De la herida del Corazón de Jesús a las heridas de los pobres y descartados
Dilexit nos, cuarta encíclica del Papa Francisco que se presenta este jueves, es la primera sobre el Sagrado Corazón tras el Concilio Vaticano II
Dilexit nos es el título de la cuarta encíclica del pontificado del Papa Francisco, que sale a la luz este jueves y que ahondará en el «amor humano y divino del Corazón de Cristo». Se cumple así la promesa que Francisco había realizado a principios de junio con el anuncio de un documento sobre el Sagrado Corazón de Jesús «para volver a proponer hoy, a toda la Iglesia, este culto cargado de belleza espiritual» en el contexto de la celebración de los 350 años de las revelaciones del Corazón de Jesús a santa Margarita María.
El Papa había pedido que se orara ante su deseo de presentar a toda la Iglesia «las preciosas reflexiones de anteriores textos magisteriales y una larga historia que se remonta a las Sagradas Escrituras». Y señaló: «Creo que nos hará mucho bien meditar sobre diversos aspectos del amor del Señor que pueden iluminar el camino de la renovación eclesial; pero también que digan algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón».
Dilexit nos es la cuarta encíclica de un Papa sobre el Sagrado Corazón —después de Annum sacrum (1899), de León XIII; Miserentissimus Redemptor (1928), de Pío XI y Haurietis aquas (1956), de Pío XII—, pero será la primera después del Concilio Vaticano II. Francisco recoge en su magisterio sobre el Corazón de Jesús la rica tradición eclesial de sus antecesores y, a su vez, incorpora aquellos matices con los que propone esta devoción como fuente de renovación de la vida de la Iglesia, que navega en medio de las olas tempestuosas del neopaganismo y el secularismo occidental, y puerta para la esperanza en un mundo acosado por las guerras, los desequilibrios sociales y económicos, el consumismo desenfrenado o las nuevas tecnologías que corren el riesgo de distorsionar la esencia misma del hombre.
El símbolo del Corazón de Jesús, para el Papa, es recuerdo permanente de que en la vida cristiana «Dios nos primerea». En palabras del apóstol san Juan, «Él nos amó primero». El Corazón de Jesús, señalaba Francisco en 2021, «nos recuerda que, pase lo que pase en la vida, somos amados». «Somos seres amados, hijos a los que el Padre ama siempre y en todo caso, hermanos por los que late el Corazón de Cristo». Por esta razón, «cada vez que miramos ese Corazón nos descubrimos arraigados y cimentados en el amor».
El Corazón de Jesús, ha recordado en repetidas ocasiones, es «el símbolo por excelencia de la misericordia divina». «Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo», confesó en 2016.
Para el Santo Padre, solo el que tiene experiencia de ese encuentro personal con el Corazón herido de Jesús puede salir al encuentro de los hermanos: «Misericordia es un viaje del corazón a las manos. ¿Qué hago, abro las manos o mi corazón? Las dos cosas. Déjate herir el corazón por la miseria, por la de los otros y por la tuya; déjate misericordiar y empezá el viaje de vuelta, y con tus manos misericordiá a los demás derrochando misericordia y amor», afirmó ese mismo año en un videomensaje. En un mundo globalizado y tecnócratico, la herida del Corazón de Jesús nos hace salir al encuentro de las heridas de los pobres y marginados, las de los descartados de nuestra sociedad.
«Para la evangelización de hoy es preciso que al Corazón de Cristo se le reconozca como corazón de la Iglesia». había señalado san Juan Pablo II. Francisco propone una Iglesia misionera, «en salida», en la que caminamos sinodalmente y que tiene como signo de identificación la misericordia del Corazón de Cristo.
La dimensión social del culto al Corazón de Jesús es algo que Francisco tampoco ha obviado en su pontificado. En el año 1899 el Papa León XIII, con la encíclica Annum sacrum, anunciaba la consagración del mundo al Corazón de Jesús señalando: «En ese Sagrado Corazón deben estar puestas todas nuestras esperanzas y a él debemos pedir confiadamente la salvación de los hombres». En Evangelii gaudium Francisco afirma algo parecido, a saber, que la propuesta del Evangelio es el Reino de Dios: «Se trata de amar a Dios que reina en el mundo» y que «en la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será un espacio de fraternidad, justicia, paz y dignidad para todos».