La familia cristiana, antídoto frente al individualismo
José Mazuelos, presidente de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida de la CEE, reivindica su papel en un momento de «cambio antropológico y cultural»
Que la familia vive una crisis es una realidad. Así lo corroboran datos como el descenso del número de matrimonios civiles y religiosos, la baja tasa de natalidad y el consecuente crecimiento negativo de la población. En 2020 hubo 153.000 muertes más que nacimientos. A todo ello habría que añadir las rupturas o el abandono de los mayores. De esta realidad no escapa la familia cristiana. Basta acercarse a la última memoria de la Iglesia para comprobar un acusado descenso de los matrimonios, así como de los bautismos, las primeras comuniones y las confirmaciones.
José Mazuelos, presidente de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española (CEE), es consciente de ello. La clave de esta situación, según afirma en conversación con Alfa y Omega, tiene sus raíces en el «cambio antropológico y cultural que vivimos» y que se basa «en un individualismo radical y materialista que es incompatible con la familia». También refiere el emotivismo, pues la persona de hoy «se mueve exclusivamente por los deseos». «Por eso, el contexto es difícil para que pueda crecer la familia, y no solo la familia cristiana, sino la humana», añade el también obispo de Canarias, que va a realizar un análisis sobre la situación de la institución familiar en las Jornadas de Agentes de Pastoral de Familia y Vida que organiza este fin de semana la CEE.
José Luis y Magüi
Proyecto Amor Conyugal
Matrimonios separados que después de varios años separados se han reconciliado, y otros muchos que, sin tener grandes problemas, de repente en un fin de semana descubren la grandeza de su vocación en común: este es el balance de los retiros de Proyecto Amor Conyugal, una herramienta de primer anuncio por la que en cinco años han pasado ya cientos de matrimonios y cuya labor podrá escucharse en el encuentro de la CEE. «No llevamos estadísticas, porque los números son lo de menos», aseguran José Luis y Magüi, sus creadores, que explican que el matrimonio es una vocación «impresionante, pero muy desconocida». Por eso, en un fin de semana de charlas, oración y dinámicas, las parejas descubren «la grandeza que supone el compartir su vida tal como Dios la pensó». Y además, para muchos que quizá están más alejados, la experiencia es «un anuncio potente que les lleva a iniciar un camino de fe».
Todo este cambio se está intentando «imponer», continúa Mazuelos, a través de legislaciones que «relativizan el misterio de la vida y promueven la autocreación» y buscan «individuos materialistas del deseo que son fácilmente manipulables porque están desarraigados totalmente». Y como la familia «crea raíces únicas», se la ataca. Esto explica que no se fomente ni se apoye a la familia y la natalidad o se deje de lado a los mayores. «Es darwinismo social. Nos interesan los fuertes, los que generan ingresos y consumen», subraya.
En esta situación también tiene parte de responsabilidad la propia Iglesia, pues todo este nuevo ambiente cultural y antropológico «nos ha sorprendido y pillado a traspiés». Y añade: «Hemos dado por supuesto que todo el mundo vivía una cristiandad». En cualquier caso, cree que la familia cristiana sigue siendo «buena noticia» y que tiene mucho que aportar a la sociedad. En concreto, apunta, «va a ser un gran antídoto y una alegría y esperanza para tanta gente cansada de haber mordido ese cambio antropológico. En ella encontrarán un lugar adecuado para poder desarrollar la esperanza y salir de la cárcel del individualismo».
Willem y Sonja
Curso para Novios y Parejas
«Lo llamamos Curso para Novios y Parejas porque nuestro sueño es acoger a parejas no creyentes», explican Willem y Sonja, el matrimonio que organiza esta iniciativa nacida en el seno de los cursos Alpha. Sus siete sesiones sobre diferentes elementos del noviazgo o de la vida común –con una introducción y algo de comida, un vídeo y un rato posterior para hablar en pareja– suponen «una herramienta práctica para llegar a la gente», que para muchos es «la puerta de entrada de nuevo a la Iglesia y una manera de reconectar con Dios».
