«Cuidar del anciano es cuidar de Cristo»
Ignacio López-Vivié, capellán en una residencia en Carabanchel, alienta a «esforzarnos como Iglesia y sociedad para socorrer las pobrezas y necesidades» de los mayores
«El primer gran reto del acompañamiento en la vejez sería aprender a mirar a nuestros mayores con ternura, con gratitud, con comprensión, con afecto sincero». Ignacio López-Vivié es el coordinador de la Pastoral de la Salud de la Vicaría VI de Madrid y, además, capellán de la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Carabanchel. Allí lleva siete años atendiendo a hombres, mujeres y matrimonios —actualmente, 123 personas—, siguiendo el lema de santa Teresa Jornet, la madre fundadora: «Cuidar los cuerpos para salvar las almas».
En la Iglesia, relata el sacerdote, hay una larga tradición a la hora de acompañar a los mayores, y en la Iglesia que camina en Madrid se viene trabajando en los últimos años de forma conjunta desde Cáritas Diocesana, Vida Ascendente y Pastoral de la Salud. «Creo que es todo un acierto», pero, consciente de «la inmensa tarea fruto de vivir en una sociedad cada vez más envejecida», apunta la necesidad de equipos de voluntarios que «sean ricos en humanidad y espiritualidad». Detalla que «sería bueno llevar a cabo una pastoral específica para las personas mayores» y señala el reto de «integrarlas más plenamente en las comunidades cristianas y darles una mayor participación». Esto supone «valorar y enfatizar la valiosa aportación que estas personas, con una honda vivencia y experiencia de fe, pueden hacer a la Iglesia en el momento actual». La promoción de encuentros intergeneracionales entre jóvenes y mayores, como ha propuesto en alguna ocasión el Papa Francisco, sería un punto de partida.
Cercanía familiar
La persona mayor demanda, fundamentalmente, «la cercanía de su familia». Por eso es «el ámbito más adecuado para el cuidado de los mayores». Pero, si por circunstancias se hiciera necesario el ingreso en una residencia, «las familias deben acompañarlos con el compromiso firme de visitarlos con mucha frecuencia». Junto a esto, el mayor pide «afecto, escucha, comprensión, ternura y espiritualidad». Esto último lo subraya especialmente el capellán: «Alguien que haya vivido desde pequeño su condición de hijo amado de Dios necesita de manera especial seguir reconociendo su presencia en el día a día, acudir a Él, mostrarle sus necesidades, buscar sentido y esperanza a todo lo que está viviendo, darle gracias por tantas cosas…». De ahí la importancia de facilitarle los sacramentos, la lectura de la Palabra y la oración.
Ante un envejecimiento que se podría traducir en «una mayor pobreza» por los achaques y enfermedades, la vulnerabilidad y «el aumento de la soledad no deseada», el sacerdote vuelve a Francisco cuando recordaba que «envejecer no es una condena, es una bendición». «Por lo tanto —responde—, frente a una cultura del descarte y una mentalidad negativa sobre la ancianidad, a la luz de la fe se invita a afrontarla como un tiempo de gracia». Al mismo tiempo, se anima a «esforzarnos como Iglesia y sociedad para socorrer las pobrezas y necesidades» de los mayores. «Ahora más que nunca la Iglesia debe mostrarse como una comunidad sensible y cercana a los ancianos», que «ha sido el colectivo más golpeado por la pandemia». Comunidades cristianas, sostiene, que «deben ser maestras de ternura» para que las personas mayores «se sientan queridas y valoradas, para aumentar su autoestima, para recibir la gratitud debida a una vida de esfuerzo y sacrificio». «En definitiva, cuidar del anciano pobre y desvalido es cuidar del mismo Cristo», concluye.
Ignacio López-Vivé comparte con Fernando Vidal, María Bazal y José Barceló una mesa redonda en la Jornada Diocesana de Pastoral de la Salud, que se desarrollará este sábado, 11 de febrero, de 18:00 a 20:00 horas, en la casa de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl (Martínez Campos, 18). También participan el vicario episcopal para el Cuidado de la Vida, Javier Cuevas, y el delegado episcopal de la Salud, José Luis Méndez.