«Desde que la conocí, ya la sentí como santa, daba testimonio del amor a lo que más le importa a la Iglesia: los más pequeños. Una vez más, brilla el reconocimiento de nuestra Madre la Iglesia a los más pobres»: así respondía una postulante de las Misioneras de la Caridad, justo después de la ceremonia en la que su Madre fundadora, la Madre Teresa de Calcuta, era proclamada Beata por Juan Pablo II. Desde primera hora de la mañana, los peregrinos habían ido llegando a la plaza de San Pedro. Predominaban los indios y albaneses; pude hablar con personas de cada continente, que refrendaba lo que un día dijo la Madre Teresa sobre sí misma: «De sangre soy albanesa. De nacionalidad, india. De fe, una monja católica. De vocación pertenezco al mundo. Mi corazón pertenece totalmente a Jesús». Sólo seis años ha durado su proceso de beatificación. Hasta ahora sólo se conocía un caso semejante, el de san Francisco de Asís. Esta «pequeña mujer enamorada de Dios», como la denominó el Santo Padre, es un testimonio para todas las naciones donde están presentes sus hijas. «Que no sepa tú mano derecha lo que hace la izquierda», comenta una voluntaria que lleva ya un año en Calcuta, con las Misioneras de la Caridad. Igual que las religiosas, esta chica no quería hablar; su trabajo, según ella, era sencillo. En el grupo encontramos a Julián, que desde el año 1996 deja durante largas temporadas sus ocupaciones, su familia, para ir a Calcuta. Daban fe de que el «Santo Padre ha sido el ser humano más rezado en estos últimos meses, porque las Misioneras lo han hecho intensivamente, de forma especial desde que llegó a Calcuta la noticia de la beatificación».
Su secreto: la oración
Estos días se ha preguntado toda la Humanidad por el secreto de la Madre Teresa; no fue otro que su profunda vida de oración. El testimonio de las Misioneras ha acercado a muchas personas a Dios. La Madre Teresa es un gran espejo donde debe mirarse el mundo.
Monseñor Stephen Lepcha, obispo de Darjeeling, próximo a Calcuta, ha venido desde su país para participar en la beatificación de Madre Teresa: «En Calcuta, todos, sean cristianos, hindúes o musulmanes, la llaman Madre, porque se hacía cargo de los más pobres entre los pobres. Allí todos se maravillan en lo que hizo. En mi diócesis, damos mucha importancia al diálogo interreligioso (…); la oración no es extraña a nadie. Aquí, en países occidentales, no encontramos eso tan fácilmente. (…) Lo que la Madre Teresa hizo, muy pocas personas podrían haberlo hecho. Es una personas de Dios. Viene de arriba, es lo que piensa allí muchísima gente. Era católica y su dedicación era amar a Cristo y a la Humanidad. De eso se trataba todo».
La Hermana Morín, que viene con un grupo desde Cali y es Misionera de la Caridad desde hace 33 años, ha vivido con la Madre Teresa durante siete años. «Era una mujer muy sencilla; seguro que a ella no le gustaría que hiciésemos esta fiesta por ella, pero también sabía que Jesús es muy grande». Ella lo dijo: «A quien es humilde, Dios lo ensalza»; sólo tenemos que hacer con los pobres lo poco que podemos, y Dios nos ayuda. El obispo castrense de Perú, monseñor Piñeiro, reconoce en esta beatificación un gran gracia: «Esta mujer de nuestro siglo nos enseñó el camino del Evangelio. Tuve el gozo de recibirla en una de sus visitas al Perú. Ella amaba tanto a los sacerdotes y quería que creciésemos en santidad, que ordena a sus Hermanas que en todas sus casas, al llegar el sacerdote para Eucaristía, pueda leer este mensaje tan sencillo: Celebra la misa como si fuera la primera, la única o la última de tu vida. Es la mujer de la Eucaristía que sabía partir el pan para los pobres». Coincide con el obispo de Alcalá de Henares, monseñor Jesús Catalá Ibáñez. El mensaje de la Madre Teresa es patente: «Una evangelización en la caridad, con amor a la Iglesia y al hombre».
«La Madre Teresa -explica una Misionera de la Caridad, de Calcuta- es la madre de todos, la santa de todos, por eso el Santo Padre no ha querido esperar veinte o treinta años. Es nuestra fiesta hoy, estamos contentísimas. Humilde mensajera del Evangelio, la define el Santo Padre en la homilía de su beatificación, e infatigable benefactora de la Humanidad. Hoy la Iglesia la reconoce Beata: un ejemplo de lo que es ser católico».