Los seres humanos somos profundamente interdependientes y vulnerables. Al nacer somos el ser vivo más vulnerable y dependiente del planeta, pero gracias a nuestra cooperación racional y afectiva llegamos a ser el más fuerte. Nuestra interdependencia ha crecido exponencialmente en las últimas décadas, según ha ido avanzando reticularmente la globalización en los terrenos de la economía, la política, los medios de comunicación y transporte, la tecnología, el medio ambiente… Así, nuestro mundo es hoy una gran red que nos une a todos para bien y para mal en una interdependencia que es, asimismo, transversal a los ámbitos individual, local, nacional y global.
La doctrina social de la Iglesia, desde san Juan XXIII y san Pablo VI, ya anticipó muchas de estas cuestiones cuando planteó la mundialización del bien común y sintetizó su programa en el principio del desarrollo integral: de todo el hombre y de todos los hombres. Todas las dimensiones del hombre y de la sociedad están interconectadas, pero también toda la familia humana, así como nuestra casa común. Por ello, la DSI repite que no debe desligarse el desarrollo integral del hombre del desarrollo solidario de la humanidad. Posteriormente, san Juan Pablo II promulgó la Sollicitudo rei socialis, mientras que Benedicto XVI consagró al desarrollo integral su encíclica Caritas in veritate, y el Papa Francisco ha potenciado la dimensión medioambiental en la Laudato si. Benedicto XVI ya advertía que «el riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano» (CV, 9). Mientras que Francisco señaló que «la interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común» (LS, 164).
Esta pandemia, en buena medida, nos ha mostrado un grave riesgo de interdependencia global. Gráficamente: si China o Nueva Zelanda estornudan, en España, México, o el resto del mundo podemos coger una gripe mortal en cuestión de días, por no decir horas… Al contagio de esta pandemia genocida se añade el contagio de graves problemas económicos que tienen al mundo al borde de una de las peores recesiones de la historia, golpeando más duramente, como siempre, a los más vulnerables.
Para afrontar retos como este y otros similares es vital aprender de las vulnerabilidades y amenazas que conlleva nuestra creciente interdependencia global en materia de salud, medio ambiente, terrorismo… Pero también hemos de aprender de las fortalezas y oportunidades que nos abre este contexto. O dicho en términos empresariales, es necesario hacerle un análisis DAFO a la situación poscoronavirus, tomando como referencia los principios de la DSI.
Por llevarlo a la actualidad, sería conveniente repensar desde la interdependencia dos ámbitos enfrentados ideológicamente en el debate COVID-19: lo público vs. lo privado –o también economía vs. salud–. Esta es una de las posibles lecciones de esta crisis: replantear un modelo de interdependencia público-privado, frente a la defensa unilateral de lo público, que reivindica determinado socialismo, y frente a la defensa unilateral de lo privado, que postula cierto individualismo liberal. Conviene superar la vieja dialéctica público vs. privado en una alianza que refuerce ambas dimensiones y que amplíe nuestra visión de lo público, no reductible a lo estatal, y de lo privado, no reductible a lo mercantil. En ello la sociedad civil debería adquirir protagonismo, como apunta la economía civil de Zamagni, la sociología de la (inter)relación en red de Donati, o su idea de lo «privado-público». Otro ámbito vital de aplicación es el de la cuestión medioambiental, lo que nos lleva a Laudato si.
En el ámbito geopolítico también cabe plantear la interdependencia, pero partiendo de los principios de participación y subsidiariedad hacia la cooperación en un bien común internacional, en el sentido que apuntaban nuestros pensadores de la Escuela de Salamanca y la DSI. Pero sin caer en los cantos de sirena de ciertos gurús y lobbies del dirigismo globalista.
Pablo Sánchez Garrido
Profesor de Filosofía Moral y Política y DSI en la Universidad CEU San Pablo