Dejándolo todo, lo siguieron - Alfa y Omega

Dejándolo todo, lo siguieron

Jueves de la 22ª semana de tiempo ordinario / Lucas 5, 1-11

Carlos Pérez Laporta
La pesca milagrosa. Jan van’t Hoff. Foto: Jan van’t Hoff / Gospelimages.com.

Evangelio: Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo:

«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:

«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».

Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Y Jesús dijo a Simón:

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Comentario

En el día que va a llamarle para que le siga, parece que Jesús sube a la barca de Pedro de casualidad: «Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; […] Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra». ¿Significa eso que llamó a Pedro por casualidad? Si la barca de Pedro no hubiera estado allí, ¿le habría llamado a seguirle? ¿Es la vocación, la suya y la nuestra, algo accidental y contingente?

La primera misión personal de Pedro es muy sencilla: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Pero esa misión personal se fundamenta para Pedro en la predicación que Jesús da a todos, que no iba dirigida a Pedro; de hecho, no tenía por qué haber escuchado si no hubiera estado ahí con su barca. Aún así la ha recibido como propia: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Pedro conecta la palabra dada a todos con su vida personal: en la palabra universal de Jesús se sabe personalmente alcanzado. Esa palabra dada a todos es la verdad de su vida personal también.

Jesús llama a todos los hombres a estar con él, y esa llamada universal tiene una resonancia concreta para cada uno en función de nuestra historia y de nuestra situación presente; es decir, esa llamada proviene desde la eternidad hasta donde estemos, y lleva nuestra historia más allá de sus posibilidades. Cristo no nos llama desde el pasado, determinado desde siempre, para que seamos lo que él nos llama a ser. Cristo nos llama desde la eternidad, que no es pasado ni futuro, sino el presente al que estamos llamados. No es lo que hemos sido hasta ahora, sino lo que estamos llamados a ser junto a Dios. Que es, por otro lado, la única manera de ser, y de ser para toda la eternidad. Nuestra historia no está predeterminada desde toda una eternidad pasada, sino que la eternidad está siempre llamándonos y reconduciendo nuestra historia hacia sí, desde la nada que somos, y la contingencia de nuestra vida. Nuestra vida encuentra su forma eterna si hacia delante sigue la voz de Dios que nos hace ser lo que estamos llamados a ser junto a él.

Por eso, no es objeción para servir a Dios ninguna de nuestras incompetencias ni ninguno de nuestros pecados, al contrario de lo que piensa Pedro: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Para la eternidad, todo pecado siempre queda atrás, y nuestra vida se inaugura y renueva en el ahora de nuestra relación con Dios: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres».