El Amazonas contado a través de Facebook
Luis Miguel Modino es misionero en el Amazonas. Aunque pasa días sin internet, hace todo lo posible para no dejar de compartir vivencias con sus 5.000 seguidores de Facebook. «Las redes sociales son instrumento de evangelización», asegura
El sacerdote madrileño Luis Miguel Modino ha vivido los últimos dos años y medio trabajando con los indígenas de la diócesis de Sao Gabriel da Cachoeira, un enclave en pleno Amazonas, en la frontera de Brasil con Colombia y Venezuela. «Cuando visito a las comunidades, paso ocho o diez días en lugares sin ninguna comunicación con el mundo exterior», cuenta a Alfa y Omega. Sin embargo, a pesar de eso y de que ni siquiera en casa tiene internet, hace todo lo posible para no dejar de compartir vivencias con sus casi 5.000 seguidores de Facebook. «Es algo que hay que cuidar, aunque a algunas personas les parezca una pérdida de tiempo. Tengo cada vez más claro que las redes sociales son un instrumento de evangelización donde tenemos que hacernos presentes».
Es el mensaje que este misionero ha transmitido en la 71ª Semana de Misionología, que se clausura este jueves en Burgos. Desde el lunes, han reflexionado sobre Misión y redes, entre otros, monseñor Lucio Adrián Ruiz, secretario del Dicasterio de Comunicación del Vaticano; Leticia Soberón, miembro del mismo organismo; el director de ABC, Bieito Rubido; los colaboradores de Alfa y Omega José Francisco Serrano y Ninfa Watt; y monseñor Ginés García Beltrán, presidente de la Comisión de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española.
«Hoy, parte de la misión de la Iglesia está en las redes», explica a esta publicación José María Calderón, subdirector nacional de OMP. Por eso, la semana ha querido abordar «cómo hacer presente esta misión en las redes y en los medios, y por otro lado cómo hacer que estos sean realmente misioneros». El también delegado de Misiones de Madrid explica que casos como el de Modino no son extraños. «Hay muchísimos misioneros que se comunican con España a través de las redes, y a la gente le interesa mucho. La gente aquí sigue teniendo mucha inquietud e ilusión por la misión, y cuando les hablas de ella están abiertos».
Seguidores que no leen información religiosa
Modino se fue a Brasil en 2006. Por aquel entonces, ni sabía que existía Facebook, que se abrió a todo el mundo ese mismo año. Aterrizó en la red social «poco a poco», y no ha parado de ganar seguidores. El sacerdote colabora de forma habitual con la Agencia Fides, Religión Digital y otros medios. Pero también ha ido dando cada vez más importancia a las redes sociales. «Por Facebook puedo llegar a gente a la que por otras vías resulta más difícil, porque no se va a meter en una web de información religiosa. Comparto lo que publico, el Evangelio del día… y veo que a gente que quizá no participa mucho en la Iglesia eso le llega y le hace reflexionar».
Así, logra dar visibilidad «a realidades que no suelen aparecer en los medios, y en las que Dios se hace presente de forma diferente». Algo muy necesario a pesar de que la mayoría de sus lectores estén en el mismo Brasil. «Hay muchos brasiles, porque es tan grande como 17 españas. Los propios brasileños no conocen la Amazonia y a sus pueblos. Yo trato de mostrar, sobre todo, que aquí la gente es feliz con poco. También su sabiduría, su capacidad para vivir en comunidad preocupándose unos de otros, y su extremo cuidado por lo que el Papa Francisco llama la “casa común”».
Los comentarios y respuestas que recibe, también en privado, le han hecho darse cuenta de cómo «a la gente le impresionan las fotografías de la naturaleza y de la gente. Muchos lo ven como una muestra de la grandeza de Dios. Y, cuando comparto algo sobre alguna celebración indígena, muchos se preguntan sobre esta Iglesia, tan diferente a la que ellos conocen».
«A veces no tenemos idea de la belleza del tesoro que tenemos, y hasta qué punto puede fascinar a los que no lo conocen», afirmó el lunes monseñor Lucio Adrián, secretario del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, al inaugurar en Burgos la 71ª Semana Española de Misionología. «Tenemos que saber llevar a la cultura contemporánea la novedad de Dios. También en el areópago moderno, tenemos que ser capaces de ofrecer un mensaje bello, creativo, original y fascinante. A eso lo llamo yo misión».
Dentro de esta tarea a la que está llamada la Iglesia, en el siglo XXI es imprescindible estar presente en las redes sociales, pero también adaptarse a los nuevos códigos que estas implican. «Para alguien acostumbrado a Twitter, no es aceptable una homilía de 40 minutos». Además, «hay que hacer un servicio multimedia, que implique al lector».
El responsable de la antigua Secretaría de Comunicación, recientemente elevada por el Papa a Dicasterio, se mostró convencido de que «el Espíritu Santo suscita en cada época los cómos de la comunicación». Pero los cristianos también han de ser conscientes de las consecuencias de la saturación informativa. «Las redes acercan al que está lejos, pero muchas veces alejan al que está cerca», reconoció. Por eso, el hombre contemporáneo está sediento de una comunicación auténtica, que lleve a la comunión. En esa dirección –concluyó– debe trabajar la Iglesia.