Cuando un pastor es bueno, es lógico que sea un buen pastor - Alfa y Omega

Cuando un pastor es bueno, es lógico que sea un buen pastor

Para José Antonio Álvarez, se trataba de transmitir a cada uno el amor de Dios y guiarlo para encontrarse con Él. Descansa en paz

Alfa y Omega

José Antonio Álvarez aún no había cumplido los 25 años ni se había ordenado de diácono cuando tuvo que lidiar con una situación delicada en su labor —primera de otras «tensiones» a las que aludió en la homilía de la Misa corpore insepulto el cardenal José Cobo—. Salió airoso dialogando con los implicados desde la cercanía y el cariño, aunque lo ocurrido le hizo sufrir. 

Es solo una de las muchas anécdotas que llenan las páginas del tema de portada de este número. El retrato que pintan es unánime: un sacerdote —luego obispo auxiliar— alegre, humilde, con capacidad de escucha, misericordioso, atento a cada una de las numerosas almas que se le habían encomendado —muchas promociones de seminaristas, una de las ultreyas de Cursillos de Cristiandad más numerosas y numerosas tandas de cursillistas o el personal y los voluntarios de Manos Unidas, entre otros—. Con esa capacidad incomprensible para muchos de nosotros de, en medio de numerosas ocupaciones y compromisos, seguir estando pendiente de tantas personas, desde la madre viuda de un seminarista que ya no estaba a su cargo hasta ese señor sin hogar hospitalizado. Una persona que «siempre ha sido de aglutinar, de sumar y aunar», como subrayaba el cardenal Cobo. Solo perdía unos momentos su perenne sonrisa para, sin ninguna vergüenza, llorar con los que lloraban.

Cuando un pastor es, citando a Antonio Machado, «en el buen sentido de la palabra, bueno», es lógico que sea un buen pastor. Y, para él, de eso se trataba. De transmitir a cada una de esas personas el amor de Dios y guiarlas para que se encontraran con el Señor. Él había dejado que su corazón se conformara con el del Buen Pastor, y uno de sus mayores empeños fue favorecer que la archidiócesis de Madrid se llenara de más pastores según este mismo corazón. Descansa en paz, José Antonio, buen pastor. No dejes de rezar por esta Iglesia de Madrid que te llora.