Coincidiendo con el 15 aniversario del fallecimiento de san Juan Pablo II, el arzobispo de Madrid rescataba en Twitter una frase suya: «La cruz se transforma también en símbolo de esperanza». Resulta muy oportuna en esta Semana Santa tan atípica, marcada por el coronavirus y el escalofriante número de fallecidos que está provocando.
Aunque el confinamiento obligue a seguir las celebraciones por una pantalla y haya dejado las calles sin procesiones, los cristianos acompañamos a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección, sintiendo en su dolor el de tantos. En su rostro desencajado, en sus heridas, encontramos a los hermanos que más sufren estos días, con nombres y apellidos concretos.
Ahora que la enfermedad nos ha golpeado con virulencia y la sociedad se siente más vulnerable que nunca, es necesario que los creyentes digamos bien alto que el sufrimiento y la muerte no van a tener la última palabra. Que el Amor vence. Cuando el Domingo de Pascua experimentemos que Jesús ha resucitado, no nos guardemos esta Buena Noticia. Cada gesto contará.