Ecce Homo. He aquí al Hombre - Alfa y Omega

El pasado noviembre la galería Magalhães & Santos presentó una obra inédita del artista burgalés Mateo Cerezo, el Joven. Titulada Ecce Homo, se encuentra actualmente expuesta en la catedral de Burgos, lo cual ha ofrecido la posibilidad de mostrar la pintura en su contexto original, permitiendo así descubrir el porqué de su creación y su utilidad para transmitir un mensaje. Hoy en día, cuando visitamos museos y colecciones artísticas vemos las obras en espacios diferentes de aquellos para los que fueron concebidas. Esto supone la pérdida del marco original de la obra, ya que abandonar su entorno natural supone disipar aquel escenario y su propia historia. En términos contemporáneos, se podría decir que no es lo mismo ver una película en el cine que en el móvil. Por eso, nos interesa no solo estudiar las obras en ese contexto primigenio, sino también poder devolverlas a su entorno natural ofreciendo al público general la oportunidad de valorar la calidad estética, su historia y su mensaje simbólico.

Artur Schopenhauer concebía el arte, especialmente las obras maestras, como ideas eternas capturadas a través de la pura contemplación. Su origen es el entendimiento de esas ideas y su objetivo la comunicación de este entendimiento, diferenciándose así de la razón, que se basa en la experiencia y en la ciencia. Con esta definición, nos acercamos al cuadro que nos ocupa, el Ecce Homo. Inspiró esta iconografía el Evangelio de Juan 19, 4-6: «Pilato salió otra vez y les dijo: “Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en Él ninguna culpa”. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: “He aquí al hombre”. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Pilato les dijo: “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en Él”».

La lejanía del hombre contemporáneo con este pasaje es evidente. Sin embargo, el enérgico simbolismo del Ecce Homo de Cerezo consigue despertar la emoción del espectador y transmitir los valores de la Palabra divina aun a quien no la conoce. Vemos que la corona, símbolo usualmente asociado con poder y autoridad, se convierte irónicamente en un elemento humillante y grotesco en este contexto. El manto púrpura, representativo de la realeza, aparece desgastado y apenas cubriendo al personaje. El título mismo de la obra, Ecce Homo («He aquí al Hombre»), subraya la humillación y deshonra del individuo representado. Al dirigir sin embargo nuestra atención a los ojos del personaje, podemos percibir serenidad y posiblemente empatía en su mirada, en lugar de ira o tristeza, que serían las emociones esperadas.

Esta representación desafía nuestras expectativas y nos invita a reflexionar sobre la capacidad humana de perdonar y empatizar, incluso en situaciones extremas. Refleja la transición del Renacimiento al Barroco español, caracterizado por una representación más naturalista, más humana y más cruda. La obra nos plantea la idea de que si un ser humano pudo mostrar compasión y perdón en circunstancias adversas, entonces también nosotros deberíamos ser capaces de hacerlo.

La contemplación y la emoción definen al ser humano; por ello, en un contexto contemporáneo, la obra del Ecce Homo de Mateo Cerezo sigue despertando en el espectador mensajes inmutables que no parecen haberse diluido con el paso del tiempo. Cerezo elige en esta obra el momento más vulnerable de la vida de Jesús, aquel en el que ha sido injuriado y humillado, mostrando así que la vulnerabilidad y la fragilidad no son ajenas a ningún ser humano. La obra invita a reflexionar sobre los conflictos e injusticias sociales, aunque es la mirada intensa y emotiva de este Ecce Homo la que nos recuerda, creyentes o no, que existe un camino de esperanza y de redención. En resumen, en un contexto actual, la obra puede seguir siendo una fuente de inspiración para reflexionar sobre temas universales, adaptándose a las preocupaciones y desafíos contemporáneos.

Desde mi perspectiva como especialista en arte, considero que mi función no es imponer emociones específicas a los espectadores, sino aportar los recursos necesarios para que reflexionen frente a la obra y creen sus propias conclusiones. Personalmente, he tenido el privilegio de convivir con esta obra durante varios meses y experimento una profunda conexión emocional con ella. Al contemplarla, encuentro calma y compasión en la mirada de Cristo, que me lleva a reflexionar sobre el perdón hacia mí mismo, mi historia y el mundo que me rodea. Resulta fascinante cómo una pintura centenaria puede seguir impactando emocionalmente a las personas en la actualidad. Esto demuestra que el gran arte trasciende el tiempo. Por tanto, animo a aprovechar la oportunidad de visitar esta magnífica obra maestra en el silencio sagrado de la maravillosa catedral burgalesa. Permitan que les hable y descubran por sí mismos su poder transformador.