Despedimos un curso lleno de agradecimiento y aprendizaje - Alfa y Omega

Despedimos un curso lleno de agradecimiento y aprendizaje

Tendremos nuevos retos y horizontes que, deseamos, transmitan cuánto bien hacen la Iglesia y sus fieles

Alfa y Omega

La última semana de julio es, para el equipo del semanario, como el 31 de diciembre para aquellos que se esmeran en analizar el año que desaparece y llenan sus libretas de los buenos propósitos para el venidero. Estos días nos afanamos en ver qué ha funcionado mejor de los cambios que introdujimos en septiembre; qué interesa a nuestros lectores; cuánto bien hemos hecho más allá de estos anchos muros de la calle de La Pasa; si hemos tocado alguna vida con nombre y apellidos a través de nuestras historias. Estos días también son de despedida para aquellos que nos han acercado su día a día desde lugares remotos de Haití, como nuestra querida Valle, médico por los lugares a los que nadie llega. Y de agradecimento al padre Romanelli, que se sube a lo alto del tejadillo de su parroquia en Gaza para mandarnos un audio de voz y contarnos cómo tres familias sobreviven gracia a un pepino. También a Manu Torralba, que nos ha acercado al mundo del deporte, y a Fernando Alcázar o Santos Urías, sacerdotes entregados en sus comunidades, que nos han transmitido una pastoral cercana y sencilla. Son muchos más de los que entran en estas líneas, pero lo que es un denominador común es que cada vez que alguien se acerca a un trabajador de Alfa y Omega, agradece las historias humanas, el prestigio de las firmas, las propuestas filosóficas —y hasta las taurinas—.

Este curso, que finaliza en este número y da paso a un merecido descanso vacacional, ha sido intenso en aprendizajes, en adaptación ante las dificultades, en ganas de seguir aprendiendo y mejorando para continuar con esta preciosa vocación que se nos ha regalado: servir a la Iglesia comunicando que nada de lo humano nos es ajeno. Esperamos, queridos lectores, que sigan aquí el día 5 de septiembre. Tendremos nuevos retos y horizontes que, deseamos, transmitan cuánto bien hacen la Iglesia y sus fieles para ser espejos del cielo en la tierra y, así, colaboremos en la construcción de una sociedad mejor.