Antonio Gómez Cantero, nuevo obispo de Teruel-Albarracín: «Debemos hacer de la Iglesia un lugar de encuentro y acogida» - Alfa y Omega

Antonio Gómez Cantero, nuevo obispo de Teruel-Albarracín: «Debemos hacer de la Iglesia un lugar de encuentro y acogida»

Fran Otero
Foto: EFE / A. Álvarez.

Antonio Gómez Cantero (Quijas, Cantabria, 1956) recibió este sábado la ordenación episcopal y ya ha tomado posesión en la diócesis de Teruel-Albarracín. Llega desde Palencia, donde ha desarrollado los 36 años de su ministerio sacerdotal como párroco, delegado de Pastoral Juvenil y Vocacional, rector de los seminarios menor y mayor y también vicario general y, durante la última sede vacante, administrador apostólico. Un bagaje que hizo que muchos en su diócesis aventuraran este encargo que le confía el Papa Francisco.

¿Se lo esperaba?
En Palencia llevaban años diciéndome que sería obispo, pero yo nunca me lo había creído. De hecho, los dos últimos vicarios de la diócesis fueron elegidos obispos y me parecía imposible que sucediera lo mismo con un tercero. Por eso estaba tan tranquilo y por eso me quedé en blanco cuando me llamó el nuncio para comunicármelo.

¿Y después?
Tuve 18 días para pensarlo en silencio antes de que se hiciera público. Son días duros, pero vas rezando y te vas acomodando. Al principio pensé que lo que se me encomendaba era ser sucesor de los apóstoles y lo veía demasiado para mí; me sentía indigno. Pero es un servicio como los que he venido realizando en la Iglesia desde mi ordenación sacerdotal. He estado toda mi vida al servicio, nunca he pedido nada. Es lo que quiero hacer en Teruel.

¿Cuáles serán sus prioridades en Teruel? Ha trabajado mucho con jóvenes…
No me atrevo a hablar de prioridades. Por ley natural, me inclino hacia los jóvenes, los adolescentes y niños. Creo que Dios me ha dado un don para trabajar con ellos, pero atenderé todo.

Fue usted, además, consiliario internacional de Acción Católica de Niños en París.
Primero, en Palencia, me encargaron acompañar a los niños de Acción Católica. Yo estaba todavía en el seminario; ejercía como consiliario aunque no lo era. Luego serví como consiliario diocesano y coordinador de consiliarios de Castilla y León. La experiencia de París fue muy fructífera. Allí tenía un grupo de Confirmación con hijos de españoles.

También ha dedicado mucho tiempo a las vocaciones…
He pasado en el seminario muchos años de mi vida. Primero como formador y luego como rector de los seminarios menor y mayor. También he trabajado como delegado de Pastoral Vocacional. Eso sí, nunca he perdido la impronta pastoral del trabajo en la parroquia; siempre la eché de menos hasta que volví a ella en 2004.

Viene de una diócesis pequeña a otra más pequeña…
No me asustan estas cosas, pues seguramente sea más fácil trabajar en una diócesis pequeña si vienes de otra de características similares. Lo importante es la persona, pues a ella tiene que ir la evangelización. En este sentido quisiera recalcar la importancia de hacer de la Iglesia un lugar de encuentro, donde la gente se sienta acogida y querida. Si nos sentimos queridos, damos todo lo que tenemos.

¿Se ha perdido esta acogida personal en las parroquias?
Muchas veces, nuestras parroquias son lugares de culto muy impersonales. Todo cambia cuando uno se implica y participa; en definitiva, se siente parte. Ahora que hay sectas en todos los sitios, hay que recordar que cuando un católico acaba en un lugar como esos es porque no ha sido escuchado en la Iglesia.

Hay un gran trabajo por delante en materia de evangelización en la sociedad de hoy…
A los jóvenes siempre les digo que no era más fácil el tiempo de los apóstoles en Roma o Antioquía. De hecho, era mucho más difícil. Caían las religiones estatales y, en medio de todo, aparecieron los cristianos con un mensaje de alegría. No era personas extraordinariamente formadas o brillantes, pero tenían un mensaje claro. Y no tenían miedo; ya se inventaban lo que fuera porque había un mensaje que transmitir. A veces, tenemos demasiados miedos y hacemos muchos cálculos. Lo importante es darse cuenta de que tenemos un tesoro que transmitir.

Estuvo con el Papa Francisco tras su nombramiento, ¿qué le dijo?
Éramos pocos obispos y yo fui el último en saludarle. Me dijo: «Vos sos un novato. Tómeselo con divertimento, diviértase como obispo y transmita alegría». Asentí y le dije que ya vendrían los problemas y me respondió: «No se preocupe. Los problemas con soda (gaseosa)». Ese mismo día, pude almorzar con el cardenal Santos Abril, que me habló de su Teruel querido. «Ya verás qué bien vas a estar y cómo te van a querer», me dijo. Y es cierto, porque los días que he pasado allí tras el nombramiento, la gente se ha volcado. Además, yo soy muy de abrazar y besar.