Dad limosna, y lo tendréis limpio todo
Martes de la 28ª semana del tiempo ordinario / Lucas 11, 37-41
Evangelio: Lucas 11, 37-41
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él. Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo:
«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?
Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo».
Comentario
El daño que hacemos queda en nosotros, dentro del alma. El amor que no damos queda estancado en lo hondo del corazón y lo emponzoña. Y queda tan adentro que todos nuestros cambios externos no consiguen borrarlo. Todo lo que hacemos para volver a empezar siempre es siempre demasiado superficial, y acaba desgarrando nuestro interior del exterior: «limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad».
Por eso, es necesario dar «limosna de lo que hay dentro» para poder limpiarse. Es decir, dar limosna desde la propia miseria; desde ahí donde están nuestras propias heridas, las que hemos hecho. Así, damos a un pobre desde nuestra pobreza, atendemos a un enfermo desde nuestros dolores, y acogemos al pecador desde nuestros pecados. Porque cuando damos limosna desde ahí pedimos limosna también nosotros. Cuando ofrecemos todo desde dentro de la propia fragilidad estamos pidiendo la misma compasión que ofrecemos. Sólo entonces amamos con el mismo amor que no dimos, dejando que mane desde sus hontanares y corra límpido hacia fuera. Sólo si amamos con todo el amor que tenemos corre desde su misma fuente en Dios, que «hizo también lo de dentro», y alcanza al que con compasión quiera recibirlo.