Sostiene el cardenal Gerhard Ludwig Müller, antiguo responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que la Praedicate Evangelium «nació con un defecto de fábrica, un prejuicio inicial que se abrió paso en el cónclave que eligió al Papa Francisco». Lo asegura en un libro que verá la luz este viernes, In buona fede, en formato entrevista con la periodista Franca Giansoldati. Concretamente, el purpurado se refiere a un supuesto «sentimiento antirromano y al sesgo contra Roma» que traían consigo los cardenales iberoamericanos. «Planearon construir una Iglesia a su imagen, en algunos aspectos incluso un poco parroquial», expresa Müller. «Teorizan sobre la reforma de la Curia sin tener en cuenta su papel histórico y simbólico», añade. Y critica sin tapujos la falta de rigor teológico de una especie de «círculo mágico» que gravita en torno al Papa Francisco. Lo que quizá merezca la pena analizar es si durante siglos no ha sido justo al revés. Si desde la eurocentrista Santa Sede se ha tenido en cuenta la universalidad de la Iglesia, con sus carismas específicos en cada continente. Siendo, por cierto, Europa el que muestra más decadencia frente a la alegría de la fe que experimentan Asia o África.