Día de las Personas sin Hogar en Madrid: «Estoy tan cerca que no me ves»
Varias organizaciones, entre ellas Cáritas Diocesana de Madrid, convocan a centenares de personas en la capital para denunciar el fenómeno del sinhogarismo. «Cuanto más tiempo se pasa en la calle, más difícil es salir de ella», dicen
«Hay que ayudar a la gente y tratarla bien, no como a un animal». Lo dice Buba sin acritud, más bien con candidez. Este veinteañero de Senegal, que llegó a España en patera desde Marruecos, se hace escuchar alzando la voz en plena Puerta del Sol, durante la concentración por el Día de las Personas sin Hogar. Celebrada este jueves, 28 de octubre, ha reunido en el centro de Madrid a centenares de personas de diversas entidades, convocadas por, entre otras, Cáritas Diocesana de Madrid. Junto a él se arremolinan un buen grupo de chavales atendidos por el Servicio Capuchino para el Desarrollo (Sercade): de Guinea Conakry están Ibrahim Sumah, Issiaka, Francis –con yembé a cuestas–, y luego Bokar de Gambia, Lasana de Guinea Bissau…
Y van contando de manera atropellada –muchos están estudiando español gracias a Sercade– lo que han pasado desde que llegaron a España, todos ellos en patera, y lo que más les duele: «sin papeles, sin trabajo, sin dinero, sin familia», «no tenemos casa», «todo el día en la calle», «mi vida es un poco complicada», «no tengo asilo»… Entre los carteles que portan, un mapa de los permisos de residencia que muestra un recorrido de obstáculos de años.
La de estos chavales es una de las caras del sinhogarismo, que afecta a todas aquellas personas que viven en situación de calle y también a las que carecen de un alojamiento estable, que les ocasiona exclusión social. La otra es la de personas que, como Artur, la falta de trabajo les ha llevado a la calle. Lo encontramos bajando por la calle Preciados, desde Callao a Sol, en la marcha para reivindicar la visibilidad de las personas sin hogar. Es natural de Lisboa, vino a España a trabajar en la construcción, se quedó sin trabajo y llevaba un año en la calle hasta que la Asociación Puerta Abierta, de la red de atención a personas sin hogar del Ayuntamiento de Madrid, le dio «ropa, comida, un sitio donde dormir… también la tarjeta del autobús». Y la posibilidad de enchufar una máquina de oxígeno que necesita por las noches, y lo que casi más valora porque «a ver, en la calle, imposible». «¡Gracias a Dios!», expresa, junto a Laura, trabajadora de la entidad.
«Pues nada, estaba bien, y de repente me vi en la calle». Es Fátima, con una pancarta entre las manos en la que se lee «Estoy tan cerca que no me ves». Ella ha tenido «suerte» porque la «recogió Cáritas» y ahora vive en una casa de la Fundación Atenea y además le acaban de conceder el ingreso mínimo vital. La historia de Fátima es la de tantas personas cuyas vidas se muestran en el Manifiesto preparado para este día: «Miren sus casas, su trabajo, su dinero, su vida, pues un día pueden dejar de verlo y convertirse en una persona sin techo». El riesgo es extremo: cuanto más tiempo se pasa en la calle, más difícil es salir de ella. Y entonces llegan las adicciones, o las adicciones llevan a la calle, porque en algunos casos es imposible encontrar el origen de la vida sin techo. En la marcha había también algunas personas del Centro de Adicciones de Cáritas, para visibilizar esta realidad del sinhogarismo, quizá la más estigmatizada.
Prestar atención a la salud mental
Susana Hernández, presidenta de la Red FACIAM –que convoca a nivel nacional este día junto a Cáritas Española–, y también responsable de Obras Sociales Diocesanas de Cáritas Madrid, apunta sin embargo una de las líneas de trabajo en las que hay un empeño especial actualmente: la lucha contra la estigmatización de las enfermedades mentales. Precisamente este es otro de los factores del sinhogarismo, que además se convierte en una rueda porque la calle afecta al equilibrio emocional de manera evidente.
Silvia es una de las mujeres que también ha participado en la marcha. Lo ha hecho acompañada de algunas de las religiosas que la cuidan, a ella y a otras 14 personas, en la Casa de Acogida San Agustín y Santa Mónica, para personas en situación de calle con problemas de salud mental. Es «brasileira», anuncia mientras de fondo se oye la batucada que anima el comienzo de la marcha; «me recuerda a mi país». Sin hilar demasiado su historia, cuenta que vino a España, tuvo una hija, pero se quedó «sin trabajo, sin casa, sin ingresos…». Cuando este año se acabó la campaña de frío del Ayuntamiento de Madrid, se vio de nuevo en la calle, pero «Cáritas me acogió». Mucho mejor, porque «es más familiar».
Allí la atienden como lo hacen siempre en la casa, añade la hermana Margarita mientras sujeta uno de los palos de una pancarta gigante: «Sin señalar, sin prejuicios, tal y como vienen, dándoles ánimos y ayudándolos a recuperar su dignidad». Si con el tratamiento y la tarjeta de discapacidad pueden trabajar, ellas se lo facilitan; «para los que no pueden, nos aseguramos de que accedan a residencias de la red de salud mental».
Algo que no es fácil, y precisamente esta era la gran reivindicación del Día de las Personas Sin Hogar 2021, convocado con el lema ¿Sin salida? Perdidos en un sistema de protección social que no protege. Según FACIAM, en Madrid viven al menos 1.600 personas sin hogar, 650 de ellas en situación de calle. A no tener una vivienda se suman, aseguran desde la organización, las dificultades para acceder al sistema sanitario o a un empleo, así como las barreras administrativas para regularizar su situación o acceder a una garantía de renta u otros servicios sociales.
La pandemia ha supuesto en sí misma un nuevo factor de riesgo, que «puso a algunas personas en situación de calle», ha alertado Hernández. Además, hay un «nuevo rostro del sinhogarismo», el de los jóvenes: el 30 % de las personas atendidas en sus centros son menores de 30 años, con una edad media de 21 años. «Tiene que crecer el parque de vivienda social», ha pedido, para poder atender a personas como Aurora, también presente en la manifestación. Ella es una de las mujeres que viven de manera temporal en el residencial JMJ 2011 que Cáritas Diocesana de Madrid ofrece a familias en situación de exclusión social.
Natural de Madrid, proveniente de una «familia desestructurada», intentó «rehacer mi vida al verme sola, pero nada, nadie te toma en serio, da igual si luchas que si no luchas». Aunque ella no pierde la esperanza, sus sentimientos responden a otras de las reivindicaciones del Manifiesto: «Una vez la sociedad nos desecha, en el momento en que los pilares básicos desaparecen, la familia, los amigos, y el entorno más cercano, perdemos nuestra identidad. El sentimiento de ser querido y apreciado es fundamental para nuestra supervivencia».