Dios también habla en chino: la vida de los católicos procedentes del gigante asiático
En un barrio de Madrid se encuentra el distrito de Europa con más densidad de población china: Usera, el Chinatown de la capital de España. Allí se levanta la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad, que debido al aluvión de inmigrantes ha tenido que modificar su pastoral en los últimos años. Su párroco, Daniel Rodríguez, explica que «hemos apostado por formar pequeñas comunidades por nacionalidades: chinos, ecuatorianos, bolivianos…, para después en un segundo paso intentar la integración de todos en una sola comunidad parroquial».
Cuando llegó al barrio hace dos años y medio, Rodríguez se puso a estudiar chino para acercarse más a los inmigrantes del país asiático. Además, creó una pequeña escuela de español para que los nuevos vecinos se pudieran integrar mejor en su país de destino. «Lo mejor es apostar por la integración, ofrecer soluciones para acoger a la gente», dice convencido de que los guetos no favorecen la convivencia.
Además, en Usera estaba el problema de las sectas evangélicas: «Cuando vienen de su país, muchos católicos se meten en las sectas, porque es más fácil para ellos, las dirigen chinos y les acogen en su idioma. Por eso merece la pena cualquier esfuerzo por introducirlos en la parroquia».
Junto a las clases de español y alguna actividad cultural, la parroquia empezó a ofrecer la Eucaristía en chino gracias a varios sacerdotes de allí que estudiaban en Madrid, hasta que al final fue destinado de manera permanente el sacerdote Pablo Liu. A la primera Misa solo asistió una persona, pero hoy las Misas son más concurridas y además muchos bautizados en su país han podido ser rescatados de las sectas. En un año y tres meses de actividades, la comunidad china católica de Usera está formada por 90 adultos, 40 niños y 35 adolescentes. «El que apuesta por la integración se lleva a la gente», resume Daniel.
Una comunidad joven
La de Usera es una más de las diferentes iniciativas de acogida que se realizan en España para acoger a la comunidad china. Hay capellanías específicas para los inmigrantes chinos en Bilbao, Zaragoza, Valencia o Palma, pero la que tiene más historia es la de la diócesis de Madrid, alojada en la parroquia de Santa Rita, vinculada a los agustinos recoletos.
Desde 1923, la orden de los agustinos recoletos tiene misiones en China, donde llevan la pastoral de tres parroquias. Al principio trabajaron sin dificultad, pero la persecución que trajo el comunismo cortó la comunicación entre los agustinos españoles y sus misioneros en la China de Mao. Estuvieron 40 años sin saber nada de ellos, al cabo de los cuales empezaron a llegar las noticias: algunos murieron pero otros habían sobrevivido en la clandestinidad, y poco a poco se retomó la relación entre las dos comunidades. Gracias a la reciente apertura del Gobierno chino, algunos seminaristas y sacerdotes han podido salir a completar sus estudios en el extranjero, y de esta manera han llegado a Madrid en los últimos años algunos agustinos chinos. Poco a poco empezaron a contactar con sus compatriotas y así nació la capellanía, que cumple ahora diez años y que ofrece cada domingo por la tarde Misas, catequesis, cursos prematrimoniales y clases de español. A las actividades acuden familias, niños y jóvenes, porque la comunidad china en España es llamativamente joven.
El Santísimo en casa
En un país de 1.300 millones de personas, los católicos –entre 10 y 15 millones– no son muy numerosos. «En China, poder nacer en una familia católica es un milagro», dice Pedro Liu, sacerdote chino procedente de un pueblo a 500 kilómetros de Pekín, que cada domingo ayuda en las actividades de la capellanía en Santa Rita.
Al ser el menor de cuatro hermanos, los padres de Pedro tuvieron que pagar a las autoridades una suma de dinero para sortear la política del hijo único. Fueron ellos los que hicieron de su hogar una pequeña Iglesia doméstica en la que se reunían los católicos del pueblo para rezar y celebrar la Eucaristía. «En mi casa había una capilla con el Santísimo, y un sacerdote venía una vez al mes para celebrar la Misa de manera discreta. Invitábamos a los vecinos católicos, mientras el resto del pueblo se limitaba a saber que nosotros creíamos en un Dios extranjero, sin más». Pedro hacía de monaguillo en aquellas celebraciones, y ahí nació su vocación, una llamada que se fortaleció cuando un grupo de catequistas del Camino Neocatecumenal procedentes de varios países fue a su pueblo a catequizar. Estudió en el seminario Redemptoris Mater de Madrid. El año pasado recibió la ordenación sacerdotal en la catedral de la capital.
Repartiendo invitaciones
Pero Pedro resume todo su periplo así: «Yo estoy aquí porque Dios me llamó». Y por eso piensa que «si yo estoy aquí es por algo», también para hacer pastoral con la comunidad china en Madrid. De ahí que recientemente haya comenzado a convocar a sus compatriotas para la celebración de la Eucaristía los sábados por la tarde en la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves. Siempre que sale, lleva consigo unas invitaciones que reparte en cada tienda de chinos que se encuentra, una labor en la que le ayudan también varios fieles de la parroquia. «Quiero hacerles llegar que hay un Dios, que existe la verdad, que puedan conocer nuestra fe, porque después de tantos años de comunismo muchos ya se están dando cuenta de que lo que les contaron en China no era verdad. El hombre es religioso por naturaleza, y sabe que Dios tiene que existir».
Este sábado, 28 de enero, la comunidad china celebra el Año Nuevo chino, con el que comienza el año 4715 según su calendario tradicional. Si en 1961 había censados 167 chinos en España, hoy son más de 191.000, lo que les convierte en la segunda mayor comunidad extranjera de fuera de la UE, por detrás de los marroquíes, según el INE.
En cuanto a su orientación religiosa, los católicos son la minoría, pero suelen ser bastante jóvenes. Asimismo, hay varias iglesias evangélicas en varias ciudades que suelen tener muchos seguidores. Gaëlle Patin Laloy, responsable del programa Diversidad e Interculturalidad de la Casa Asia, señala que «aunque el Gobierno chino es oficialmente laico», no tiene reparos en reconocer que «el 10 % de la población es religiosa, pese a que otros estudios dicen que lo es hasta el 30 %. La mayoría son budistas, otros taoístas o confucionistas, y no hay incompatibilidad si alguien sigue dos religiones».