«Di esto en clase, pero que lo cuente Hiro es más real»
Niños sirios e italianos se están conociendo por videoconferencia para compartir unos con otros su herencia cultural. Como la antigua ciudad de Urkesh, en Siria
Giulia y Hiro son dos chicas de 13 años. Una vive en Domodossola, un pueblo al norte de Italia, y la otra en Qamishli, al noreste de Siria. Pero, desde hace un año, son amigas gracias a la historia y la arqueología, la ciencia que investiga los objetos y ciudades creados por el hombre a lo largo de los siglos.
Hiro vive muy cerca de la excavación arqueológica de Urkesh, una antigua ciudad muy importante donde vivieron los hurritas, un pueblo mesopotámico, mucho antes de Cristo. Al empezar la guerra en el país la investigación paró, pero no fue el final de todo. Algunos arqueólogos de allí, como Amer Ahmad, se quedaron y empezaron a organizar actividades para que la gente de los alrededores conociera y cuidara este tesoro.
Una de las formas fue conectar a niños de la zona con otros de distintos países, para que compartieran la herencia histórica de cada uno, su patrimonio. Ya se ha hecho con Italia y Grecia, y esperan empezar pronto en España. Hiba, una mujer siria, coordinó la parte italiana. Comenzó reflexionando con Giulia y algunas amigas sobre lo que significaba para ellas el patrimonio. Por ejemplo, «en qué edificios históricos reconocían algo suyo». Eligieron el teatro San Carlo, de Nápoles, el más antiguo que sigue funcionando, porque todas estudian música y «pensaron que esta arte y la danza son un lenguaje universal». Durante varios meses prepararon una presentación en inglés sobre él, a la vez que mejoraban en este idioma y en el uso de la informática.
Al mismo tiempo, en Siria, Haro y sus compañeros visitaron Urkesh. Amer se lo enseñó todo, y les entusiasmó. «Me preguntaban qué nuevos descubrimientos había sobre sus antepasados». En medio de la guerra, para ellos fue una experiencia muy buena descubrir una parte tan interesante de su historia. «Querían que el conflicto acabara pronto» para que se volviera a investigar allí «y poder trabajar algún día ellos mismos» como arqueólogos.
¿Cómo es ir al teatro?
Cuando todos acabaron de preparar sus presentaciones, llegó el momento de conocerse y de compartir cada uno su parte. Y empezaron las sorpresas. Los chicos de Qamishli, cuenta Hiba, nunca habían ido al teatro porque allí no se tiene esa costumbre. Tenían muchas preguntas: si hay que ser rico, o cómo es la experiencia. «Imagina que puedes ver tus mejores sueños con los ojos abiertos», respondió Lucrezia. «A mí me emociona mucho y me hace creer más en mí misma».
A los italianos les asombró que «Siria tuviera tanta historia» y que la gente cuidara su patrimonio. «Solo habían oído hablar de este país por la guerra» y la destrucción que causaban los terroristas. Además, como contó Giulia luego, «había aprendido sobre las civilizaciones de Mesopotamia en el colegio, pero la presentación de Hiro hizo que todo fuera más real».
Pronto la conversación se volvió muy natural, y empezaron a hablar de otras cosas, como el futuro o cómo era la vida de los sirios por la guerra. Giulia y las demás les preguntaban si tenían cortes de luz e internet, o si a las chicas las obligaban a llevar algún tipo de ropa. Así, explica Hiba, aprendieron a ponerse en su lugar. «Hasta me preguntaron si debían decirles que en vacaciones iban a playa», por si a sus nuevas amigas les daba pena no poder hacerlo.
Hiro y sus compañeros, por su parte, «aprendieron que las excavaciones no son solo un sitio donde conseguir tesoros, sino algo sobre lo que pueden comunicarse con gente de otros países», cuenta Amer. «Me decían que el patrimonio no es de los arqueólogos o de una sola nación, sino de todo el mundo». Y también empezaron a preguntar a sus padres y abuelos por sus tradiciones.
La música ha estado muy presente durante todas las actividades en torno a Urkesh. Por ejemplo, a Amer se le ocurrió que la escuela de música de Qamishli preparara un concierto en el sitio de la excavación y lo grabaran para otros colegios. Ahora, están ensayando una melodía antigua de los hurritas para la próxima vez que se encuentren con niños de otros países.
Hiba cuenta que también había un niño sirio, Taj, muy tímido. En el encuentro online, «en vez de hablar tocó algo con un instrumento típico de allí».