Cuba «ha pasado una línea sin retorno»
Los sacerdotes Rolando Montes de Oca y Alberto Reyes valoran para Alfa y Omega la situación de la isla tras las multitudinarias protestas y evocan las dificultades para ejercer su ministerio
Alto y claro han hablado los obispos de Cuba: al día siguiente del mayor estallido social que la isla ha padecido en 62 años de comunismo, realizaron una declaración en la que, sin tomar partido –no es su cometido–, se muestran receptivos a las peticiones de los manifestantes. Abogan por ejercitar «la escucha mutua» y «la búsqueda de acuerdos comunes», pero –y ahí viene la severa censura al actual poder– «con el aporte de todos los cubanos, sin exclusión». Pues bien, entre las personas que se afanan a diario en evitar que se excluya a los cubanos que no comulgan con la ideología oficial figuran los sacerdotes camagüeyanos Rolando Montes de Oca y Alberto Reyes, muy activos en redes sociales, su única herramienta salvo cuando la censura o la persecución se interponen.
Montes de Oca interpreta los acontecimientos como «un cambio real en Cuba, un cambio del pueblo que se cansó de soportar represión, carencias a todo nivel, discursos oficiales que no se corresponden con la realidad; sus cuerpos están sintiendo, sus ojos están observando. El pueblo se ha cansado y ha decidido no escuchar sus miedos». El padre Reyes, por su parte, considera que las protestas «son el final natural de un largo camino de sufrimiento, impotencia, frustración y miedo», antes de recurrir levemente a la ironía: «Cuba, políticamente hablando, es un paraíso falso construido por decreto, donde la realidad es maravillosa porque no está permitido decir lo contrario».
Durante unos días, desde el pasado 11 de julio, fecha del estallido, parecía que sí. Sin embargo, la tragedia vuelve a acechar, al menos en estos primeros momentos, sobre Cuba. «Los momentos más duros –explica Montes de Oca– han sido los golpes, han sido los directores de esos centros de trabajo a los cuales se les han dado paquetes de bates de beisbol y palos para que los repartan entre sus trabajadores y les obliguen, como si fuera su jornada laboral, a salir a la calle a golpear». También lo han sido «esos muertos, cuyos nombres circulan por las redes aunque no se han podido confirmar; esos encarcelamientos arbitrarios, 15 o 20 policías derribando a patadas una puerta, metiéndose con armas en alto para apresar a un hombre desarmado». ¿Y lo más triste? «Que el presidente de la República haya dado una orden de combate contra su propio pueblo en vez de escuchar sus reclamaciones o dialogar, o de mirarse en un espejo y preguntarse qué está «haciendo mal». «A la arbitrariedad del Gobierno y a la manipulación informativa estamos acostumbrados, pero la violencia calculada de la represión ha superado toda expectativa», señala Reyes. La represión directa y también la larvada, cuyos efectos son igualmente dañinos.
El sacerdote Rolando Montes de Oca ejerce su ministerio en Vertientes, a una treintena de kilómetros al sur de la ciudad de Camagüey. Al lado de su parroquia hay un colegio que construyó con mucho sacrificio y con su pensión el párroco de los años 40 y 50. Pero la escuela fue expropiada, porque en Cuba la Iglesia no dispone de espacio educativo. Por no hablar de la imposibilidad de construir nuevos templos. Incluso experimentan muchísimas trabas cuando la Iglesia quiere hacer obra social: «Hay un hogar de ancianos que costó más de diez años construir, precisamente por esas trabas».
Presiones a la libertad de culto
Sin olvidar las presiones sutiles sobre la libertad de culto. «Sutiles», precisa el párroco, «porque están enmascaradas: hasta los jóvenes reciben presión para que no profesen su fe libremente». Ahora, con la COVID-19, las iglesias han de permanecer cerradas, pero, al mismo tiempo, y por culpa del desabastecimiento, se forman colas multitudinarias para adquirir lo básico. «Si la gente no puede estar en la calle, ¿por qué el presidente ordena a los cubanos salir a la calle a combatir?», se pregunta el sacerdote, que no entiende cómo no puede abrir su iglesia. Algunos fieles lograron entrar el pasado domingo por la puerta pequeña del patio. Después, Montes de Oca acudió a distribuir la comunión fuera, pero el parque estaba ocupado por paramilitares. «Imagino que listos para reprimir».
Lo que no pierden es la esperanza. No la pueden perder y lo saben. Montes de Oca recalca que «la primera esperanza es Dios, pues así como escuchó el clamor de Israel esclavo en Egipto, ha escuchado el clamor del mío. Y está con nosotros. El pueblo cubano ha pasado una línea sin retorno». Concluye el padre Reyes, desde su parroquia en Esmeralda, que «a la larga lograremos nuestra libertad, y ahí radica mi esperanza; pero si además de mirarnos el mundo nos tendiera una mano eficaz, el camino se haría mucho más corto y se ahorraría mucho sufrimiento».