Que no lo llamen progreso - Alfa y Omega

Que no lo llamen progreso

Con la proposición de ley de la eutanasia se debilita «la actitud de respeto a la vida de los más débiles», según denunció la Asociación Española de Bioética, y se podrá acabar presionándolos

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Foto: Pixabay.

El pasado 11 de febrero, el Congreso admitió a trámite la proposición de ley de la eutanasia, con el rechazo de PP y Vox y dos abstenciones. Según el texto, se busca «legislar para respetar la autonomía y voluntad de poner fin a la vida de quien está en una situación de enfermedad grave e incurable, o de una enfermedad grave, crónica e invalidante, padeciendo un sufrimiento insoportable que no puede ser aliviado en condiciones que considere aceptables».

Las últimas elecciones generales se llevaron por delante la tramitación de esta proposición de ley, pero sorprende la celeridad con la que se ha colocado de nuevo en el centro del debate parlamentario. Se ha hecho sin entrar antes en otros temas más urgentes para el país ni valorar siquiera, como piden los expertos, un mejor desarrollo de los paliativos o agilizar la tramitación de las ayudas a la dependencia.

Si bien la propuesta habla de eutanasia y no recurre explícitamente al tramposo concepto de muerte digna —aunque sí habla de condiciones «incompatibles con la dignidad personal»—, en el acalorado debate parlamentario se volvió a contraponer el sufrimiento a la posibilidad de morir dignamente. Como recuerdan los obispos en su mensaje para la Jornada por la Vida, que se celebrará el próximo 25 de marzo, es una contraposición falsa porque «la persona que sufre posee plenamente su dignidad» y «la vida tiene sentido hasta el final». «Tenemos que ser capaces de decir a cada enfermo que es una persona valiosa –aseveran– y que su vida importa, y que haremos todo lo que sea necesario para que viva los últimos momentos de su vida, con los cuidados precisos, en compañía, con paz».

Más allá de consideraciones como que los defensores de la ley recurran a casos muy extremos para justificarla o del miedo —lógico— que produce el hecho de que la Administración intervenga en la decisión, lo más preocupante es que se debilita «la actitud de respeto a la vida de los más débiles», según denunció la semana pasada la Asociación Española de Bioética, y se podrá acabar presionándolos para que se quiten de en medio. Por mucho que lo vendan como tal, esto no es progreso.