Córdoba despide al joven Álvaro Prieto: «Continúa vivo», dice el obispo
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, preside en la catedral la Eucaristía con la familia y amigos del joven fallecido trágicamente el mes pasado. «Se ha encontrado ya con Dios para siempre», afirma
«Hay acontecimientos en nuestra vida que nos dejan sin palabras, que desconciertan nuestros planes y nos dejan una marca para siempre, y este es uno de ellos»: así empezó el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, su homilía en el funeral por Álvaro Prieto, celebrado el lunes en la catedral de Córdoba.
Ante una multitud de familiares, amigos y compañeros del joven trágicamente fallecido en Sevilla el pasado 12 de octubre, el obispo cordobés quiso «acompañar vuestro dolor y abrirnos juntos a hacerle una pregunta a Dios, y dejarnos iluminar por Él».
«Muchos jóvenes han quedado impresionados» por su accidente, reconoció Demetrio Fernández, porque «no estamos hechos para muerte, sino para vivir eternamente». De ahí que «acudir a Cristo, que compartió nuestra muerte, no es una escapatoria, sino el verdadero consuelo». «La muerte no es el final. Dios nos ha creado para la vida, en dos etapas: aquí en la tierra, y luego otra feliz y eterna en el cielo», añadió.
Para el obispo de Córdoba, el joven cordobés «continúa vivo», ya que «se ha producido su muerte en la tierra, pero el alma es inmortal», pues «la fe nos abre a una esperanza que ni la muerte puede romper».
«El alma de Álvaro «es inmortal, no ha muerto», defendió el prelado. «Somos inmortales, y por eso Álvaro continúa viviendo más allá de la muerte», añadió. «Y no solo continúan vivos porque los recordamos, sino porque están vivos ellos mismos. Dios nos ha creado para vivir siempre».
«La vida es muy corta a veces», señaló Fernández en referencia a los 18 años con los que falleció Álvaro, «pero Dios nos hace participar de su felicidad eternamente. Es algo tan grande que parece mentira, pero es así».
De este modo, «el recuerdo a nuestros difuntos siempre nos entristece», reconoció el obispo, pero en cambio «nos podemos alegrar por ellos porque están mejor que cuando estaban aquí con nosotros. Cuando pienso en mí se me saltan las lágrimas, y si por mí hubiera sido los hubiera retenido, pero debemos abrirnos a esa puerta de luz. Álvaro se ha encontrado ya con Dios para siempre», concluyó.