«¡Cuánto necesitamos hoy a los Cursillos de Cristiandad!»
7.000 cursillistas de Europa se dieron cita en Roma el pasado fin de semana para celebrar los 50 años de la presencia en Italia de este Movimiento, que nació en España en los años 40. Su carisma, el primer anuncio del Evangelio, es «más que necesario», les dijo el Papa
Mallorca, enero de 1949. Faltan 20 años para que el Concilio Vaticano II reconozca la imprescindible implicación de los laicos en la evangelización de la sociedad y en la vida de la Iglesia, cuando un grupo de sacerdotes y seglares ponen en marcha una obra de apostolado que, a partir de entonces, se va a dedicar exactamente a eso: la evangelización directa de las personas alejadas de Dios en todos los ambientes sociales, a través del testimonio conjunto de laicos y clérigos. En ese grupo destacan un sacerdote de 36 años, Sebastián Gayá, y un joven seglar, Eduardo Bonnín, que cuentan con el apoyo explícito del entonces obispo de Mallorca, monseñor Juan Hervás. Todavía habrán de aguardar un par de años para que se acuñe su nombre definitivo, pero Gayá, Bonnín y Hervás acaban de iniciar, casi sin saberlo, el Movimiento de Cursillos de Cristiandad: una especie de retiro de tres días al que se acude por invitación personal de un amigo, de un familiar o de un conocido, en el que los cursillistas proclaman el kerygma, el primer anuncio del Evangelio, y exponen lo fundamental cristiano desde el testimonio y la doctrina de la Iglesia. El método es tan eficaz que las conversiones comienzan a sucederse incluso entre personas abiertamente hostiles a la Iglesia, y el entusiasmo de los cursillistas sacude la isla como un terremoto. Tanto, que hasta la jerarquía se ve sorprendida y trata de frenar a los cursillistas: sólo siete años después del primer cursillo, monseñor Hervás es denunciado ante la Santa Sede y trasladado a Ciudad Real; mientras que a Gayá y a Bonnín no les queda más remedio que salir de la isla. Sin embargo, aquel trance resulta providencial: gracias a esa diáspora, los Cursillos de Cristiandad reciben el visto bueno de Roma y se expanden por el mundo, incluida Italia, donde se implantan en 1965.
50 años después del primer cursillo italiano, casi 7.000 cursillistas de España, Italia, Croacia, Alemania, Inglaterra, Portugal, Francia, Austria, Chequia, Irlanda, Hungría y Holanda se han dado cita en Roma, el pasado fin de semana, para celebrar la efeméride, con una Ultreya Europea y una Audiencia con el Papa Francisco.
Actual y necesario
Al día siguiente de ser recibidos por el Papa, los casi 7.000 cursillistas participaron en la Tercera Ultreya Europea, celebrada en la basílica de San Pablo Extramuros. Ocho cursillistas de las comunidades de Italia, España, Croacia y Gibraltar dieron sus testimonios (que se pueden consultar aquí) y prorrumpieron en un ensordecedor aplauso cuando el Presidente del Organismo Mundial de Cursillos (cargo que rota entre los Secretariados Nacionales), el portugués Francisco Manuel Salvador, anunció que, el pasado febrero, se inició en Mallorca el proceso diocesano de la Causa de beatificación del seglar Eduardo Bonnín. Fallecido en 2005, Bonnín es uno de los tres iniciadores del Movimiento reconocidos por la Santa Sede cuando aprobó los Estatutos de Cursillos. Con él, la Iglesia reconoce la importancia de monseñor Juan Hervás (que fue citado por el Papa) y la del sacerdote Sebastián Gayá, cuya Causa de canonización también está siendo preparada.
Fue el propio Francisco quien, en su discurso a los cursillistas, señaló la actualidad de su carisma y de su método, «que ha ayudado a miles de personas en todo el mundo a crecer en la fe». En medio del «anonimato y del aislamiento típico de nuestras ciudades y entornos, ¡cuánto necesitamos y qué importante es la dimensión acogedora, familiar y evangelizadora que los Cursillos ofrecen!», destacó. Con todo, el Papa no se limitó a reconocer la valía de los Cursillos, sino que también animó a los miembros del Movimiento a «aprender y poner en práctica las 14 obras de misericordia», para «anunciar a todos el amor de Dios que salva y da sentido a nuestra vida» y «ayudar a los hombres de hoy a descubrir la belleza de la fe y de la vida de gracia, que se puede vivir en la Iglesia, nuestra Madre».
Ultreya es el nombre que se da en el seno de las comunidades cursillistas a sus reuniones periódicas, normalmente semanales. El propio Papa Francisco explicó que el término «retoma el antiguo saludo de los peregrinos de Santiago de Compostela, que se animaban unos a otros a ir más allá, más arriba». Desde que, en enero de 1949, se celebró el primer Cursillo, el Movimiento ha celebrado otras dos Ultreyas Europeas, en Sevilla, en 1993, y Fátima, en 2008, y cuatro Mundiales: en Roma, en 1966, ante Pablo VI; en Tlaxcala (México), en 1970; en Roma, en 2000, junto al Papa san Juan Pablo II; y en Los Ángeles (Estados Unidos), en 2009.