«Cuando los ministros maltratan al pueblo de Dios, desfiguran el rostro de la Iglesia»
Durante el Sínodo, el Papa ha condenado las «actitudes dictatoriales» del clericalismo y elogiado el papel de la mujer en la Iglesia
«El clericalismo es un látigo, es un azote, es una forma de mundanidad que ensucia y daña el rostro de la esposa del Señor, esclaviza al santo pueblo fiel de Dios», ha dicho con dureza el Papa este miércoles al final de la 18 congregación general del Sínodo. En una intervención muy contundente, ha protestado sobre cómo «el santo pueblo fiel de Dios sigue adelante con paciencia y humildad soportando los desprecios, maltratos, marginaciones de parte del clericalismo institucionalizado».
Francisco ha insistido en que la naturaleza del sacerdocio es el servicio y ha lamentado «con cuánta naturalidad hablamos de los príncipes de la Iglesia, o de promociones episcopales como ascensos de carrera». Ha definido estas actitudes como «los horrores del mundo» y «la mundanidad que maltrata al santo pueblo fiel de Dios». Según el Papa, «cuando los ministros se exceden en su servicio y maltratan al pueblo de Dios, desfiguran el rostro de la Iglesia». Ha condenado especialmente las «actitudes machistas y dictatoriales» de las que en ocasiones ha sido testigo.
Contra «el mercado de la salvación»
Durante su discurso en una de las últimas sesiones de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo sobre la sinodalidad, Francisco ha advertido de los riesgos de la mercantilización de la fe y la búsqueda del lucro: «Es doloroso encontrar en algunos despachos parroquiales la lista de precios de los servicios sacramentales al modo de supermercado». Un escenario que le disgusta y ante el que ha planteado dos alternativas: «O la Iglesia es el pueblo fiel de Dios en camino, santo y pecador, o termina siendo una empresa de servicios variados».
A juicio del Papa, «cuando los agentes de pastoral toman este segundo camino (el del lucro), la Iglesia se convierte en el supermercado de la salvación y los sacerdotes meros empleados de una multinacional». Ha calificado esta dinámica como «la gran derrota a la que nos lleva el clericalismo» y ha confesado que le llena de «pena y escándalo». Una de las escenas que menos le gustan se produce cuando sacerdotes jóvenes acuden a sastrerías eclesiásticas de Roma para probarse «sotanas y sombreros o albas y roquetes con encajes».
«La Iglesia es femenina»
Ante ese «látigo» del clericalismo, Francisco ha propuesto como alternativa fiarse de la sencillez «del santo pueblo fiel de Dios». «Tiene alma y, porque podemos hablar del alma de un pueblo, podemos hablar de una hermenéutica, de una manera de ver la realidad, de una conciencia», ha valorado. «Nuestro pueblo fiel tiene conciencia de su dignidad, bautiza a sus hijos y entierra a sus muertos».
El Papa ha presumido con orgullo de que «los miembros de la jerarquía venimos de ese pueblo y hemos recibido la fe de ese pueblo, generalmente de nuestras madres y abuelas». «Me gusta subrayar que, en el santo pueblo fiel de Dios, la fe es transmitida en dialecto, y generalmente en dialecto femenino», ha añadido Francisco. Algo que a su juicio sucede, «no solo porque la Iglesia es Madre y son precisamente las mujeres quienes mejor la reflejan». También porque «son las mujeres quienes saben esperar, saben descubrir los recursos de la Iglesia, del pueblo fiel y se arriesgan más allá del límite».
Una apuesta que, según el Papa, las mujeres hacen «quizá con miedo pero corajudas, y en el claroscuro de un día que comienza se acercan a un sepulcro con la intuición de que pueda haber algo de vida», ha dicho recordando el pasaje de los Evangelios en el que María la Magdalena, María la esposa de Santiago y Salomé fueron las primeras en enterarse de que Jesús había resucitado. «La mujer del santo pueblo fiel de Dios es reflejo de la Iglesia. La Iglesia es femenina, es esposa, es madre», ha sentenciado Francisco.
Finalmente, durante su elogio de la Iglesia como «pueblo fiel de Dios, santo y pecador, convocado y llamado con la fuerza de las bienaventuranzas», el Papa ha pedido «no caer en los tantos enfoques y esquemas ideológicos con que es reducida la realidad del pueblo de Dios». «Jesús, para su Iglesia, no asumió ninguno de los esquemas políticos de su tiempo: ni fariseos, ni saduceos, ni esenios, ni zelotes», ha recordado Francisco, quien ha advertido contra la tentación de convertir la Iglesia de hoy en una «corporación cerrada». Y ha recordado cómo Jesús retomó «la tradición de Israel: “Tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios”».