Curso en Toledo sobre la acedia, el pecado sobre el que Bergoglio habló en España
Los días 17 y 18 de febrero el Aula de teología desde el Corazón de Cristo, del Instituto teológico San Ildefonso (Toledo) invita a sacerdotes, religiosos y laicos a formarse sobre la acedia, un pecado que consiste en «la tristeza por el bien espiritual»
Cuando el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio predicó los ejercicios espirituales a los obispos españoles en 2006, les previno sobre la acedia. Un pecado que —les dijo— «aparece bajo diversas manifestaciones en nuestra vida de pastores» y frente al que hay que estar alerta: «A veces es la parálisis donde uno no termina de aceptar el ritmo de la vida. Otras veces es el pastor saltimbanqui que, en un vaivén, muestra su incapacidad de estar en sí fundado en Dios y en la historia concreta con la que está hermanado. En algunas ocasiones se presenta en la elaboración de grandes planes sin sujetarse a los medios concretos para realizarlos; o, por el contrario, enredada en las pequeñeces de cada momento sin trascenderlas hacia el plan de Dios».
Su cita terminaba advirtiendo que, además, «es un factor de división». Es solo una muestra del creciente interés que suscita el que fue uno de los pecados capitales, sustituido después por el concepto más restringido de pereza. Por ello, los días 17 y 18 de febrero el Aula de teología desde el Corazón de Cristo, del arzobispado de Toledo, le dedicará su curso anual para sacerdotes, religiosos y laicos.
Bajo el título La acedia, el mal de nuestro tiempo, la doctora Mercedes Palet de Fritschi, asesora de diversos seminarios en España y Suiza, abordará el origen, manifestaciones, prevención y soluciones de esta enfermedad espiritual, que consiste en «la tristeza por el bien espiritual», explica el padre José María Alsina, director del aula, perteneciente al Instituto teológico San Ildefonso.
Más que «un mero sentimiento»
«Es un tema muy actual», subraya, tanto «porque está muy presente hoy» como porque «la teología espiritual y moral lo está estudiando en abundancia». Este renovado interés enlaza con la tradición espiritual de los padres del desierto y los padres de la Iglesia, «en cuyos escritos aparece repetidamente. Santo Tomás de Aquino la situó como un vicio capital». Aunque en la Ilustración, «por la separación entre moralidad y espiritualidad», la atención se centró más en la pereza y desesperación, que son sus consecuencias.
Al hablar de tristeza —matiza el padre Alsina— no nos referimos a «un mero sentimiento», sino que es una actitud «que entra en el ámbito de libertad de la persona. Por eso es un pecado», porque uno es «responsable» de vivir la acedia: «Yo me entristezco voluntariamente ante el bien espiritual que se me ofrece; me regocijo en rechazarlo».
Una situación «antinatural»
En el curso se abundará en que tampoco es equiparable a la sequedad, desolación o noche oscura espiritual, que san Ignacio describe en sus ejercicios espirituales como «oscuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidelidad, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor».
Esta situación que a veces ocurre en la vida espiritual «es algo permitido por Dios, es acción suya en un alma a la que está purificando; no es consecuencia de una negligencia por parte de la persona», y por tanto no es pecado. La acedia, aunque pueda parecer similar en los síntomas, «es fruto de la negación de la acción de Dios en el alma». En este sentido, se trata de una vivencia «muy antinatural, porque el hombre solo puede encontrar placer ordenadamente en el bien. Pero hoy —apunta el sacerdote—, lo hace en el mal».