Día del Seminario en Ucrania: clases, ayuda, y cuatro horas de adoración
La Iglesia católica de rito latino ha unido en Gorodok a 40 seminaristas de cinco diócesis
Este sábado, también en Gorodok (Ucrania) se celebra el Día del Seminario. De hecho esta localidad de la diócesis de Kamenets-Podilskyi, al suroeste del país, se ha convertido en cierto sentido en la capital ucraniana de los futuros sacerdotes. Allí, cinco de las siete diócesis latinas del país han decidido juntar a sus 40 seminaristas para que estén a salvo. Y también para que puedan continuar su formación, dentro de lo que permitan las circunstancias.
«Hemos mantenido las clases porque ahora mismo hay muchos voluntarios ayudando» en los hospitales y todos los lugares donde es necesario, explica uno de los directores espirituales, el padre Oleksander Khalayim. «Pero si hiciera falta» se suspenderían para que los seminaristas echaran una mano.
Con todo, los futuros sacerdotes sí dedican buena parte del día a ayudar a la gente. En concreto, a los refugiados que cada día alojan en el edificio, y que pasan allí «un día o dos» camino de la frontera con Polonia o Hungría. «Los seminaristas ayudan entre otras cosas estando con los niños y jugando con ellos. Algunos han sobrevivido a bombardeos y están en shock, ni siquiera hablan».
«Se les ve la angustia en la cara»
Los seminaristas tienen que hacer un verdadero esfuerzo para atender estas situaciones en medio de sus propias preocupaciones. «Algunos son de Járkov o de Mariúpol, han perdido a sus seres queridos o no tienen noticias de ellos. Otros tenemos hermanos o padres militares». En esta situación tan difícil, «están muy preocupados. Son muy valientes, pero se les ve la angustia en la cara».
Para superar el miedo, los seminaristas sacan fuerzas de la oración. «Uno debe vivir muy profundamente» este tiempo, subraya el sacerdote. Por eso, «pasamos un tiempo largo cada día de ejercicios espirituales», con «cuatro o cinco horas de adoración al Santísimo por la paz. También rezamos diariamente el vía crucis».
Preparando la consagración
Este año, más que celebrar a san José todo el foco espiritual del seminario se ha puesto en preparar la consagración de Ucrania y Rusia al Inmaculado Corazón de María, que el Papa realizará el 25 de marzo. «Esperábamos esta consagración desde hacía tiempo, porque la pidió la Virgen de Fátima».
Cada día, rezan la novena que han preparado los obispos, «con oraciones especiales para que el Señor mande la paz», y «enjugue las lágrimas de las personas que han perdido a sus hijos o parientes». La guerra les ha ayudado a experimentar que «verdaderamente Dios nos ayuda con prodigios, pues algunos de los seminaristas estuvieron bajo las bombas antes de llegar aquí» sanos y salvos.
Eso sí, el domingo los jóvenes tienen un rato libre «para salir y tener un espacio mínimo para ellos». Los formadores lo han considerado imprescindible entre los largos ratos de oración, las clases, el trabajo con los refugiados y las «tres o cuatro horas» que pasan cada noche en el sótano cuando suenan las alarmas.
Cerco a Chernigov
El mismo Khalayim está en una situación de temor parecida a la de algunos de sus seminaristas. Él es de Chernigov, ciudad al norte de Kiev actualmente cercada por el Ejército ruso. Intenta hablar cada día con dos amigos sacerdotes, aunque a veces no consiguen decirle más que «seguimos vivos». Uno, casado, ha enviado a su familia fuera. Pero los dos se van a quedar para atender a los fieles que no pueden marcharse.
En su ciudad, apenas hay luz tres horas al día, no hay agua, ni gas para la calefacción, y tampoco queda leña. «Y las temperaturas siguen bajo cero». Las sirenas suenan casi de continuo. «El miércoles murieron diez personas por disparos o por una bomba mientras hacían cola para comprar pan» en una de las poquísimas tiendas que quedan abiertas.
Este sacerdote también es capellán militar, y atiende a Alfa y Omega justo después de visitar un cuartel. Aunque desde el comienzo de la guerra en el Dombás se fue permitiendo la presencia de sacerdotes en el frente y entre los acuartelamientos, la ley que la regulaba se aprobó hace solo unos meses. «Ha sido realmente providencial. La Iglesia la venía reclamando desde hacía mucho tiempo porque desde 2014, durante la guerra, se había visto esta necesidad».
De momento, como «faltan capellanes», en sus visitas el padre Khalayim se dedica a encuentros en grupo, «porque no puedo hablar con todos individualmente». Allí se juntan los soldados, tanto católicos como ortodoxos, que libremente lo eligen.
«Hablamos mucho de sus familias, de lo que viven», explica. Sobre todo, «esperan que acabe pronto esta guerra terrible. Pero todos están dispuestos a defender a su familia» y, por extensión, a los civiles bajo su protección.