Llega la Cuaresma y, en esta situación de honda preocupación por el aumento de contagios, pareciera que la gente pueda pensar que ya tenemos suficiente con soportar la pandemia.
Pero ¿qué es la Cuaresma y que es la pandemia? Cuando preguntamos qué es la Cuaresma lo identificamos con ayuno y sacrificio para prepararnos para celebrar la Semana Santa y, ciertamente, la Iglesia nos recuerda que debemos contemplar a ese Cristo que pasó 40 días en el desierto en oración y ayuno antes de empezar su vida pública. Cabe destacar que hay palabras y acciones que se pueden encontrar en la Cuaresma y en la pandemia con significados que pueden asemejarse, como la cuarentena, el aislamiento o retiro, sacrificio, términos que en ambas situaciones se dan. Ingredientes que hacen pensar en una vuelta atrás. Y entonces, ¿qué hacer?
Mientras que la Cuaresma es un tiempo de vida y salvación, mirar hacia adelante con horizonte pascual, de encuentro con Dios para una profunda conversión que nos fortalece en el espíritu, la pandemia podemos verla como un tiempo que no nos lleva a la vida, sino que debilita la vida humana o nos lleva a la muerte. Pero hoy tenemos que ver las cosas desde distintos ángulos. La pandemia también es una oportunidad y kairós de gracia para reflexionar seriamente sobre la vida y encontrarnos con nosotros mismos y con Dios. La pandemia puede ser camino de humildad, camino de solidaridad y caridad, camino que nos hace unirnos frente a la enfermedad y el dolor. Pandemia es tiempo de oración y sacrificio como en el desierto de las tentaciones donde Jesús salió fortalecido en medio de la prueba.
Quizá la Cuaresma de este año podamos vivirla de forma diferente como hicimos el año pasado la Semana Santa. Quizá puede favorecer la finalidad y el objetivo al que nos invita: la conversión.
Es evidente que después de casi un año de pandemia, el mundo está cansado de luchar. Hay muchas preguntas por hacer y pocas respuestas que satisfacen. El mundo, que somos tú y yo, debemos preguntarnos y cuestionarnos sobre el sentido de la vida en la tierra, la fragilidad y debilidad humana. Y preguntarnos: ¿hacia dónde vamos y qué es lo que estos hechos quieren decir al mundo?
Muchos en esta pandemia han muerto cuando menos se lo esperaban. También muchos superaron el contagio, sobrevivieron o no se contagiaron porque tomaron medidas preventivas contra el virus.
Cambio de vida
La pandemia nos ha obligado a reflexionar, a cambiar en nuestra forma de vida y comportamiento, quizá nos ha robado la libertad para hacer cosas que antes hacíamos y ahora no podemos, nos marcó un nuevo escenario y espacio de convivir en nuestro hogar, una nueva metodología y formas de aprender, leyes y normas que debemos cumplir para prevenir males peores, todo un nuevo camino que recorrer.
La Cuaresma en esta pandemia también es tiempo para reflexionar, pero una reflexión no solo intelectual, científica, económica, sino ética y espiritual que nos lleve a examinar nuestro comportamiento y el de los demás. Necesitamos retirarnos al silencio del desierto, de la oración y el sacrificio como hizo Jesús. Reencontrarnos con Dios y con nosotros mismos.
Nos fuimos lejos, quizá muy lejos de Dios, como hijos pródigos, malgastamos mucho tiempo y la riqueza de nuestra vida en baratijas y migajas de felicidad pasajera, que nos han dejado en un vacío existencial. Hoy necesitamos volver a casa y buscar la reconciliación con Dios, con la naturaleza, con el prójimo y con nosotros mismos. Nos creímos superhéroes y un virus nos venció, nos hizo agachar la cabeza engreída y desinfló nuestra autosuficiencia y la soberbia del poder y el tener.