Tras más de 25 años de experiencia, han podido ver cómo algunos «empiezan un camino de fe después del curso», muchas veces a partir de una sesión sobre el perdón, o sobre el amor como sacrificio. «Abordamos temas como estos desde lo concreto, no de forma teológica, y eso abre la mente de la gente para luego querer conocer más de Dios».
Es consciente, asimismo, de que hoy no resulta atractiva, pero recuerda que los primeros cristianos también vivieron en un clima adverso y, pese a ello, «deseaban vivir el amor para siempre, la atención a los débiles…». Así, cree que puede «volver a enamorar» a la sociedad actual como lo hizo con el Imperio romano. «Hoy, la gran revolución es la familia cristiana», sentencia.
—Pero… ¿en qué puede ayudar al hombre de nuestros días?
—Hace frente al individualismo, pues en ella se habla del nosotros. La sociedad quiere crear familias de uniones del yo, pero sin el nosotros. Y la clave de la familia cristiana es poder salir de ese yo para encontrarme con el tú y que aparezca el nosotros. La familia cristiana, el matrimonio cristiano, es una bendición. Es decirle al mundo que es posible el amor, la entrega, la generosidad, el nosotros. Tenemos que ser testigos de esto y, por eso, es importante que las familias cristianas entren de lleno en la misión de la Iglesia.
Una de las asignaturas «muy pendientes», destaca el prelado, es la transmisión de la fe a los hijos. «Como teníamos una sociedad cristiana, nos despreocupábamos, pues la fe se transmitía por ósmosis. Ya no. Los padres tendrán que unirse, ser creativos y generar vías para comunicar la fe en comunión con las parroquias. Es un reto que ya se empieza a movilizar con tantos programas de educación afectivo-sexual, escuelas de padres…», señala. Una postura que supone ir a contracorriente en estos momentos y que va a requerir que se potencie, añade, «la fuerza de la comunidad, la sinodalidad, la comunión, el compartir y sentirnos pueblo».
Aunque le preocupan todas las leyes que de algún modo «atacan» a la familia –aborto, eutanasia, ideología de género…–, manifiesta que no deben asustarnos. «La Iglesia ha vivido durante siglos con otras aberraciones, como la esclavitud, y brilló con fuerza. De parte de la verdad, de la vida y del amor está Dios. Lo importante es que aparezcan familias cristianas con esperanza, ganas de trabajar, de transmitir la fe, de luchar por el nosotros, por vivir el amor y el perdón», insiste.
Juan Antonio y Maite
Delegados de Familia y Vida de San Feliú de Llobregat
Las insistentes recomendaciones del Papa Francisco de crear un verdadero catecumenado prematrimonial en lugar de las tradicionales charlas de fin de semana tienen su respuesta en los cursos que organiza la diócesis de San Feliú de Llobregat para parejas de novios. «Llevamos 18 años haciéndolos», aseguran Juan Antonio y Maite, los delegados diocesanos de Familia y Vida.
A las parejas que se quieren casar les ofrecen diez encuentros –siete catequesis y tres celebraciones– en las que dan a los novios «algo que nunca han escuchado: el anuncio del amor gratuito de Dios. Es una novedad para ellos, porque en el ambiente está la idea contraria, que amar es dar algo pero siempre a cambio de otra cosa, o esperando algo de la otra persona».
Los resultados son «increíbles», porque «la gente en realidad necesita escuchar que hay una manera de vivir y de amar diferente».
Mazuelos concluye reivindicando la exhortación apostólica Amoris laetitia, de cuya publicación se han cumplido ya cinco años. «Todavía no ha entrado con fuerza. Hay que fomentar el acompañamiento a matrimonios jóvenes, la educación afectivo-sexual y ayudar a los heridos y a los que sufren, pues no podemos echarlos fuera, sino darles respuestas personalizadas. Tenemos mucho trabajo por hacer», concluye.