Del tricornio a la sotana
Vivió en un cuartel que ETA hizo volar por los aires en Zaragoza unos años después, y sirvió como guardia civil en Vitoria teniendo que comprobar a diario los bajos del coche. En la fiesta de la Virgen del Pilar –patrona de la Benemérita– recordamos la historia de Pablo Lucena, hoy sacerdote y todavía agente en excedencia
Pablo Lucena es sacerdote del Opus Dei y, por implicaciones personales, ha rezado en muchas ocasiones para que acabara la violencia de ETA. Pero hubo un tiempo que su lucha contra el terrorismo fue también sobre el terreno, con pistola al cinto, como agente de la Guardia Civil, a la que todavía sigue vinculado en régimen de excedencia.
Su primer destino como miembro de la Benemérita fue Vitoria (Álava), donde sirvió entre 1993 y 1995. «En esa época el primer destino era forzoso en País Vasco o Navarra con la idea, por así decirlo, de que te lo quitaras de en medio y que luego te pudieras establecer con tu familia en otro lugar», explica Lucena a Alfa y Omega.
Por aquel entonces, «la actividad de ETA había disminuido en mi zona tras la caída de la cúpula de la banda terrorista en 1992». Sin embargo, «eso no quitaba que tuviera que vivir con las medidas de seguridad propias de allí: asegurarme los bajos del coche, sentarme en sitios donde pudiera dominar la entrada, llevar la pistola encima…». Aun así, «me lo pasé bien, estuve a gusto y me quedé más de lo que me correspondía. Conocí a mucha gente e hice muchas amistades».
De cañas con Rafa Larreina
En Álava, cuando todavía era laico, el guardia civil compaginaba su trabajo con las ocupaciones más específicas de un numerario del Opus Dei. «Mi pabellón lo tenía en Murguía, pero iba mucho a la ciudad, a Victoria. Allí iba por el club juvenil Inda y me dedicada tratar a chavales. Hacíamos planes todas las semanas, teníamos medios de formación cristiana, conocía a sus familias…», recuerda.
También convivía con otros numerarios, entre los que se encontraba Rafael Larreina, del partido independentista Eusko Alkartasuna. «Siendo ambos numerarios, Rafa representaba la opción política opuesta a lo que yo pudiera representar», asegura Lucena. «Era bonito encontrarme con él, tomarnos una cerveza, echarnos unas risas, compartir lo que teníamos en común y siendo siempre respetuosos con lo que no compartíamos», subraya. «Lo explicaba muy bien san Josemaría Escrivá. En el Opus Dei las cuestiones políticas se viven desde una gran libertad porque son cuestiones humanamente opinables. Hombre, lo que no es opinable es la utilización de medios violentos para alcanzar fines políticos, eso desde luego».
La violencia etarra de cerca
Precisamente, la violencia etarra se ha vivido en casa de los Lucena siempre muy de cerca. De hecho, «vivimos unos años antes en el cuartel en el que ETA cometió el atentado de Zaragoza. Yo jugué en ese mismo patio y en esas casas». Por otro lado, «siempre me impresionó ver a mi padre [también guardia civil] nervioso cuando se iba a trabajar en coche. En aquellos años había muchos atentados con coche bomba contra oficiales».
Pero contra la violencia, Pablo Lucena decidió refugiarse en la oración. «Constituía un problema sin resolver en mi vida. Pienso mucho en esto. Claramente, lo he rezado con la ilusión de que este problema se termine».
País Vasco–Algeciras–Roma
Tras recalar en el norte, al guardia civil le destinaron al sur, a Algeciras. «Me nombraron ayudante del jefe de la comandancia de Algeciras y empecé a dirigir el servicio de información», rememora.
Sin embargo, Lucena no pasó demasiado tiempo en Algeciras. Fue allí donde cambió el tricornio por la sotana. Si bien es cierto que su camino al sacerdocio empezó cuando tenía 15 años y «está muy vinculado a la vocación al Opus Dei». Con esa edad, en un campamento, «un monitor que no conocía me preguntó si Dios me pedía ser del Opus Dei. Yo pensé: “este tipo es un peligro”, y como me iba a cambiar de ciudad con mi familia en breve, le dije que sí para quitármelo de encima». Pero en su nuevo lugar de residencia, en Córdoba, un amigo me hizo esa misma pregunta y «ahí ya me quedé descolocado. Entonces, fui al sagrario y se lo pregunté a Jesús. Haciendo oración, vi que el Señor me llamaba a ser numerario». Posteriormente, «en la maduración de mi llamada, me di cuenta de lo necesarios que son los sacerdote en la Obra y sentí la necesidad de manifestarle al prelado que, dentro de mi vocación, también estaba la entrega de mi profesión a Dios, si me la pedía, y ser sacerdote».
Ya como guardia civil, «me preguntaron de parte del prelado si quería irme a Roma para ver si lo mío era ser sacerdote del Opus Dei, si el Señor me llamaba por ahí. Y aquí estoy, así de simple».
En la actualidad el sacerdote está vinculado a la iglesia de San Juan del Hospital, en Valencia, y su historia fue destapada recientemente por el periódico diocesano Paraula. Causó un gran revuelo mediático y apareció reproducida en casi todos los grandes medios de comunicación a nivel nacional. A Lucena el gran impacto de su testimonio le parece «sorprendente», lo está «viviendo con divertimento», pero, «sobre todo, con el deseo de que pueda ayudar. De hecho, el origen de la entrevista era las vocaciones sacerdotales y eso es lo que me hace más ilusión: que sirva como reflexión de la vocación y que pueda ayudar a quien se esté planteando el sacerdocio».