Las capuchinas se despiden de Valencia: «Que se vayan nuestras monjas es un mazazo» - Alfa y Omega

Las capuchinas se despiden de Valencia: «Que se vayan nuestras monjas es un mazazo»

Las terciarias capuchinas de la Sagrada Familia de Valencia dejan la ciudad tras 132 años «dando el callo y formando parte activa de la comunidad», dice el párroco de los Santos Juanes

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto de familia tras la Eucaristía de celebración de sus 132 años de presencia en Valencia. Foto: Arzobispado de Valencia.

«Las vamos a echar mucho de menos en la parroquia y en el barrio», dice el párroco de los Santos Juanes, en Valencia, sobre las terciarias capuchinas de la Sagrada Familia, que acaban de dejar la casa en el barrio tras 132 años de presencia.

La de las religiosas es una de las despedidas que poco a poco se van sucediendo en barrios y pueblos de toda España, debido al descenso de vocaciones y al cambio de la realidad social en España. Es algo que ahora ha repercutido en la vida de los vecinos de la parroquia de los Santos Juanes, cuyo párroco, Gonzalo Albero, destaca de ellas que «su presencia ha sido siempre inestimable y la gente está muy muy agradecida. No es lo mismo que estén que no estén».

María Amparo, Ana María, Josefa, Claudina y María Domitila –que así se llaman las monjas que ahora dejan el barrio– han estado siempre muy implicadas en la parroquia, «en los grupos de formación y catequesis, en la liturgia, en la acción caritativa y social, llevando la oración… Siempre han estado muy presentes, y ahora que no están, se nota».

Y más allá de los muros de la parroquia «han llevado a cabo una labor inestimable desde que aparecieron» hace más de un siglo en la ciutat vella de Valencia. «Han hecho mucho bien –confirma el párroco–. Bastaba salir a la plaza y ver cómo estaban al lado de la gente que ha sido más golpeada por al vida. Visitaban a los enfermos en sus casas y a los ancianos en las residencias, es algo que han valorado mucho las familias del barrio. Lo último fue ponerse en primera fila en la emergencia de Ucrania. Siempre han estado en la periferia, nunca cruzadas de brazos».

La despedida de la parroquia, sellada con una Eucaristía en la parroquia, «ha sido triste», porque «que se vayan nuestras monjas ha sido un mazazo», dice Albero. «Ahora nos tenemos que reinventar y rehacer muchas cosas. Ellas estaban dando el callo y formando parte activa de la comunidad, en una pastoral muy de trato con las personas», añade.