Covadonga O'Shea: «Hay gente que tiene mucho dinero y su vida es un desastre»
Covadonga O’Shea reivindica en su último libro —Volvería a vivir— un feminismo totalmente compatible con la familia. La obra recoge anécdotas y encuentros con todo tipo de personajes que protagonizaron la vida política, cultural y artística de las últimas décadas
La fundadora de Telva, y directora de la revista entre 1970 y 1997, Covadonga O’Shea se ha tomado un jerez con Margaret Thatcher, ha celebrado con Miguel Delibes su cincuenta cumpleaños, ha pasado una mañana en la Zarzuela, se ha reunido con san Josemaría Escrivá o ha recorrido Europa con Beatriz de Orleans. Ahora se sienta frente a Alfa y Omega. La entrevistadora entrevistada.
La conversación nos lleva a infinidad de países, tantos como ella ha visitado y en los que se ha encontrado con personajes de todo tipo: Coco Chanel, Chillida, Kate Moss, Gracia de Mónaco, Antonio Bienvenida, Gabriel García Márquez o Armani, un ecléctico grupo de personalidades y anécdotas que la periodista rememora en Volvería a vivir (Editorial La Esfera), su último libro.
¿Cuáles son esos días nublados a los que hace referencia en el subtítulo de la obra? Uno tiene la sensación, leyendo su contenido, que ha vivido usted una vida apasionante.
No sé si te voy a contar muchos. Algunas cuestiones familiares, como puede ser la muerte de mis padres, y cosas parecidas. El gran día nublado, sin embargo, cuando se puso todo en contra, fue en los años 80 con el cambio de la presidencia de Telva. Había riesgo de que se viniera abajo todo el trabajo que llevábamos haciendo tantos años. Se me nubló todo. No veía claro el horizonte, pero pensé que no podía acabar así esta historia y decidí comprar la revista junto con Carmina Pouso y Nieves Fontana. Entonces, me fui a mi pueblo a buscar gente interesada en apoyarnos y conseguí que volviera a salir el sol.
Volver a vivir implica repetir los éxitos y los fracasos. Los primeros son patentes, ¿cuáles son los segundos?¿Qué entrevista no pudo hacer?
Pues no me acuerdo. La verdad es que yo era muy pesada e insistía hasta que conseguía la entrevista. No es que quiera pasar por alto tu pregunta, pero es que si no conseguí la entrevista, automáticamente la borraba de mi cabeza. No le daba más vueltas porque tenía mucho trabajo.
También te diré que he vivido una época distinta de la de ahora. La gente respondía, o te decían que no desde el principio, pero no te mareaban. Ahora me parece que el mundo ha pegado un cambio enorme y creo que tu pregunta responde al momento actual, donde no estás seguro de casi nada y no te puedes fiar de casi nadie, aunque a lo mejor me equivoco totalmente.
¿Antes había más lealtad?
A mí me parece que sí.
De todas las personalidades a las que entrevistó, ¿cuál fue la que más le impactó?
Te diría que Margaret Thatcher. La entrevisté todavía siendo ministra de Educación, pero me sorprendió que, a la que luego designaron como la «dama de hierro», me trató con una enorme familiaridad y cariño. Recuerdo que entró pidiéndome disculpas porque se habían retrasado en la peluquería y llegaba unos minutos tardes. [O’Shea cuenta en el libro que tras aquel comentario, Thacther sacó del armario una botella de jerez, marca Tío Pepe, para agasajar a su entrevistadora española]. La sencillez de esta mujer, con la fuerza que luego demostró, me marcaron.
San Josemaría Escrivá, al que usted conoció, proponía a menudo la figura de un padre de familia numerosa y pobre como ejemplo para los fieles —como usted— del Opus Dei. ¿Es compatible este modelo con el concepto de lujo del que tantas veces se ha hablado en Telva?
A mí me parece que sí. El lujo no es solo tener millones y que se vean por todas partes. También hay un sentido de lujo que es elegancia. No todo es dinero. Con poco, se puede organizar y poner una casa agradable. Incluso es un lujo, por ejemplo, vivir tranquilo. Por otro lado, hay gente que tiene mucho dinero y quizá su vida es un desastre, o su casa está hecha un asco.
En su encuentro con Janne Haaland, la que fuera secretaria de Estado de Asuntos Exteriores de Noruega, se habla de feminismo y la familia. ¿Son compatibles?
Por supuesto que sí. Ella es un buen ejemplo, lo único que hay que tener claro son las prioridades. Cuando la visité en Oslo, me contó que cuando le propusieron ser secretaria de Estado su respuesta fe que lo tenía que pensar y que su marido tenía que estar de acuerdo, porque aquello suponía un cambio radical, tanto en su vida profesional como en la familiar. Y recordaba: «Solo puse una condición definitiva: tiene que quedar muy claro que si este trabajo resulta incompatible con mis hijos, lo dejaré». Janne tenía muy claro que la política era un servicio, pero que su servicio primordial era la familia.
El tema de los hijos y la familia también sale en su conversación con Miguel Delibes. El epígrafe del famoso autor de El camino o Cinco horas con Mario se cierra con una frase contundente: «Los hijos nos necesitan. Y, frente a ellos, lo demás pierde categoría».
Era un tipo que trabajaba muchísimo, que valía, que escribía muy bien, pero lo que más le importaba, lo que más valoraba, era su familia. Era de esa clase de personas que saben para qué están en la vida. Miguel lo sabía, para su familia y luego, por supuesto, trabajaba mucho, así que me imagino que dormiría poco.
¿Qué le parece ese nuevo feminismo que lleva por bandera cuestiones como el aborto?
Que es un desastre. Todo lo que proponen es negativo, la destrucción del ser humano, de la familia, el tema de los niños que pasan a ser niñas. Es una barbaridad. La sociedad ha perdido la realidad de lo que es la persona. Dios quiera que se dé un vuelco de 180 grados a las burradas que están haciendo.
Ese nuevo feminismo también abogaba, hace relativamente poco, por la liberación femenina frente al uso del sujetador. ¿Cómo vio esta polémica usted, que ha dirigido durante tanto tiempo una revista de moda?
Me pareció idiota. Que una persona que está dirigiendo un partido, y que está en el Gobierno, pierda el tiempo con eso, me parece que es de no tener dos dedos de frente. No hay derecho. Que esa gente que tiene que dar un cierto ejemplo de trabajo, de adelantos sociales, se meta en semejante historia, me da vergüenza. ¿No tienen otra cosa en la que pensar? Hay cosas mucho más serias de las que se tienen que ocupar como para dedicarla tiempo a esas estupideces que no le importan a nadie. Ni le importan a nadie ni aportan nada. ¿No tienes nada más que hacer? Pues vete a tu casa y deja el Gobierno.
¿Qué le gustaría que pasara en el corazón de las personas que lean el libro?
Primero, que se lo pasen bien. Y luego, si les ayuda, pues mejor. Cuando tienes un porqué, puedes superar cualquier cómo. Es lo que quiero transmitir. A mí me ha ayudado mucho esa filosofía. ¿Por qué tengo que hacer esto? Por tal motivo, pues lo hago aunque me cueste. ¿Hay algo que me hace daño? Pues no lo hago aunque me apetezca. El me apetece no vale, hay que meterle más cabeza a la vida.