Del infierno de la guerra en Siria a una vida digna en Italia gracias a los Corredores Humanitarios
Gracias a los Corredores Humanitarios personas como Ramí, Mina, o Yasmien han encontrado refugio en Italia sin necesidad de arriesgar sus vidas atravesando el Mediterráneo
Acaba de llegar a Italia un nuevo grupo de refugiados sirios, los primeros 30 de este año a través de los Corredores Humanitarios. Esta iniciativa, impulsada por la Comunidad de Sant’Egidio, la Federación de las Iglesias evangélicas y la Iglesia Valdese, ha permitido trasladar ya a 1.000 refugiados a Europa en condiciones de seguridad y de forma legal. Cuesta describir el dolor que aún se percibe en muchos de los rostros de las familias y enfermos que han aterrizado en el aeropuerto de Fiumiccino tras haber pasado frío y hambre durante tanto tiempo en los campos de refugiados del Líbano. Su historia coincide en el argumento: tuvieron que escapar del horror de la guerra de Siria, abandonando su hogar, vendiendo sus pocas posesiones y dejando atrás muerte y odio.
Gracias a los Corredores Humanitarios personas como Ramí, Mina, o Yasmien han encontrado refugio en Italia sin necesidad de arriesgar sus vidas atravesando el Mediterráneo. Cada vez que se asiste a una de estas llegadas en Fiumiccino resulta imposible no conmoverse ante las historias de cada uno de los abrazos que se dan entre si las familias que tras muchos años de separación consiguen reunirse.
La vida de Ramí, por ejemplo, cambió por completo cuando se cruzó con la del Papa en Lesbos. Él era uno de los refugiados sirios musulmanes que Francisco metió en su avión tras las cinco horas que pasó en los campamentos donde se hacinaban miles de personas en su huida del ISIS. Junto a él, llegaron a Roma su mujer y sus tres hijos, que ya hablan un italiano envidiable. El solo repite, como si necesitara convencernos, que ha pasado del infierno al paraíso. En Fiumiccino, al regreso de uno de estos corredores humanitarios pudo por fin abrazarse a su hermana Messra, que llegó acompañada de sus dos hijos, a los que Ramí no veía desde hace seis años. En la guerra ella ha perdido marido, familia y casa. No le quedaba nada más que sus hijos, a los que quería salvar del horror. Por fin lo consiguió. Ramí, su hermana Messra y sus familias no han tenido que sufrir la suerte de tantos otros, centenares, que día a día mueren intentando cruzar el cementerio en el que se ha convertido el Mediterráneo. Justo cuando se estaba produciendo este abrazo, yo acababa de conocer a Mina, una pequeñaja de 5 años que no dejaba de sonreír. Ahí se produjo una de esas anécdotas que nunca se olvidan. Yo sólo tenía a mano un paquete de chicles de fresa, del mismo color que su camiseta. Ella cogió solo un chicle y me devolvió el paquete. Venía de Alepo, llevaba un año escondida en una ciudad sin chuches ni columpios.
Yasmien vive en Roma desde hace ya 2 años. Ella, su marido y sus dos hijos fueron la primera familia siria que llegó a Italia gracias a los corredores humanitarios. Vivían en Homs, pero se quedaron sin casa tras uno de los innumerables bombardeos. Tras huir al Líbano y sobrevivir en pésimas condiciones, a su hija Falak le descubrieron un tumor en un ojo y corría el riesgo de perder el otro si no recibía quimioterapia. La Comunidad de Sant ‘Egidio conoció su caso y tuvo la fortuna de poder curarse en Roma, acompañada de su familia. Ahora todos ellos hablan perfecto italiano. La integración está irremediablemente unida a la iniciativa de los corredores humanitarios. Nada más llegar los adultos reciben clases de lengua y cultura italiana y los niños asisten a la escuela.
Además de todos los trámites legales, la Comunidad de Sant ‘Egidio se hace responsable del acompañamiento y los gastos cotidianos. Lo hacen gracias a las muchas aportaciones particulares, que no solo ofrecen su dinero, sino su tiempo o sus propias casas. Al Estado no le supone ningún desembolso económico traer a estos refugiados, es más, no ponen un euro. Tan sólo se encargan de los trámites legales y de seguridad necesarios.
Todo podría ser mucho más sencillo gracias a los corredores humanitarios. De momento Francia y Bélgica también se han sumado a la iniciativa. En España solo falta el sí del Gobierno para que sea posible poner en práctica el primer corredor humanitario, una medida que salvaría muchas vidas.
Hay caminos alternativos a la travesía en patera y a la muerte en el mar.
Eva Fernández / COPE