Si en algo coinciden los 2.500 madrileños que viven los Días en la Diócesis en Braga es en lo destacable de la acogida de los portugueses. De camino a la JMJ Lisboa 2023, este amplio grupo de peregrinos que partió de Madrid el pasado 26 de julio está siendo agasajado por unas familias y unas comunidades eclesiales que llevaban preparando y esperando desde hace años este momento.
Se lo contó a monseñor Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, un grupo de peregrinos alojados en una familia. «Están todos muy contentos», detalla, desde Portugal, el prelado. En algunos pueblos, continúa, han hecho ferias regionales, en otros gastronómicas con casetas con productos típicos, algunos han ido a vaquerías, otros a talleres de pesca…
«Lo que vemos los sacerdotes —continúa— es que esta acogida tan buena está sirviendo para preparar el corazón». Porque «genera agradecimiento, y dispone a recibir y seguir entregándote, a vivir estos días con generosidad».
Juan Ramón Horeb (26 años) lo está experimentando de primera mano gracias a la familia con la que están compartiendo estos días siete chicos de la parroquia Beata María Ana de Jesús. «Nos preparan el desayuno, la comida, nos lavan la ropa… Tienen tres hijos y son todo facilidades». Una de las salidas que ha hecho este grupo ha sido a una fábrica de figuritas de gallos, tan típicas portuguesas. También han estado en una residencia de ancianos con los que compartieron incluso bailes, y les regalaron ver un partido de fútbol en un estadio.
El día para estos jóvenes comienza a las 9:00 horas en la parroquia de la localidad en la que están alojados. Allí hacen una oración y después parten para diversas actividades compartidas con las parroquias y las comunidades de acogida. A las 18:00 horas celebran la Eucaristía. Poco a poco se van conociendo e intercambiando entre las diversas parroquias presentes en Braga. «La palabra encuentro es el fundamento de todo —explica Juan Ramón—, también con la gente de la diócesis».
Encuentro, fraternidad y confianza
Precisamente de esto les habló el arzobispo de Madrid, José Cobo, en la Eucaristía celebrada el pasado vienes, 28 de julio, con toda la expedición madrileña allí. «Nos habló de encuentro y de fraternidad, y esto me gustó mucho, que la Iglesia no es caminar uno solo, sino con la comunidad», resume el joven. También les transmitió la idea de confianza, de que la vida cristiana y la vida de la JMJ es un camino y que «esto dará fruto cuando volvamos a Madrid», fortaleciendo en la misión, apunta por su parte Vidal.
En esta línea, en la mañana del sábado, 29 de julio, la diócesis de Madrid, representada por su arzobispo, el ayuntamiento de Barcelos y la parroquia Santa Maria Maior plantaron tres árboles en Barcelos en un acto simbólico que refleja la presencia de Madrid en la JMJ y la siembra de los frutos que dará este encuentro.
Que los jóvenes se dejen hacer
El obispo auxiliar, que ha vivido ya cinco JMJ, recomienda a los jóvenes «que se fíen de la acción de Dios, que tiene sus caminos; Él les ha traído aquí». Y añade: «Dios está haciendo una historia con cada uno y la JMJ es parte de esa historia». También los invita a que «se dejen hacer» y a que «no callen» lo que han visto y oído al volver a Madrid.
Quien también sabe que su JMJ va a ser una experiencia de encuentro con Dios es María Caro (imagen inferior, segunda por la izquierda), voluntaria de la Delegación Episcopal de Jóvenes que, aunque no vive su primera JMJ —ya estuvo en Madrid 2011 y Cracovia 2016—, sí lo hace de forma distinta, desde el servicio. «Tenemos de todo: momentos de máxima tensión y otros en los que ves a multitud de jóvenes gritando a todo pulmón de alegría». Y esto, afirma, es muy gratificante y «enriquece mucho».