¡Dante, ritorna!
Yo llegué a Dante por Papini y su maravillosa biografía del florentino. Allí decía que su padre, Brunetto Latini, a quien rememora en uno de los cantos del Infierno, «me enseñaba cómo el hombre se hace eterno». No se puede decir mejor la transmisión de la fe. Eso es de lo que Dante se ocupa durante la narración de La Divina Comedia, expresar, con un idioma pulido como el diamante, la belleza de la fe cristiana.
¿Se acuerdan de las performances de Roberto Benigni con los cantos de la Comedia? Se han convertido ya en una referencia cultural en Italia. Benigni ha vuelto a la tradición oral de lo que se nos dice en los libros, reivindica la necesidad del ejercicio de la memoria, quizá porque en italiano su significado se entienda mejor. Mientras nosotros decimos: Me viene a la mente, o Aprendemos de memoria, el italiano dice: Ma è in cor (Me vuelve al corazón), así también el inglés dice: By heart (porque lo esencial se recuerda con el corazón).
El 9 de agosto de 1373, el Concejo del Gobernador y el Ayuntamiento de Florencia aprobaron la petición popular, porque la exigencia venía de las gentes, de que se leyera La Divina Comedia a todos aquellos que quisieran oírla. Precisamente. Benigni inspiró su iniciativa en la lectura de un libro que Ediciones Encuentro acaba de publicar: Dante, poeta del deseo, del profesor Franco Nembrini, primera parte de su trilogía sobre La Divina Comedia.
Es un acontecimiento de inusitada trascendencia y, a pesar de mi entusiasmo, lo digo sin faltar un ápice a la verdad. Es uno de esos libros imprescindibles para entender el corazón del hombre y cómo sus deseos llevan la marca de agua de su propia naturaleza, la señal del infinito. Así lo dejó escrito Eugenio Montale: «Todas las imágenes llevan escrito más allá». La gran aportación del profesor Nembrini es haber entendido la obra magna de Dante sin salir de la comprensión medieval.
Nosotros, hombres del siglo XXI que llevamos inscrito en los genes el ansia de viajar, nos creemos que Dante y Virgilio se hacen un periplo por el Infierno como una aventura por pasajes horripilantes, para cargarse de experiencias que después contarán a los amigos. No, es más bien el itinerario del poeta hacia Dios. Aquí se habla de la responsabilidad de vivir y de advertir los trazos de Dios en lo ordinario, y de cómo Dios se sirve del amor por las cosas para atraernos hacia sí.