque la vida humana no vale en sí misma. ¿Pero calidad de la vida, entonces, cale más que la vida misma? Y nuestra pregunta es: ¿Con qué baremos se mide la calidad de vida para llegar a afirmar que carece de valor o que no merece la pena ser vivida?».
Cuarto argumento: el concepto de autonomía absoluta del ser humano
«Aquí se defiende la eutanasia como expresión de una libertad absolutista desvinculada de la verdad sobre el bien. La eutanasia sería un derecho de la autonomía personal llevado al extremo: “Yo soy dueño de mi vida y me moriré cuando y cómo lo determine”. Ningún argumento más débil y falaz que este. Porque concebir la dignidad de la persona únicamente sobre la propia autonomía constituye una visión reductiva que deja al margen otras dimensiones fundamentales. Primero, porque hay personas que no son autónomas, como niños, enfermos dependientes, personas con grandes discapacidades, pacientes en coma… ¿Es que estas solo tienen la dignidad que otros les otorgan? ¿No la tienen como tales? Si la autonomía fuera el fundamento último de la dignidad de la persona, muchas carecerían de dignidad. Es evidente que la autonomía de la persona no es absoluta».
En su opinión, «ni la eutanasia ni el suicidio asistido hacen a la sociedad mejor, ni más libre, ni son expresión del verdadero progreso». Y añade que una legislación en este sentido no más que «capitalismo salvaje, donde prevalece el dinero que la ley ahorrará al Estado o a la sanidad pública».
También sostiene que es «contradictorio defender la eutanasia en una época en la que la medicina ofrece alternativas como los cuidados paliativos». «Basta con habilitar más camas y atención para que sean posibles los cuidados suficientes para que una persona viva y llegue a su muerte con paz», escribe.
Con todo, Rodríguez Plaza afirma que la cuestión del final de la vida no puede «despacharse tranquilamente ofreciendo la eutanasia» por mucho que los partidos que la proponen lo lleven en el programa electoral y tengan mayorías para sacarla adelante.
«Sé que no somos mucho los que queremos debatir sobre este tema; pero lo quieren hacer, por ejemplo, los equipos de pastoral de la salud, los capellanes de hospitales, los profesionales sanitarios católicos… No estoy solo ante este tema preocupantes, aunque debería haber más», concluye.