Cuando el cambio climático le quitó todo a María Madalena y sus hijos - Alfa y Omega

Cuando el cambio climático le quitó todo a María Madalena y sus hijos

El Vaticano ha presentado este miércoles el documento Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos, una serie de propuestas para responder a este fenómeno superando la ayuda de emergencia y los reasentamientos

María Martínez López
Foto: CNS

La vida de María Madalena Issau y su familia cambió en marzo de 2019. «El ciclón Idai lo destruyó todo» en Praia Nova, el barrio de Beira (Mozambique) donde vivía. No era la primera vez que ocurría algo similar. Por la erosión de la playa, las inundaciones eran frecuentes. En 2014, una especialmente fuerte «destruyó muchas casas y perdí todas mis pertenencias y toda mi comida». Aunque ya por aquel entonces «muchas familias fueron desplazadas», Issau volvió. «No tenía otro lugar al que ir ni otra forma de mantener a mi familia» que comprar y revender pescado.

Cinco años después, sin embargo, no pudo evitar el tener que trasladarse. Ella, sus cinco hijos y los dos sobrinos que tiene adoptados acabaron, con otras 600 familias, en un centro de reasentamiento a 60 kilómetros de Beira. Este martes, ha dado voz a miles de personas de todo el mundo en su misma situación durante la presentación en el Vaticano del documento Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos.

El cambio climático, una realidad

«El cambio climático no es una amenaza hipotética, sino que es ya una realidad», ha denunciado Claudio dalla Zuanna, arzobispo de Beira. Y lo ha demostrado con el ejemplo de su diócesis. Aunque vulnerable a las inundaciones, la isla de Madagascar solía proteger esta parte de la costa mozambiqueña, y «rara vez los ciclones llegaban. ¡Pero ya no es así!». La subida de la temperatura de las aguas del canal de Mozambique (que los separa de la isla) aumenta la evaporación y hace que «las tormentas y ciclones que no agotan su fuerza se recarguen y aumenten de categoría» mientras lo cruzan. En el caso de Idai, además, la perturbación atmosférica permaneció sobre el canal cinco o seis días.

Esto desencadenó el ciclón «más fuerte que se recuerda en el sur de África». Vientos de 200 kilómetros por hora dañaron el 90 % de edificios de la ciudad y se llevaron el tejado del hospital, de edificios públicos, de escuelas e incluso de la catedral; algo que no había pasado en un siglo. Además, al ser una zona llana con áreas por debajo del nivel del mar, la inundación abarcó 2.000 kilómetros cuadrados en torno a la ciudad. El balance fue de 800 muertos y cientos de miles de desplazados como Issau.

En los dos años transcurridos desde entonces, otros dos ciclones han golpeado Beira. Otra razón que se suma a la subida de la temperatura del mar «podría ser el aumento de la temperatura en la parte central del país», una subida por encima de la media. «Quizá debido a que la deforestación para la exportación de madera» se ha disparado: se ha exportado más en diez años que en los últimos cinco siglos.

Ayuda inicial… y una respuesta integral

Esta amenaza «exige una acción inmediata», ha subrayado el obispo. En el caso del reasentamiento donde vive Issau, solo recientemente se empezaron a construir casas de 25 m2 para un tercio de las familias; las más vulnerables. El resto siguen en tiendas de campaña o chozas. «No hay electricidad, no hay trabajo y no se puede comerciar, no hay proyectos para instruir a los jóvenes ni para ocupar a la gente», ha añadido esta mujer, de 32 años. Para trabajar hay que desplazarse muchos kilómetros. Para ir al colegio más allá de 4º de Primaria, cinco. Y para ir al médico, ocho. Una ONG repartía alimentos pero se fue hace un mes «y ahora estamos muy preocupados por nuestro futuro». Las parcelas de tierra que recibieron para cultivar están tan lejos que «muchos dejaron de hacerlo».

A pesar de no ser católica, Issau valora muy positivamente la presencia de la Iglesia. Desde el principio, «el obispo vino a conocer nuestra situación y a solidarizarse con nosotros». Además, la parroquia cubrió con lonas cinco aulas a la espera de poder poner en marcha un colegio, y construyó una capilla que sirve como lugar de encuentro. «Han distribuido ropa a toda la población y leche a los niños».

Pero al obispo no le parece suficiente. La ayuda, ha matizado, no puede limitarse «a la intervención de emergencia» ni «al reasentamiento de personas desplazadas en zonas donde no se han establecido los servicios esenciales». Su mensaje se dirige a los gobiernos, pero también a la Iglesia, ha incidido Dalla Zuanna. Las Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos son «una respuesta en la dirección correcta», porque tratan de abordar este problema de forma integral.

Un decálogo de la atención pastoral

La sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que las ha elaborado, ha querido basarse en «experiencias positivas, iniciativas fructíferas y buenas prácticas». El resultado es un documento que pretende «proporcionar algunas consideraciones clave» a las conferencias episcopales, diócesis, congregaciones religiosas, organizaciones católicas y agentes de pastoral. Y lo hace en forma de un decálogo de retos:

1.- Reconocer el nexo entre crisis climática y desplazamiento.

2.- Promover acciones de sensibilización y divulgación para luchar contra la negación y la indiferencia.

3.- Proporcionar alternativas al desplazamiento, que en la mayoría de casos «surge debido a la falta de medios de vida alternativos» cuando la propia forma de ganarse la vida se ve amenazada.

4.- Preparar a las personas para el desplazamiento, que suele producirse en plena situación de emergencia y con información errónea o incompleta.

5.- Favorecer la inclusión y la integración, de forma que los flujos no abrumen a las sociedades de acogida.

6.- Ejercer una influencia positiva en la formulación de políticas adecuadas sobre esta realidad, con «visión de futuro» y sin dejarse influir por «preocupaciones económicas».

7.- Ampliar la atención pastoral para acoger las diferencias étnicas, culturales, lingüísticas o religiosas de los desplazados.

8.- Colaborar con los actores sociales y políticos en la planificación y la acción estratégicas.

9.- Promover la formación profesional en ecología integral.

10.- Potenciar las actividades de investigación académica sobre la crisis climática y el desplazamiento.