Diez claves de la exhortación Amoris laetitia - Alfa y Omega

Diez claves de la exhortación Amoris laetitia

Ricardo Benjumea
Francisco, junto a una joven pareja de recién casados, en el Vaticano
Francisco, junto a una joven pareja de recién casados, en el Vaticano. Foto: AFP / Andreas Solaro.

1. Permanece vivo el deseo de familia

«El deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes», constata el Papa al comienzo de la exhortación. «Quien vive intensamente la alegría de casarse no está pensando en algo pasajero», del mismo modo que los hijos desean que sus padres «sigan siempre juntos», asegura en otro capítulo. Francisco explica que el amor para siempre es más fácil con la ayuda de la gracia de Dios, que «sana y transforma el corazón endurecido». Y se dirige a los jóvenes para transmitirles que el matrimonio no es «un rito vacío». Casarse, lejos de comprometer la pureza de su amor, «muestra la seriedad» del compromiso.

2. La Iglesia debe hacer autocrítica

«Los cristianos –dice Francisco– no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual», pero tampoco tiene sentido «quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo». «Necesitamos una saludable reacción de autocrítica» por haber puesto el acento de forma «casi excluyente en el deber de la procreación», por no haber sabido acompañar a los jóvenes matrimonios o por haber presentado «un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto» y «lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales». Es necesario «proponer valores» atractivos, para lo cual se requiere «una mayor implicación de toda la comunidad» en la pastoral familiar, especialmente de los matrimonios. Ante la complejidad de «los problemas actuales de las familias», se necesitan laicos y sacerdotes bien formados, especialmente para el acompañamiento «en situaciones difíciles o críticas». La experiencia muestra también la necesidad de «un ministerio dedicado a aquellos cuya relación matrimonial se ha roto».

3. Continuidad con el magisterio

Amoris laetitia es un documento particularmente extenso en su género. Ello se debe a la abundancia de citas de los dos Sínodos sobre la familia, pero también a las permanentes referencias al magisterio de los Papas anteriores, particularmente la exhortación Familiaris consortio, de san Juan Pablo II, o la encíclica Humanae vitae, del beato Pablo VI. Francisco reafirma las enseñanzas de la Iglesia sobre el aborto, la anticoncepción, la eutanasia o la equiparación de las uniones de hecho –incluidas las homosexuales– al matrimonio. Más novedosa resulta la profusión de referencias bíblicas en un texto tan pegado a la realidad cotidiana. A modo de ejemplo, la columna vertebral del capítulo cuarto, lleno de consejos prácticos a los esposos, es un comentario al llamado himno de la caridad, de la Primera Carta a los Corintios.

4. Hombre y mujer

No ahorra el Papa críticas a la ideología de género, que presenta las diferencias entre el varón y la mujer como una simple construcción cultural y pretende «imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los hijos». Al amparo de esta ideología, ha avanzado en varios países una legislación que implica «una deconstrucción jurídica de la familia», denuncia el Papa, quien al mismo tiempo rechaza «viejas formas de familia tradicional caracterizadas por el autoritarismo» patriarcal. El Papa destaca que los roles del padre y de la madre son fundamentales en la educación de los hijos y aboga por un sano feminismo. Tras denunciar la discriminación laboral de la mujer, anima a los esposos a «compartir tareas» en el hogar. Cuidar de la casa o los hijos no vuelve al varón «menos masculino ni significa un fracaso, una claudicación o una vergüenza».

5. Más allá de la pasión

Algunas de las páginas más bellas de la exhortación están dedicadas a la sexualidad, «un regalo maravilloso» de Dios. «De ninguna manera podemos entender la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar el bien de la familia». Pero hay que evitar la obsesión por el sexo y «las desviaciones de la sexualidad». «Se puede hacer un hermoso camino con las pasiones, lo cual significa orientarlas cada vez más en un proyecto de autodonación y de plena realización de sí mismo», dice el Papa. Cuando, con la edad, el atractivo físico desparece, el amor puede seguir creciendo, pero hay que trabajarlo día a día, artesanalmente. Lo primero que sugiere Francisco es desterrar las «fantasías sobre el amor idílico y perfecto», aceptar al otro con sus limitaciones y afrontar con inteligencia –y ayuda externa cuando sea necesario– las inevitables crisis.

