Corredores y patrocinio comunitario: el modelo de acogida de la Iglesia
La Conferencia Episcopal se ofrece al Gobierno para responder al drama de los refugiados que llaman a las puertas de Europa
Majed y Khatoun son un matrimonio sirio que lleva casi tres años en Bilbao. Fueron reubicados con sus cinco hijos desde un campo de refugiados de Jordania en marzo de 2019 y han formado parte de uno de los primeros programas en España de patrocinio comunitario, un modelo de acogida de refugiados nacido en Canadá y cuyo secreto es la implicación de la sociedad civil. Allí, un grupo local de diez personas bajo la tutela de Cáritas Bizkaia –también con el apoyo de ACNUR y los gobiernos autonómico y nacional– los han acompañado durante dos años en su proceso de integración: idioma, gestiones administrativas, escolarización de los niños, salud… «La experiencia ya ha terminado, así como el soporte de la Administración, pero desde Cáritas los ayudamos y el grupo local los sigue acompañando. Para los niños son sus tíos, padrinos…», explica a Alfa y Omega Mavi Laiseca, coordinadora general de Cáritas Bizkaia. La experiencia ha sido muy positiva –no siempre es así–, pues los hijos están perfectamente integrados, hablan español y euskera, y siguen sus estudios con normalidad. También los adultos, que eran analfabetos, y a los que el idioma les está costando un poco más, igual que encontrar un trabajo o una vivienda. Pero para eso está la red que se ha ido tejiendo los dos años anteriores.
Precisamente, el modelo de patrocinio comunitario es una de las propuestas que la Iglesia española ha puesto encima de la mesa de las autoridades para «ofrecer una acogida digna, estable e inclusiva, según nuestras capacidades», tal y como señaló la Comisión para la Pastoral Social y Promoción Humana de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en una nota la pasada semana. Los obispos recogían así el guante del Papa Francisco, que pidió que todos los países y diócesis de Europa se impliquen en la reubicación de las personas que piden protección a las puertas y dentro del viejo continente. «Nos haremos cargo en los próximos meses», dijo hace unos días delante de un grupo de refugiados que había traído de su viaje a Chipre.
Además de en el País Vasco, donde también han participado las Cáritas de Vitoria y Guipúzcoa y el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), el patrocinio comunitario se está experimentando en la Comunidad Valenciana y Navarra con las mismas entidades de Iglesia. En estos momentos, según ha confirmado a este semanario el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, el número de familias que se benefician de este modelo en nuestro país son seis. Está previsto que en marzo lleguen al País Vasco otras seis, señala Mavi Laiseca. Cáritas Bizkaia se hará cargo de una de ellas. El resto estarán bajo la tutela de la Fundación Ignacio Ellacuría, del SJM.
Desde el Departamento de Migraciones se lleva tiempo trabajando en esta propuesta con la Administración. «El Gobierno sabe que estamos por promover la cultura del patrocinio comunitario, nuestra experiencia a ese nivel y cuáles son nuestros modelos de acogida. Estamos siempre dispuestos a sentarnos en una mesa», explica a Alfa y Omega Xabier Gómez, responsable del Departamento de Migraciones de la CEE.
Falta el paso del Gobierno
La otra propuesta de la Iglesia, tal y como recoge la citada nota de la Comisión de Pastoral Social, es el establecimiento en nuestro país de corredores humanitarios, «como ya se hace en otros países», para lo que ofrece su colaboración y ayuda. La Comunidad de Sant’Egidio ha conseguido traer a Europa a unos 4.000 refugiados vulnerables. Italia, Francia o la pequeña Andorra han demostrado que es posible.
«El Gobierno tiene la propuesta encima de la mesa. Solo falta que dé el paso», explica Tíscar Espigares, responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid. Recalca que su proyecto es diferente al programa de reubicación de la UE: «Nosotros identificamos a las personas en los propios campos teniendo en cuenta la vulnerabilidad y los proponemos a los gobiernos. Cuando llegan a Europa sabemos quiénes son, sus necesidades… y van a un lugar donde se les espera y hay una comunidad que acoge. Lo que se le pide al Gobierno es que emita los visados y garantice el asilo».
Según explica Xabier Gómez, la oportunidad de volver a pedir que se abran nuevos cauces para la acogida está en la realidad de los campos y en las fronteras, donde se agolpan miles de migrantes. «¿Qué hacemos con esas personas? ¿Les vamos a decir que no tienen futuro? Algunas llevan años en los campamentos, los niños crecen allí. Habrá que discernir. Si estos refugiados han de estar temporalmente en Europa, pueden estar de otra manera. Y no tienen por qué ser una carga, pues el dinero que se utiliza para mantener estos campos se puede reorientar a otro tipo de políticas», explica.
Majed y Khatoun consiguieron escapar de la vida en un campamento y, aunque con limitaciones, han construido un entorno donde crecer en Bilbao. Una familia. Lo peor ha pasado, pero nadie debería traer a sus hijos al mundo en un campo de refugiados. Y ellos lo han tenido que hacer con tres. Que esto no se vuelva a repetir está en el tejado de los gobiernos y la sociedad civil. De la Iglesia. «Es una cuestión de voluntad», concluye Tíscar Espigares.
El Departamento de Migraciones de la CEE acaba de promover la creación de una Mesa del Mundo Rural, una herramienta para conectar a familias de migrantes que busquen llevar a cabo su proyecto vital en zonas rurales con asociaciones o proyectos que promueven la inclusión y la revitalización del campo. «Queremos transformar la mirada sobre la España vaciada y, junto con la gente que vive en los pueblos, hablar de la España de las oportunidades», explica Xabier Gómez.