¿Dónde hay un sacerdote? - Alfa y Omega

¿Dónde hay un sacerdote?

Testimonio de dos matrimonios peregrinos

Redacción

Raquel Heras y Miguel Ángel Díaz

Aprovechando que sus dos hijas mellizas de diez años se iban de campamento con la parroquia, Raquel y Miguel Ángel emprendieron el Camino desde Sarria, como un momento único para ofrecer al Señor su matrimonio y su tiempo de vacaciones. Lo que más les ha llamado la atención, es que las personas con las que han compartido tramos del Camino «iban de turismo, en grupos de amigos». Sólo recuerdan a una familia de Ciudad Real, con los que «buscábamos las parroquias abiertas, para entrar a rezar un rato ante el Santísimo».

Pero no ha sido fácil: ellos eligieron una ruta alternativa en la que la mayoría de las iglesias estaban cerradas, y, las que estaban abiertas, tenían unos horarios de Misa muy complicados para coincidir. «Si estaban abiertas no había ningún sacerdote para confesarte -cuenta Miguel Ángel-. Fue sólo al llegar a Santiago cuando tuvimos la oportunidad de encontrar uno».

Para Raquel, «si empiezas el Camino con fe, tienes paz para hacerlo completo y sin necesidad de ayuda externa. Pero si vas buscando, y no das con gente que se cruce contigo y que te transmita algo, es imposible. Aun así, es digno de alabanza el compañerismo de la gente, también de las personas no creyentes». Miguel Ángel afirma la importancia de que las personas, aun sin creer, vayan al Camino: «La peregrinación a Santiago es un escaparate magnífico de la Iglesia, a través del perdón de los pecados, y seguro que todo el mundo que se acerca, lo percibe». Al llegar a Santiago de Compostela, Miguel Ángel se sorprendió con la cantidad de gente que había en la Misa del Peregrino: «Si no tienes algo de fe, no entras a Misa, y la catedral estaba a rebosar, así que supongo que la mayoría de la gente que peregrina o bien es creyente, o bien busca a Dios».

Lucía Pozuelo y Samuel Baltasar

Lucía y Samuel cambiaron la playa paradisíaca por trece días caminando hasta Santiago de Compostela para celebrar su luna de miel. Una experiencia que ha fortalecido su relación de pareja y, por supuesto, su amor a Dios: «Se lo debíamos; hay que ser agradecido», señala Samuel: «El Señor nos ha regalado nuestra vocación al matrimonio, nos ha llevado en palmitas y teníamos que dar las gracias de algún modo».

«Todo el mundo tiene una búsqueda espiritual cuando hace el Camino -afirma Samuel-. Ponen excusas como el deporte, y llaman al Camino vacaciones…, pero todos te dicen que engancha, y yo creo que es porque les llama algo desconocido. Y más tarde o más temprano, se darán cuenta de que es Dios».

Lucía reconoce que hacer el Camino de Santiago «tiene sentido si eres cristiano, si no, te falta algo». No cabe duda de que «es muy duro dejar todas tus comodidades y estar todo el día mojado», señala Lucía, al recordar cómo, de los trece días que estuvieron andando, llovió incansablemente la mayoría. Pero la bondad de los desconocidos es lo que más le llamó la atención: «Llegaba reventada a los albergues, y necesitaba ir a la Eucaristía. Recuerdo especialmente un día, tras 31 kilómetros andados -11 de ellos de subida-, que no podía continuar ni para ir a Misa, que se celebraba a 4 kilómetros del albergue al que llegamos. El dueño nos llevó en coche para poder ir a Misa. ¿Quién se preocupa así de unos extraños que acaba de conocer hace 10 minutos?».

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