Miles de obispos han escuchado por primera vez este 2022 a los laicos como fieles cuya opinión es relevante por su cercanía a la realidad: mujeres y hombres, ancianos y jóvenes, practicantes o decepcionados… Todos aportan.
En la gran mayoría de los países se ha hablado serenamente de lo que va bien y de lo que va mal, de lo que escandaliza, de lo que hay que explicar mejor o bien con otra actitud, de cómo la figura de Jesús atrae a los jóvenes mientras que muchas estructuras —eficaces durante siglos— les echan para atrás.
En este caminar juntos, decenas de millares de fieles laicos han escuchado por primera vez al obispo como a un hermano, y han salido edificados. En general, se vuelve a tomar como referencia el modo abierto de relacionarse —con todo tipo de personas— de Jesús de Nazaret, y la actitud vital constructiva de los primeros cristianos.
Es un paso gigantesco, pero tan solo el primero de un camino que incluirá, a partir de febrero, las siete asambleas continentales que, por primera vez, serán asambleas eclesiales —no episcopales—, en las que participarán consagrados y laicos de todo tipo, con especial atención a las personas que llevan el peso de la catequesis, las actividades de las parroquias, las escuelas y actividades asistenciales.
La Secretaría del Sínodo ha elogiado el trabajo de la gran mayoría de las 112 conferencias episcopales y el modo en que cambiaba —en una línea cada vez más fraternal— la relación entre ellas y la relación con una Roma que les escucha. Se ha perdido el miedo a hablar serenamente de los problemas.
El gran desafío ahora es pasar al segundo nivel. Escucharnos unos a otros por primera vez ha sido un paso histórico. Pero Francisco siempre recuerda que el camino sinodal consiste en «ponerse juntos a la escucha del Espíritu Santo».