La enfermedad mental ha irrumpido en millones de hogares de España provocando enormes desestabilizaciones. Frente a patologías físicas como un cáncer o una dolencia cardiaca, que suscitan automáticamente la solidaridad de los demás, la enfermedad mental está envuelta en una nube de incomprensión y prejuicios que agravan los sufrimientos tanto de las personas enfermas como de sus familiares. A estos últimos han dedicado su atención las Jornadas de Pastoral en Salud Mental que, cada dos años, organiza la Conferencia Episcopal. Un primer reto es ayudarlos a comprender que, como el ciego del Evangelio, la enfermedad no es consecuencia de que el paciente o «sus padres» hayan pecado. Pero tampoco es posible ignorar los profundos cambios que provoca y sus hondas repercusiones éticas o espirituales, hasta el punto de que la persona enferma a veces parece transformada en otra completamente distinta. Si a esto se le añade que el proceso de curación a menudo es muy largo y sujeto a recaídas, resulta evidente que existe un gran déficit de acompañamiento a las familias que hace falta remediar.