Denme dos minutos - Alfa y Omega

El tiempo que te doy, serie española emitida en Netflix, cuenta la ruptura de una pareja joven con un planteamiento narrativo original y eficaz. Se trata de diez capítulos de once minutos cada uno, repartidos estos entre la situación presente (la pareja ya rota) y distintas escenas de los nueve años de noviazgo.

Ya que la obra aborda la importancia del tiempo, pido a los lectores de esta columna dos minutos para pensar conmigo en dos asuntos (un minuto por asunto) presentes en la trama. El primero trata sobre las carencias afectivas de la infancia que tarde o temprano se manifiestan en las relaciones de pareja: Nico (Álvaro Cervantes) reprocha a Lina (Nadia de Santiago) que está pagando con él la mala relación que ella tuvo con su padre. Muchos científicos y pensadores estudian desde hace tiempo esta cuestión. Recomiendo, por ejemplo, una charla del filósofo suizo Alain de Botton, disponible en YouTube y titulada Por qué te casarás con la persona equivocada, y un artículo de la psicóloga Inés Bárcenas titulado Cómo emparejarte con la persona adecuada: cultiva tu propia media naranja.

No seré tan osado como para ofrecer una solución a este primer problema, pero recuerdo esta reflexión de un prestigioso psiquiatra: «Hay que ayudar a la gente a casarse mejor. Y, para ello, primero hay que conocerse bien a uno mismo. Muchos pretenden que otra persona complete sus vacíos, y ahí está la semilla del problema. Primero hay que sanar las propias heridas, y, a partir de entonces, es cuando uno puede darse libremente al otro y ser amado por el otro».

El segundo tema es todavía más difícil. Al poco de comenzar la relación, ya viviendo juntos, Lina informa a Nico de que ha pedido una beca para estudiar en el extranjero. Él, turbado por la noticia, le responde: «Yo me vine a esta ciudad por ti». La situación refleja otro hábito cada vez más común en parejas jóvenes: convivir bajo un mismo techo, haciendo vida matrimonial, con agendas personales desacompasadas. Al no encauzar esa convivencia mediante un compromiso al mismo tiempo interior y externo (religioso o civil), la relación es una improvisada danza emocional y física (la serie es sexualmente explícita) sobre un alambre precario. Y cuando el alambre se rompe, el desgarro en el alma es el propio de un divorcio.