El amigo evangélico del Papa Francisco
Marcelo Figueroa, presbítero evangélico amigo del Papa Francisco, es columnista en L’Osservatore Romano, dirige la edición argentina del periódico vaticano y conduce un programa de radio junto a un sacerdote villero. Años atrás, siendo un laico experto en Biblia, lideró el único programa de televisión que ha contado con un Papa –entonces cardenal Bergoglio– como colaborador y cada mañana desde 2010 a 2013 toda la Curia porteña recibió por correo electrónico sus opiniones sobre textos bíblicos
Generosidad, confianza y audacia. Estas fueron las motivaciones que, según Marcelo Figueroa, le movieron a iniciar una misión en el diálogo ecuménico con el entonces cardenal primado de Argentina, Jorge Mario Bergoglio. Se conocieron hace 20 años, cuando Figueroa dirigía la Sociedad Bíblica Argentina. Ahí comenzó una relación que luego se transformó en «santa amistad». En el año 2000 Bergoglio le propuso coordinar el Día de la Biblia con todas las confesiones (protestantes, ortodoxos, pentecostales y adventistas). Cuando Alfa y Omega charla con Figueroa, anticipa que el motu proprio del Papa para el Día de la Biblia —este 26 de enero—, tiene su raíz en Buenos Aires.
¿Cómo llegó a convertirse en el biblista más consultado por Bergoglio?
Yo ya hacía trabajo ecuménico dentro de la Sociedad Bíblica con la lectio divina, y Bergoglio me propuso hacer una reflexión sobre el Evangelio del día que el arzobispado enviaba a una cantidad enorme de direcciones. Teníamos que hacerlo con discreción, no era prudente que en aquel momento saliera a la luz que un protestante hacía la meditación que iba dirigida a todas las direcciones del Arzobispado católico. Esa fue mi primera aportación.
Además de biblista, usted escribe en el diario del Vaticano y ha conducido un programa en un canal católico.
Escribir en L’Osservatore Romano fue iniciativa mía; lo hablamos por teléfono y el Papa fue mi aval. Luego sacamos la edición en papel para Argentina, pero duró un año —ahora sale en versión online en la página perfil.com—.
Sobre el programa de televisión, en su día propuse al canal 21 Orbe un espacio de diálogo ecuménico y nació Biblia, diálogo vigente. Como ya habíamos escrito El cielo y la tierra el rabino Abraham Skorka, Bergoglio y yo, y nos conocíamos bien, le propuse participar. Al principio no quiso, luego aceptó solo por cuatro programas… Pero terminaron siendo 31.
Se está cuestionando el rol de los evangélicos en la política de Estados Unidos y en países latinoamericanos como Brasil y Bolivia.
En la época de Carter los movimientos metodistas tuvieron un rol fundamental en el acercamiento a los derechos humanos en América Latina. Pero desde Bush en adelante fueron creciendo los movimientos fundamentalistas, y Trump los exacerbó. De alguna manera fueron determinantes en su elección; tomaron una agenda moralista, no tanto de la línea evangélica intelectual, Trump lo detectó y comenzó a hacer gestos, por ejemplo, levantando la Biblia. Así sumó el apoyo de los pentecostales, los megapastores y multimillonarios evangélicos.
En países como Colombia, Honduras y Bolivia están estos mismos grupos con sus megapastores; también sucede en México y, aunque menos, en Argentina y Chile. En Brasil está la Iglesia Universal del Reino de Dios, con Edi Macedo; este movimiento neopentecostal ganó un lugar muy importante, porque domina una de las dos redes de televisión, con influencia en los sectores más vulnerables. Su estrategia política fue colocar primero personas en municipios. Bolsonaro vio esto como un caudal político importante e hizo también una profesión de fe.
Esta agenda creciente está en contra de lo que nosotros trabajamos alrededor del Papa Francisco, que es el ecumenismo de la paz y el diálogo. Sin embargo la historia del movimiento protestante siempre se promovió en la polis, en la gran política.
¿Qué nos puede contar de sus viajes con el Papa a países protestantes?
Acompañé al Papa a Lund, Suecia. Fue un encuentro con la Federación Luterana Mundial, un gesto muy significativo: el Papa católico iniciando un año de conmemoración de los 500 años de la Reforma con un documento que se trabajó en todo el mundo, que se llamó Del conflicto a la comunión. El otro viaje fue a Ginebra, por la celebración de los 70 años del Consejo Mundial de Iglesias. Hubo una liturgia en una iglesia luterana, y luego en un estadio donde estaban los representantes de todos las confesiones cristianas. También me tocó participar en la primer visita del Obispo de Roma a un obispo anglicano en Italia; citó al obispo anglicano en Argentina, que es primado para Sudamérica, e hizo mucha referencia a los anglicanos en su rol determinante en las traducciones de la Biblia.
¿Qué recomendaría a países donde el dialogo ecuménico es de baja intensidad o no existe?
No daría consejos, lo único que sugiero es un camino que se transite dando pasos a la vez. Las discusiones teológicas sostienen lo ecuménico, pero a veces se traban. Sin embargo con el diálogo fraterno nos conocemos y perdemos el miedo —porque a veces no nos encontramos por ignorancia o prejuicio, o por miedo a perder la propia identidad—. Pero justamente el ecumenismo tiene como eje que nadie deje su identidad porque, si lo hace, pierde valor. El encuentro es conversar porque somos diferentes, y ahí la riqueza; pero tiene que ir en varios niveles, ya que a veces solo se queda en los grandes encuentros o fotos bonitas de las vestimentas, pero también hay que encontrarse en la base, en acciones, quizás con encuentros con los más humildes, ante los desastres de la naturaleza… hay que trabajar juntos por el bien común. Ante este mundo tan dividido, partido, opuesto, se necesita que quienes profesamos la fe nos unamos en la diversidad, que es posible e imprescindible.