«Decir sí a Dios es ganar, no perder»
La Iglesia celebra el domingo la Jornada de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas. Un seminarista, una consagrada y una religiosa dan su testimonio en Madrid
«Desde la primera vez que se me pasó por la cabeza la idea de la llamada de Dios hasta que entré en el seminario pasaron diez años: con eso te haces una idea de las ganas que tenía de ser sacerdote», cuenta con humor Alejandro Ruiz-Mateos, un seminarista de sexto curso de Madrid, que este miércoles ha dado su testimonio en la presentación de la Jornada de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas, organizada por la Conferencia Episcopal, Obras Misionales Pontificias, Confer y Cedis.
A Alejandro le impactó el encuentro de jóvenes con Juan Pablo II en Cuatro Vientos, en 2003: «La mía es una más de las muchas vocaciones que salieron de allí. Recuerdo perfectamente sus palabras. “Merece la pena dedicar la vida a Cristo”. A mí eso me llegó muy adentro y sentí como si me lo dijera a mí en particular. Esas palabras se me clavaron», reconoce.
Años más tarde, después de una larga trayectoria en el mundo del marketing y la publicidad, viajó «de manera providencial» a Calcuta, en lo que fueron «10 días muy impactantes para mí, en los que me impresionaron la vida y la alegría de las hermanas». Allí se activaron de nuevo aquellas palabras que escuchó a Juan Pablo II, y tras unos Ejercicios espirituales vio clara la llamada de Dios a entrar en el seminario.
Con su experiencia, Alejandro tiene claro que «Dios siempre puede encontrar un hueco para entrar en la vida de un joven» y llamarle al sacerdocio o a la vida consagrada. Sabe también que «hoy mucha gente vive vacía, hay muchos suicidios, especialmente entre los jóvenes, y es un drama, pero también es una oportunidad para dar a conocer a la única Persona que puede llenar ese vacío».
Espacios de silencio
La resistencia que ofreció Alejandro al principio ante la vocación es algo que también vivió Catherine Declercq, hoy Cruzada de Santa María. «Yo pensaba: “No quiero que me llame Dios, yo quiero casarme y tener una familia”, pero la pregunta por la vocación estaba dentro ya de mí», afirma. Después de cursar Ciencias Empresariales Internacionales en Madrid y en Reims (Francia), Catherine entró en la vida consagrada y hoy afirma que «merece la pena dar la vida y dedicarla a formar a la juventud para que puedan llegar a la santidad». Para ello, es preciso «generar espacios de silencio y soledad e invitar a los jóvenes a entrar. Los jóvenes necesitan conocerse a sí mismos y encontrarse con Dios. Sé por experiencia que cuando los jóvenes hacen Ejercicios espirituales salen entusiasmados y quieren invitar a todos sus amigos».
La hermana Faustina Dartey, de Ghana, de la Congregación de los Ángeles Custodios, lanza una pregunta provocadora para todos en estos tiempos de nuevas tecnologías: «Muchos se pasan todo el rato mirando una pantalla, pero ¿qué están mirando? ¿Qué buscan? Parece que nos da miedo descubrir quiénes somos, y nos cuesta entrar en el silencio. Tenemos que parar. El silencio está dentro de nosotros mismos, no está fuera, y tenemos que descubrirlo, los jóvenes y también los adultos».
Es precisamente en el silencio y en la oración en el seno de su familia donde nació de niña la vocación de Faustina, y hoy, varias décadas después, hace balance: «Quiero ir allí donde Dios me quiere. Estar en sus manos es lo mejor. Estoy dispuesta a hacer lo que quiera y a ir adonde quiera. Porque no hay nadie como Dios. Él me acompaña siempre. Al que tiene a Dios no le falta de nada. Decir sí a Dios es ganar, no perder».