El Papa, durante una de las sesiones del Sínodo de los obispos sobre la familia, en octubre de 2015

6. Educar: un derecho y un deber

«La educación integral de los hijos es obligación gravísima, a la vez que derecho primario de los padres», dice el Papa. «No es solo una carga o un peso, sino también un derecho esencial e insustituible que están llamados a defender y que nadie debería pretender quitarles. El Estado ofrece un servicio educativo de manera subsidiaria», y los padres «tienen derecho a poder elegir con libertad el tipo de educación –accesible y de calidad– que quieran dar a sus hijos según sus convicciones». Particular atención dedica el documento a la educación en la fe y a la necesidad de educación sexual en la familia. El Papa critica además la obsesión por el afán de control de algunos padres y les aconseja no preocuparse tanto por saber dónde está físicamente su hijo, «sino dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones», es decir, «dónde está realmente su alma». «¿Lo sabemos?», se pregunta.

7. La fecundidad no consiste solo en procrear

«Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia», afirma el Papa, si bien matiza –citando a Juan Pablo II– que «la paternidad responsable no es procreación ilimitada». A esto añade Francisco que la fecundidad no es cuestión solo del número de hijos. Es importante también el cumplimiento de una serie de «deberes sociales». «Ninguna familia puede ser fecunda si se concibe como demasiado diferente o separada». «A veces sucede que algunas familias cristianas, por el lenguaje que usan, por el modo de decir las cosas, por el estilo de su trato, por la repetición constante de dos o tres temas, son vistas como lejanas», e incluso «sus propios parientes se sienten despreciados o juzgados por ellas». Se necesitan «familias abiertas y solidarias» que dejen «espacio a los pobres» y a los discapacitados, que sepan hablar con naturalidad a los demás de Jesús y se integren armónicamente en grupos más amplios, ya sea en su familia amplia (con tíos y primos) o en «comunidades de familias que se apoyan mutuamente en sus dificultades, en su compromiso social y en su fe». «Esta familia ampliada debería integrar con mucho amor a las madres adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas…».

8. Las «situaciones excepcionales», caso por caso

«Ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada irregular viven en una situación de pecado mortal». Por diversas circunstancias, «es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado», uno viva «en gracia de Dios», afirma el Pontífice. No todo «es blanco o negro». La norma general no se discute, pero «hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones», y valorar, por ejemplo, que algunos cónyuges fueron abandonados contra su voluntad y se unieron después a otras personas, con las que se esfuerzan por educar cristianamente a sus hijos. «El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre», enfatiza Francisco. «Obviamente, si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuese parte del ideal cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia, no puede pretender dar catequesis o predicar». «Pero aun para él puede haber alguna manera de participar en la vida de la comunidad».

Siguiendo el Sínodo, el Papa afirma también que algunas formas de unión «contradicen radicalmente» el ideal del matrimonio cristiano, pero otras «lo realizan al menos de modo parcial», y pueden ser vistas «como una ocasión en la evolución hacia el sacramento del matrimonio».

9. Debates abiertos

Ya en la misma introducción de la exhortación, el Papa aclara que «la complejidad de los temas planteados» en el Sínodo exige «seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales». Francisco rechaza tanto el «deseo desenfrenado de cambiar todo», como «la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales», y subraya que no todas las discusiones «deben ser resueltas con intervenciones magisteriales». «Aunque es necesaria una unidad de doctrina y de praxis» en la Iglesia, «ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina». «En cada país o región, se pueden buscar soluciones» más pegadas a las circunstancias y necesidades locales.

Al referirse a las llamadas «situaciones irregulares», se afirma que «no debía esperarse del Sínodo o de esta exhortación una nueva normativa general de tipo canónico, aplicable a todos los casos». Como punto de partida, el Papa reconoce que «la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia», y deja abierto un debate para revisar qué «formas de exclusión» a las personas en esas situaciones irregulares pueden ser superadas «en ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional».

El documento alude a la necesidad de mejorar la preparación al matrimonio y de acompañar a los esposos en sus primeros años, dejando la concreción en manos de las Iglesias locales. Se apunta también a una reforma del rito nupcial para resaltar «la acción divina» y «la importancia de la bendición sobre los contrayentes como signo del don del Espíritu».

10. Espiritualidad matrimonial

Amoris laetitia se cierra con un bello capítulo dedicado a la espiritualidad matrimonial y familiar, en el que se afirma que «una comunión familiar bien vivida es un verdadero camino de santificación en la vida ordinaria y de crecimiento místico». Ese camino está hecho «de miles de gestos reales y concretos», pero Francisco aclara también que «quienes tienen hondos deseos espirituales no deben sentir que la familia los aleja del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señor utiliza para llevarles a las cumbres de la unión mística».