Dos ONGD recogen firmas para que las empresas paguen por los daños ambientales

Dos ONGD recogen firmas para que las empresas paguen por los daños ambientales

Alboan y Entreculturas han presentado el informe Somos Amazonia, que subraya cómo los daños ambientales afectan de forma más grave a las mujeres

María Martínez López
Somos Amazonia
Anitalia Pijachi, una de las participantes en el informe. Foto: Entreculturas.

Con motivo del Día Internacional de la Tierra, Alboan y Entreculturas han lanzado una recogida de firmas para que la Directiva Europea de Gobierno Corporativo Sostenible y Diligencia Debida que se está tramitando en la actualidad sea realmente eficiente. También han presentado algunas claves para la defensa del medioambiente desde una perspectiva ecofeminista.

Piden, por ejemplo, «una transformación integral» que a lo largo y ancho del planeta una la lucha por la equidad y por el medio ambiente. También acabar con la opacidad de las cadenas de suministros; «modificar estilos de vida y comportamientos» y reformar los mercados, y favorecer la participación de mujeres, pueblos indígenas y otros grupos vulnerables en los espacios de toma de decisión locales e internacionales.

Las reivindicaciones se encuentran recogidas en el informe Somos Amazonia. Claves ecofeministas par la defensa de la Amazonia, presentado este jueves. El documento, fruto de un proceso de diálogo entre un grupo de mujeres vascas y de los países panamazónicos, forma parte de la campaña Somos Amazonía.

Un iceberg

El texto presenta la realidad del mundo como un iceberg: la parte superior, visible, es el proceso de acumulación de capital. Pero esta no puede sostenerse sin la parte inferior e invisible, que es la que sostiene la vida. Así, la Amazonia concentra el 10 % de las especies conocidas de plantas y animales y favorece la retención de humedad, producir oxígeno, capturar dióxido de carbono y así regular la estabilidad climática de la región. También es el hogar de una amplia diversidad cultural de pueblos y comunidades.

Sin embargo, ha pasado a ser considerada como mera fuente de «recursos naturales». Y «solo es visible cuando se tala, se comercializa y se convierte en terreno productivo», ya sea como lugar de una explotación minera, un campo de monocultivo de soja, maíz o palma aceitera o un pasto para la ganadería extensiva.

Este fenómeno se ha producido sobre todo desde los años 1980 del siglo XX, cuando un modelo de desarrollo centrado sobre todo en alimentar los mercados locales pasó a priorizar la demanda de recursos de los mercados internacionales y las empresas transnacionales. De esta manera, los países amazónicos se «especializaron» en la exportación de materias primas para las cadenas de suministros globales. Esta tendencia se ha agravado por «la pandemia de COVID-19 en 2020 y el auge de precios de las materias primas que ha desatado la guerra en Ucrania».

Por ejemplo, el 25 % de la cuenca amazónica son áreas protegidas legalmente, pero en la mitad «se permite la extracción directa o indirecta de recursos». Esta actividad ejerce también presión sobre la mitad de los territorios indígenas, que son otra cuarta parte de la cuenca.

Las mujeres, más perjudicadas

El documento de Alboan y Entreculturas hace hincapié en que la destrucción ambiental genera daños sociales que perjudican de manera «más agresiva y directa» a las mujeres. El hecho de que se les asignen a ellas los roles relacionados con la vida y la fecundidad hacen que sufran más la degradación del entorno. En unos casos, se ven obligadas a desplazarse a las ciudades para mantener su hogar. En otros, al emigrar los hombres, se ven abocadas a ponerse al frente de hogares monomarentales.

También les afecta de forma especial la contaminación (son ellas las que sufren más ciertos tipos de cáncer con este origen), la acción de grupos armados, el empobrecimiento de las familias, la falta de acceso a la atención médica y la elevada mortalidad materna, la explotación sexual o la trata de personas, entre otros.

Ello se debe a que «el origen de la dominación sobre ambas, mujeres y naturaleza, nace de las relaciones de poder injustas» que ponen en el centro al ser humano varón. Pero, lejos de ser agentes pasivos, las mujeres indígenas «se están uniendo y organizándose», y «están en la primera línea de defensa y respuesta a las emergencias climáticas».

Algunas cifras
  • 656 % ha aumentado la minería, un 130 % la infraestructura y un 151 % la agricultura y ganadería en 35 años
  • 80 % de la pérdida de bosque amazónico en Brasil está relacionada con la ganadería que lo convierte en el primer exportador de carne de res del mundo
  • 24,5 % de la superficie total de selva está asignada a la  minería y la extracción de petróleo
  • 14 % de la extensión amazónica original se perdió hasta 2018. Si se alcanza el 20 % o el 25 %, algunos científicos consideran que se convertirá irreversiblemente en sabana
  • ¾ del bosque amazónico ha visto mermada su capacidad de adaptación

Los culpables no rinden cuentas

El informe señala la implicación en todos estos procesos de numerosas instituciones financieras europeas, que invierten en estos proyectos y, por tanto, «obtienen beneficios de la deforestación».

En cambio, «si algo sale mal y se producen impactos medioambientales o vulneraciones de derechos humanos, es sumamente complicado conseguir que dichas empresas rindan cuentas». La opacidad de las cadenas de suministros impone a las víctimas la carga de recabar las pruebas, identificar a las empresas responsables y acudir a la jurisdicción competente, que puede estar fuera de su país.

Frente a esto, «las medidas voluntarias de rendición de cuentas empresarial» se han demostrado ineficaces. Esto ha llevado a muchas entidades a pedir que se elabore un instrumento internacional vinculante en el marco de la ONU, y a exigir que la Directiva Europea de Gobierno Corporativo Sostenible y Diligencia Debida sea eficaz. Este objetivo se puede apoyar firmando en la web Visibles.