De máscaras 3D a respiradores en dos horas - Alfa y Omega

De máscaras 3D a respiradores en dos horas

Son numerosos los particulares y las instituciones, también católicas, que exprimen la tecnología para dar solución a problemas motivados por el COVID-19

Fran Otero
Una de las máscaras de protección que se fabrican estos días con impresoras 3D. Foto: AYÚDAME3D

Hay una legión de personas con impresoras 3D en sus casas que estos días no dan abasto. Son los makers, personas que se dedican a crear sus propios productos y que siguen la filosofía de «hazlo tú mismo». En estos momentos también se les conoce como Coronavirus makers, pues se cuentan por miles los que se dedican a hacer máscaras para la protección de los sanitarios que siguen trabajando y, por tanto, exponiéndose al virus, y también para el personal de farmacias o supermercados.

Cuentan con el apoyo y soporte de ONG –también hay empresas– como AYÚDAME3D, habitualmente dedicada a imprimir brazos para que personas con pocos recursos en cualquier parte del mundo puedan contar con una prótesis. Pero esa labor que se ha orientado en estos momentos a la fabricación de las máscaras de protección. Guillermo Martínez, el fundador de la ONG, y cerca de 100 voluntarios, no lo dudaron ni un momento y en una semana de trabajo ya han entregado entre 1.500 y 2.000 protecciones.

En conversación con Alfa y Omega, Martínez explica que se decantaron por colaborar en la producción de máscaras porque «era más factible» y porque no querían entrar en la fabricación de equipos más complejos a nivel sanitario. En cualquier caso, la labor de la ONG está siendo vital en estos momentos, pues tiene músculo para contactar con los centros que necesitan las máscaras, organizar las recogidas en los domicilios de los voluntarios y, finalmente, hacer las entregas.

Martínez reconoce que se ha parado la elaboración de prótesis, fundamentalmente porque en estos momentos es inviables realizar los envíos, pero recuerda que en su sede de Kenia sí los están haciendo. Más aún, desde hace poco han empezado a producir estas máscaras por si hacen falta más adelante en el país. «Seguro que son los únicos que lo están haciendo en Kenia», afirma.

Como AYÚDAME3D son muchas las instituciones que se han volcado en la producción de este material, también grupos y personas vinculados a la Iglesia católica. En Bilbao lo hacen hasta tres centros formativos diocesanos; en Granada se ha sumado el Centro de Magisterio la Inmaculada, que ya ha entregado 30 unidades en el hospital del Parque Tecnológico de la Salud, o varios colegios católicos de la provincia de Valencia. En total, entre todos los Coronavirus makers, ya se habían entregado más de 350.000 protecciones a fecha de 29 de marzo.

Un paso más allá

Pero hay iniciativas que han ido un paso más allá. Como en la que se ha enrolado el colegio salesiano de Pamplona: la fabricación de respiradores mecanizados inspirados en el sistema Ambu de ventilación manual. Para ello, el centro –imparte ESO, Bachillerato y FP– puso a disposición de un antiguo alumno que había iniciado el proyecto –Pablo Goñi, de Noxon Technology– tanto sus instalaciones como su maquinaria para hacer un prototipo que ya se está probando: lleva funcionando 50 horas con un pulmón artificial sin ningún tipo de anomalía.

Según explica a Alfa y Omega Alfonso Gordillo, en el centro se fabricaron en un primer momento piezas para tres prototipos, aunque luego solo se hicieron dos. Y a partir de ellos se han ido haciendo modificaciones. La próxima meta es la homologación y la certificación de estos equipos para que puedan ser utilizados en centros sanitarios. De hecho, según Gordillo, la semana que viene ya se van a hacer pruebas con animales, el paso previo a que se homologue. Luego se hará una tirada de 30 para que se vayan probando en distintos ámbitos.

Lo bueno de este proyecto, denominado RPC19 (Respiradores Pamplona COVID-19), es que los respiradores pueden estar listos en dos horas, fabricación y montaje incluidos. Y podrían llegar a fabricarse unos 100 al día. Un equipo, además, que nada tiene que envidiar a los de alta gama, que cuestan entre 10.000 y 20.000 euros y cuyo sistema de fabricación es mucho más complejo.

La respuesta, concluye Gordillo, tanto de empresas como de otras entidades, está siendo ejemplar y desinteresada.