En tiempo de Jesús, los escribas y fariseos hacían ayuno para buscar méritos propios ante Dios, cuando en realidad la verdadera conversión y los propios méritos que Jesús nos enseña se fundamentan en descubrir la fuerza de Dios en su misericordia, para vencer no con nuestra fuerza, sino con la gracia que Dios nos ofrece en el perdón de los pecados por los que Él murió en la cruz.
Humildad y docilidad
Para ello se necesita como base de esa conversión cuaresmal, la humildad y la docilidad a Dios. Cuaresma en este año con pandemia tiene un color y un sabor diferente. La vacuna de la misericordia y la reconciliación son necesarias ante la impotencia del mundo que quiere vencer la pandemia del cuerpo cuando hay otra pandemia dentro de cada uno: la pandemia del pecado. Los poderosos como los débiles, los ricos como los pobres, los jóvenes como los viejos necesitan para vencer esta pandemia la vacuna del amor de Dios.
Pongamos este año nuestros ojos en ese Dios Padre misericordioso y como hijos pródigos volvamos a él con ese coraje para decir: «Me levantaré, volveré junto a mi padre y le diré “Padre, perdóname he pecado”».
En la pandemia quedamos bloqueados con un miedo que nos llevó a encerrarnos y aislarnos, cayeron las hojas de nuestras ramas y quedamos desnudos como Adán y Eva después de la desobediencia, nos escondimos de la presencia de Dios como los niños que han roto el juguete y no saben que hacer.
Después del otoño llega el crudo invierno, de la nieve y las heladas. Dicen que en el invierno las raíces de los arboles crecen más profundas y se hacen más fuertes. Nosotros también en este crudo invierno de la pandemia debemos profundizar como las raíces y preguntarnos: ¿en dónde esta sujeta mi vida? ¿qué es lo que la sostiene? ¿dónde pongo mis seguridades ?
La medicina del ayuno
El ayuno puede ser buena medicina, ayunando para que otros puedan comer, no derrochar en compras superfluas para que otros tengan lo necesario para sobrevivir. No te dejes llevar por una sociedad de consumismo que te aleja de los demás haciéndote menos humano y te esclaviza del tener.
El ayuno que Dios quiere es este: abrir prisiones, compartir tu pan, hospedar al pobre, vestir al desnudo y no despreocuparte de tu hermano. Lo que nos salva de la pandemia es crear fraternidad, caminar juntos como familia, hijos de un mismo Padre, preocuparnos unos de otros como hermanos que se quieren y se ayudan, salir de la rutina del egoísmo que nos enferma, de la indiferencia que nos paraliza, de la soberbia y la codicia que nos corrompe. No hay recetas que no pasen por la conversión para curar. He escuchado a supervivientes de la pandemia: «Esta pandemia me hace ver las cosas de otra manera, estaba equivocado, Dios me ha dado otra oportunidad para vivir, me ha acercado más a Dios y a mi familia».
Saca un compromiso cuaresmal, busca reconciliarte, salvarnos juntos y juntos caminar, vivir en la verdad dejando de engañar y aparentar, desterrar la mentira, dar la cara y vivir en coherencia. No basta decir yo creo en Dios, sino yo amo a Dios, amarle con tu corazón no con tus labios, y descubrirle en el hermano necesitado. Yo necesito en esta Cuaresma reconciliarme con Dios, dejarme sanar por Dios que salva con su perdón, reconciliarte contigo mismo, perdonarte a ti mismo, porque Dios siempre te ama aunque tú no le hayas amado, reconciliarme con los demás, a los que ignoré, olvide y maltraté empezando por la familia. Reconciliarte con la naturaleza que Dios creó para todos, esta tierra que es tu casa y nuestra casa común: maltratada, explotada y hoy herida; cuídala, respétala y defiéndela.
Y entonces llegara la pascua luminosa que disipe la tiniebla, florecerá el amor y la paz con la justicia y verás que Cristo por encima de la pandemia siempre vive para que tú también vivas.
Desde que Jesús resucitó todo tiene sentido, la pandemia también.
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