Dónde y cuándo nacen las vocaciones - Alfa y Omega

He aprendido en estos últimos treinta años (quince cerca de los seminarios y otros quince cerca de la vida consagrada) que, aun en medio de la sequía de vocaciones de especial consagración, surgen esas vocaciones si se dan estos dos dónde y estos dos cuándo:

• Nacen más vocaciones en diócesis, y lugares, donde el número de jóvenes es proporcionalmente notable. El descenso de la natalidad en España ha hecho que seamos menos habitantes ahora mismo –incluso contando la emigración– que en 1981. Muchos matrimonios, ya antes de la crisis, decidieron optar voluntariamente por el hijo único. Y ha ascendido la edad de las madres, a la hora de tener el primer hijo, a más de 30 años de promedio. Donde no hay suficiente población de jóvenes, se pincha en hueso. De entrada, tienen, pues, una desventaja las diócesis rurales sobre las de poblaciones urbanas. Y, además, no es lo mismo la acción pastoral con una juventud dispersa en pequeños núcleos que concentrada en grandes barrios, hasta en la misma calle o parroquia. Claro que hay jóvenes en Jaca, Soria y Ciudad Rodrigo, pero en proporción y en distribución no se pueden comparar con Madrid, Sevilla o Valencia. Y tienen mayor probabilidad las familias con más hijos, al ofrecer testimonio y generosidad, para que en su seno salgan vocaciones. Por ende, ha aumentado la oposición de muchos padres a que sus hijos puedan iniciar el camino de la vocación consagrada.

• Y nacen más vocaciones donde los jóvenes, ellos y ellas, practican frecuentemente y llevan una vida espiritual honda. Si no salen esquiadores de África ni toreros de Escandinavia, tampoco pueden sentirse llamados a una entrega, que implica distintas renuncias, quienes no están cerca de nuestro Señor y de la comunidad eclesial, pues no bajan vocaciones de los ovnis. Y digamos también con claridad que, en los lugares donde en el ambiente se ha sustituido la religiosidad por idealismos o materialismos –por ejemplo, el nacionalista, el consumista, aunque hay más–, se añade una dificultad comprobada. En las parroquias, asociaciones y movimientos que cultivan grupos de oración, y a la vez de voluntariado caritativo, resulta más connatural que puedan surgir las vocaciones. Además, quienes ya tienen indicios de vocación se acompañan y animan mutuamente en una amistad vocacional que, si es auténtica, durará toda la vida.

• Nacen más vocaciones cuando, en la pastoral ordinaria, quienes practican, reciben la sugerencia o la propuesta de un sacerdote o de un consagrado, dentro del propio itinerario espiritual. La dirección espiritual e, incluso, la confesión, son ocasión de gracia para que los y las jóvenes se pregunten, como aquel del Evangelio: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?» (Mt 19, 20). En el ejercicio del ministerio sacerdotal y en el apostolado de los consagrados, entra necesariamente hacer la propuesta. ¿Habrá sacerdotes que nunca la han hecho? Porque un cura llega a una parroquia y empiezan a surgir; se va y viene otro, y dejan de nacer y, en cambio, brotan a la siguiente adonde y cuando llega. Y los colegios: ¿se puede afirmar de un centro de identidad católica -de religiosos o consagradas- que funciona bien si no sale vocación consagrada alguna?

• Y nacen más vocaciones cuando el seminario, monasterio o casa de formación, es decir, los miembros de la comunidad educativa vocacional, es testimonial, de tal modo que las vocaciones surgidas no sólo se sienten acogidas, sino que progresan, por contagio, en deseos de perseverar hasta la ordenación o la profesión y, luego, toda la vida. Y, al frente de esa comunidad, hay una persona que es claramente referente –en su vida y en su hacer– de la vocación de especial consagración que allí se acoge y se forma.

La cuenta y razón resulta, pues, sumando estos dónde y estos cuándo.

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