El artista sin hogar del Papa
Roberto Carlos Leyva, 34 años (Orihuela, Alicante), era uno de los 3.300 sin techo que malviven en Roma, cuando escribió una canción dedicada al Pontífice: «Francisco es universal». Confiaba ciegamente en el Papa de los pobres y de las periferias. Hoy Roberto Carlos, cantante en las calles de Roma, gracias a la caridad de la gente y de religiosos, vive por fin bajo techo, en una habitación alquilada (600 euros al mes), con su mujer, Eva Torres, 45 años, y la hija de esta, Isabel, de 16 años. Cree Roberto Carlos que en su vida ha habido un medio milagro, gracias al Papa Francisco. Precisamente, por iniciativa de la Limosnería del Vaticano dos mil pobres e inmigrantes disfrutaron el jueves de un espectáculo en el circo Rony Roller, que el propio Roberto Carlos abrió con la canción dedicada al Papa: «Vámonos, que Francisco nos protegerá./ Déjalo todo, que Dios nos guiará./ Cree en el Papa, que es bueno y nos ayudará./ Los ángeles cantan: Francisco es universal».
Cuenta a ABC el cantante que, en cierta forma, nació para la música: su padre, también con la pasión por la canción, decidió llamarlo Roberto Carlos en recuerdo del cantante brasileño del mismo nombre. Estudió música, y después de ganarse la vida con la canción en un programa de televisión, se vio en el paro, en juicio con una casa discográfica, y conoció la humillación, el desprecio y la depresión del sin techo que duerme tirado en la calle. Eventualmente hizo hasta de chatarrero, pero llevado de su pasión por la música, y ante los obstáculos que encontraba en España, viajó hasta Liverpool y luego a Brighton, para ganarse la vida cantando en la calle. Siempre acompañado por Eva y su hija Isabel. Ante un ambiente británico que para él fue hostil, dentro de su desesperación se armó de coraje y desde hace meses intenta fortuna en las calles de Roma, confiando en Francisco.
Peleas y agresiones
La calle ha sido a menudo escuela de artistas. Algunos han marcado la historia del arte y se convirtieron incluso en leyenda. Para Roberto Carlos la calle está siendo escuela de vida muy dura, en la que últimamente ha renacido la esperanza: «Hacer los sueños realidad es posible. Yo lo estoy consiguiendo gracias a la fe que me inspira el Papa Francisco». En su lucha diaria, a veces no faltan las peleas o incluso las agresiones: «En dos ocasiones me dieron una paliza gitanos de Rumanía. También tuve problemas con la Policía municipal. Tengo un permiso del ayuntamiento para cantar dos horas seguidas en un mismo lugar. Un día estaba en la plaza de España y un policía municipal me echó a empujones, después de veinte minutos. Eva filmó la agresión».
Roberto Carlos y su familia han pasado noches al raso en verano o protegiéndose del frío en galerías próximas al Vaticano. Huyendo del mal ambiente y los recelos que a menudo surgen entre inmigrantes, han dormido también en una pequeña tienda de campaña en los bosques de la periferia de Roma. La relación del cantante con sus padres, dos hermanas y un hermano está prácticamente rota. «Mis padres no aceptan mi matrimonio con Eva, porque dicen que es mucho mayor que yo. No se dan cuenta de que nos amamos y de que gracias a ella y a su coraje he encontrado la fuerza para seguir luchando», nos confiesa Roberto Carlos.
Gracias a Francisco
Su suerte y su vida cambiaron cuando un día fue a las duchas que, por indicación del Papa Francisco, se colocaron bajo la columnata de Bernini en la plaza de San Pedro para uso de vagabundos o inmigrantes sin hogar. «Ese día se me acercó un sacerdote que se interesó por mi historia. Luego descubrí que era el arzobispo polaco Konrad Krajewski, el limosnero del Papa», recuerda el cantante con emoción, casi en lágrimas. Monseñor Krajewski seguía así instrucciones concretas del Papa: Francisco quiere que su limosnero busque a los pobres, sin esperar a que estos vayan a tocar las puertas del Vaticano. Se estableció así una relación entre el cantante y el limosnero, que se ha concretado en una ayuda para permitir a Roberto Carlos sobreponerse a las muchas adversidades, a veces extremas, estando al borde del suicidio en dos ocasiones.
No es fácil para un sin techo alquilar casa. Con los alquileres por las nubes en Roma, logró que un privado le cediera una habitación por 600 euros. Cada día recibe unos treinta euros de la gente que lo escucha en la calle. «Algunos son españoles que me conocen de la televisión y me ayudan», nos confiesa. Cuando sus ingresos no le llegan para pagar los gastos del mes, recibe la ayuda del limosnero o de alguna institución religiosa. Pero Roberto Carlos quiere ganarse la vida con su trabajo: seis horas canta cada día junto a un paso subterráneo de peatones, en la plaza del Santo Oficio, junto al Vaticano. Algunos religiosos, sabiendo de su sueño de grabar un disco, le ayudaron y en solo dos días recogió 600 euros, suficiente para irse a un estudio de grabación y producir su canción «Francisco es universal»: «Yo hice todo, los arreglos, tocar la batería…». Ahora solo tiene un sueño: «Cantarle algún día mi canción a este Papa, que es un santo».
Ángel Gómez Fuentes / ABC