Pilar Boves: «De niña iba en bici a pedir para el Domund. Hoy soy misionera»
El lema del Domund este año es Sal de tu tierra. A Pilar Boves ya se lo decía su madre, cuando la enviaba lejos de casa con una hucha: «Ve donde nadie va». Este camino, que empezó en bicicleta, ha terminado llevándola a Mozambique
¿Cómo vivías el Domund de pequeña?
Después de casarse, mis padres se fueron a Cuba, y los cuatro hermanos nacimos allí. En el colegio pedían donativos para las misiones, pero se llevaba lo que cada uno recogía en casa. Mi madre, que era muy cristiana y muy misionera, siempre me hacía trabajar más. Cogía una hucha que hubiera en casa, le ponía un papel que decía Misiones, y me enviaba con la bicicleta lejos, a los ingenios, unas fincas donde se producía azúcar. Los directivos vivían en chalets, y yo iba casa por casa, y sí me daban dinero. Mi madre me decía: «Ve siempre al sitio donde nadie va». Esto que me inculcó ha seguido conmigo toda mi vida.
¿Qué más cosas te enseñó?
Siempre respondía con cosas buenas cuando la gente le hacía daño. También me enseñó a ser generosa. Nosotros vivíamos bien económicamente, pero me decía que hay que dar no de lo que sobra, sino de lo tuyo. Una vez, vino a casa una niña que conocíamos, que vivía en un barrio marginal. Cuando llegó no estaba mi madre, y como venía sucia la bañé y le puse un vestido nuevo que me habían mandado de España. Cuando mi madre llegó con más gente de la familia, una prima protestó porque le había dado ese vestido tan bueno. Yo le dije a mi madre: «Como tú me dices que hay que dar lo mejor…». Y ella me dio la razón.
¿Querías ya ir a la misión?
No. Pero desde muy pequeña, cuando hablaba con mi hermana, ella decía que iba a casarse y a tener muchos hijos. Y yo respondía: «Yo voy a cuidar a los niños de otros». ¡Y es lo que hago!
¿Cómo te llamó Dios?
Primero me llamó a ser religiosa. Cuando Fidel Castro tomó el poder en Cuba, tuvimos que volver a España. Yo tenía 14 años. Mi familia es de Asturias, y allí conocí a las Hijas de María Madre de la Iglesia. Entré en la congregación a los 18 años, y durante mucho tiempo estuve en varios sitios de España, trabajando con niños y jóvenes en los colegios. Poco a poco, Dios me fue diciendo que quería otra cosa. Hubo un momento que vi que sobraba en el colegio. Le dije a mi madre: «¿Sabes que creo que el Señor me pide ir a las misiones?». Y ella me respondió: «Díselo a la madre superiora».
¿Y te dejaron ir?
No inmediatamente. Con 45 años, un año después de morir mi madre, me destinaron a las misiones. Todo el mundo me decía que, además de Dios, era mi madre la que me enviaba. Salí de España para ir a México, luego fui a Colombia y ahora llevo cuatro años aquí, en Mozambique (África). Ya tengo 71 años.
¿Cuál es vuestro trabajo allí?
Tenemos una escolinha, una guardería a la que vienen 60 niños de 3 a 5 años. Aquí los niños trabajan mucho, incluso los de esta edad. Van a por leña, a por agua, cuidan a los hermanos más pequeños… El otro día vi a una niña de unos 4 años con un tronco enorme en la cabeza. No tienen tiempo para ser niños. En la escolinha hacen lo que no pueden en casa: juegan, les contamos cuentos… También aprenden portugués, que es el idioma oficial de Mozambique. Ellos en casa hablan macua. Y, sobre todo, les enseñamos a rezar.