Distintas confesiones religiosas y una sola defensa de la vida
Líderes cristianos y musulmanes piden proteger al ser humano desde el vientre materno mientras el Congreso consagra el derecho al aborto
En la semana que el Congreso de los Diputados consagró el derecho al aborto con los votos de 185 diputados —154 se posicionaron en contra— las principales religiones de nuestro país volvieron a unirse a favor de la vida, como ya habían hecho hace dos años en pleno debate sobre la ley de la eutanasia. Católicos, protestantes, ortodoxos y musulmanes —los judíos no se sumaron— alzaron la voz para afirmar que la vida es un «don de Dios para el conjunto de la creación y de la humanidad» y que la dignidad humana «no depende de las circunstancias vitales ni del consenso social, sino que es una cualidad intrínseca de todo ser humano, cuyos derechos han de ser respetados siempre». «Toda vida humana debe ser protegida desde el principio hasta el fin», añadieron en una declaración conjunta que fue entregada en la Cámara Baja, al Gobierno y al CGPJ.
La intención primera no era hacerla coincidir con la votación, ni siquiera con la decisión del Constitucional. Pensaban en una declaración a favor de la vida en el marco de la Jornada Internacional de la Fraternidad Humana (4 de febrero). La propuesta surgió de la Conferencia Episcopal Española y se sumaron el resto de confesiones y religiones. En este asunto hay unidad. «No solo nos estamos conociendo, sino que somos capaces de tomar decisiones y actuar de forma conjunta», explica a Alfa y Omega Rafael Vázquez, responsable de Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso de la CEE.
Mohamed Ajana, secretario de la Comisión Islámica de España, fue uno de los firmantes, el único no cristiano. En entrevista con Alfa y Omega, recalca que en el islam el cuidado y la preservación de la vida es un pilar fundamental. Para ello hay que emplear «todos los medios y tratamientos disponibles». Respecto al aborto, el consenso de la mayoría de las escuelas jurídicas islámicas es la prohibición. Además, esta es mucho más intensa al término del cuarto mes de gestación, cuando, según los hadices [dichos] del profeta, «el alma es insuflada en el feto». A partir de este momento ya tiene derecho a la herencia y si fallece debe seguirse el rito de enterramiento igual que con otra persona ya nacida. «La vida es un derecho sagrado del hombre y su alma es inviolable», añade Ajana, que recuerda algunos versículos del Corán. Por ejemplo, cita uno que dice que «quien mata a una persona es como si matara a toda la humanidad» y otro que pide lo siguiente: «No maten, pues Alá lo ha prohibido». Del mismo modo, la eutanasia no está permitida. Algunos consejos de juristas la comparan con el suicidio. «La idea de que no vale la pena vivir es completamente infundada», asevera.
También hay consenso en el protestantismo sobre la defensa de la vida, y eso que las Iglesias que conforman la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ferede), como reconoce su portavoz, Jorge Fernández, son muy plurales tanto en simpatías políticas como en corrientes teológicas. De hecho, hace año y medio organizaron un foro con líderes eclesiales y pastores de todas las corrientes acerca de la eutanasia, al hilo de la nueva ley. En ese evento se sentaron unas bases que no son nuevas, pero sí fruto de una reflexión reciente. Son «la soberanía de Dios sobre la vida y la muerte», «la dignidad de la vida humana sea cual sea su condición» y, en el caso de la eutanasia, «la necesidad de garantizar por ley los cuidados paliativos».
«Estamos ante leyes que no han tenido en cuenta ningún consenso científico, ni siquiera el hecho de que hay una vida humana. Es innegable que hay vida en formación en el vientre de la madre. Una ley como la que se votó la semana pasada solo se puede aprobar si se niega la vida, se deshumaniza al embrión y se convierte en un objeto o en un apéndice de la madre», concluye Fernández.
El Congreso de los Diputados también refrendó el pasado jueves las enmiendas que el Senado había introducido a la ley trans. Así, esta polémica legislación, impulsada por la ministra de Igualdad, Irene Montero, será realidad una vez se publique en el Boletín Oficial del Estado. La principal novedad es la autodeterminación de género desde los 16 años, que permitirá a cualquier persona desde esta edad cambiar de sexo en el Registro Civil sin ningún requisito. Además, en aras de la despatologización, se limita la intervención de médicos y psicólogos en los procesos de personas que se definan como trans. Incluso podrán enfrentarse a multas si se considera la actuación de los profesionales como terapia de conversión. Según los expertos, el hecho de no reafirmar al paciente en su decisión podría ser considerado así.
La norma sale adelante después de que se tramitase por la vía de urgencia y no contase con la opinión de expertos y médicos. De hecho, los grupos políticos contrarios a la norma han denunciado que será una ley perjudicial, «un nuevo solo sí es sí», dijo María Jesús Moro, del PP, durante el debate parlamentario.
Los obispos se posicionaron en contra de la ley desde el primer momento, porque «cuestiona radicalmente la identidad sexual de las personas en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social, estableciendo e imponiendo una única concepción antropológica».